Somos Télam
El director, productor y guionista Mariano Llinás participó este martes de un plenario de comisiones en el Senado de la Nación en el que se debate la Ley Bases enviada por el Poder Ejecutivo, donde aseguró que “desfinanciar al cine no le ahorra un centavo al Estado nacional”, pidió a los legisladores que “no queden en la historia como quienes abrieron la puerta para que un sector floreciente iniciara el camino de la decadencia y la desaparición” y reclamó que protejan al sector “de un ataque sin precedentes sin otro panorama a la vista que su destrucción”.
Llinás, director de películas como Balnearios, Historias extraordinarias, La Flor y Clorindo Testa, y guionista de films como Argentina, 1985 y El Estudiante, ambos de Santiago Mitre, forma parte del grupo de cineastas El Pampero Cine que lleva adelante su actividad por fuera de las estructuras de financiamiento tradicionales del cine industrial y que mantiene una posición crítica respecto al Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa).
“En los últimos veinte años, el grupo de cineastas del que formo parte y yo mismo tuvimos hacia el Incaa una posición crítica y disidente. Sin embargo, si estoy aquí es para defender al Instituto y al cine argentino en general de un ataque malintencionado y falaz avalado y promovido desde el mismo gobierno que pretende, al mismo tiempo, obtener sobre él olímpicas facultades de intervención”, expuso el realizador en su exposición de este martes ante los senadores.
Llinás planteó que nadie puede acusarlo “de estar movido por intereses corporativos o de actuar para mantener privilegio alguno” y apuntó que si hablaba frente a las y los senadores era “para defender un principio que debería resultar evidente para cualquiera: no es lo mismo tener diferencias con una institución, e incluso desaprobar algunas de sus políticas, que permitir o fomentar su aniquilación lisa y llana, su reducción a una cáscara vacía sin la más mínima capacidad de acción”.
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“Eso es lo que está en debate: no la reforma del Incaa, que muchos apoyamos y reclamamos, sino su virtual y progresiva desaparición. Es a esa muestra de barbarie a la que hoy, desde mi lugar de cineasta independiente, me veo en la obligación de oponerme”, apuntó.
Llinás, que también es docente en la Universidad del Cine, expresó que “se trata de pedir por la excepción de las facultades extraordinarias, los sistemas de fomento y organismos vinculados a la actividad audiovisual”. En el mismo sentido, destacó que esa solicitud “no es arbitraria”, sino que “tiene que ver con el contexto en el cual estas facultades son reclamadas: como ya hemos dicho, una manifiesta animadversión contra el sector audiovisual”.
“Es preciso señalar, entonces, que todas y cada una de las razones que se arguyen en forma pública para desprestigiar al Incaa son falsas. Es falso que los créditos se otorguen en función de tal o cual signo partidario o ideológico, o con intenciones de adoctrinamiento, o cualquier desviación en ese sentido. Cualquier examen serio del cine argentino muestra un panorama plural y diverso, completamente ajeno a la homogeneidad militante de la que se lo acusa”, puntualizó.
Luego, subrayó que “se intenta relacionarlo con una serie de episodios escandalosos referidos a actores que han apoyado tal o cual gobierno o a créditos entregados en forma irregular a tal o cual celebridad”.
Apuntó, en ese sentido, que “es falso que el cine argentino sea eso o que esas situaciones pintorescas representen otra cosa que episodios laterales, interesantes tal vez para ser reportados en los programas dedicados a las estrellas de la televisión, pero del todo ajenos a la realidad cotidiana de un sector que trabaja, innova y genera valor agregado, siendo reconocido en el mundo entero”.
Posteriormente, Llinás, quien en 2011 obtuvo el Premio Konex como uno de los cinco mejores directores de cine de la década en la Argentina, analizó que “otra falacia, tal vez la más grave, es aquella que insiste en acusar al cine argentino de financiarse mediante un dinero que de no estar siendo empleado en la fabricación de películas podría aliviar el hambre de los sectores humildes del Chaco”.
“Una vez más: falso. Los fondos con los que cuenta el Incaa proceden de asignaciones específicas que de no ser destinados al cine no existirían”, recalcó. Y opinó que “desfinanciar al cine no le ahorra un centavo al Estado nacional ni mejora en lo más mínimo la situación de ninguno de los ciudadanos que con tanta cólera nos atacan”.
También indicó ante los senadores y senadoras que “fomentar ese equívoco, a sabiendas de que se trata de una falacia, orquestar una campaña para enemistar a un pueblo con su cinematografía sólo sirve para generar un batifondo insensato que aleje la atención de otros problemas más acuciantes; elegir como enemigos del interés popular precisamente a quienes se ocupan de sus historias y sus imágenes”.
Al respecto, entendió que “esa práctica no es nueva” y graficó que “el macartismo, la quema de libros, la censura y la prohibición son variantes de ese mismo rito, cuyo eje es aprovechar el malhumor social en épocas de crisis y ofrendarle en sacrificio una cabeza para colgar en la plaza pública”.
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Para el realizador, “esta vez, la cabeza elegida por la demagogia y el odio es la nuestra: técnicos de cine, actores y actrices, maquilladores, vestuaristas, guionistas, personas que manejan los camiones de luces, personas que sostienen salas de cine en los rincones más remotos del país, bibliotecarios, restauradores de película y un sinfín de jóvenes que eligen el cine como el medio para llevar adelante su proyecto de vida”.
“A toda esa multitud trabajadora y anónima es a quien se pretende castigar con esta insólita ficción que, pese a su escasa relación con la realidad, tiene sin embargo una enorme capacidad de daño”, dijo.
Y sostuvo: “Las medidas que se proponen irresponsablemente en la presente ley, y el discurso estigmatizante contra el cine argentino que las acompaña y justifica, no parecen tener otra motivación que el disciplinamiento y la venganza hacia un sector que es percibido como ajeno”.
En su exposición, además, evaluó que “ninguno de los cambios propuestos en la ley tiene la capacidad de promover las reformas necesarias que muchísimos cineastas venimos reclamando desde hace décadas” y contempló que, en cambio, “puede provocar el resultado paradójico de lograr que dichas reformas sean imposibles, frente al estado de desprotección en la que habrán de dejar al cine”.
Casi hacia el final de su alocución, Llinás aseveró: “Confío en la buena fe de los senadores y senadoras que integran la presente comisión. Sé que a ninguno le gustaría quedar en la historia como quienes abrieron la puerta para que un sector floreciente iniciara el camino de la decadencia y la desaparición. Como cineasta, me veo en la obligación de señalarles a ustedes, representantes del pueblo, que es eso lo que se está votando. Esa responsabilidad es la que les cabe: proteger al cine argentino de un ataque sin precedentes sin otro panorama a la vista que su destrucción, o participar de ese ataque y de esa destrucción”.
“Una vez más: no se trata aquí de ahorrar plata. Se trata de proteger aquellas cosas de las que aún podemos enorgullecernos, o de ser cómplices negligentes o satisfechos de su muerte”, prosiguió. Y añadió: “Quienes voten estas las delegaciones de facultades no serán recordados como quienes ahorraron el dinero del pueblo; serán recordados como los que mataron al cine”.
El director reconoció que “el cine argentino necesita reformas urgentes para sobrevivir”, pero manifestó que “esas reformas no son estas” y dijo que “no es así como se nos ayuda”.
Por último, solicitó: “No sean ustedes quienes nos cierren la puerta, ni quienes la abran la puerta a quien ha declarado su voluntad de hacernos desaparecer”. Y afirmó: “Como dijo alguna vez un gran argentino, el fiscal Julio Strassera, cuya vida me tocó escribir para una película, «es nuestra oportunidad, y quizás sea la última». Esta, señores senadores, es su oportunidad para salvar al cine argentino. Quizás sea la última”.