A Mariano Romero le molestaba el concepto de meritocracia. Veía a sus amigos trabajar y estudiar y no entendía por qué no podían acceder a una vivienda digna. Así se acercó a la militancia. Comenzó a cocinar para personas en situación de calle, dar talleres de alfabetización para adultos y coordinar dispositivos de contención hasta convertirse en el responsable de zona sur del Movimiento Evita. Este año lanzó su candidatura a concejal por Juntos Avancemos y sorprendió con una gran elección por la que obtuvo más de 75 mil votos. Desde su banca pretende replicar las experiencias en territorio y transformarlas en políticas de Estado.
—¿Cómo evalúas el resultado de las elecciones?
—Queríamos ganar la ciudad. Se había armado una fuerza potente, linda, plural y diversa. Veníamos de un montón de sectores y de cara a las generales dejamos de lado las mezquindades que a veces se dan en la política. Siembra la semilla de una construcción futura y nueva que tiene que darse en el campo nacional y popular, mucho más generosa, donde todos tengan voz y votos, y no haya nadie que quiera atropellar a ninguno de los demás, donde primero esté la Patria, después el movimiento y por último los hombres y las mujeres. Los resultados han sido malos en toda la provincia para el campo nacional popular. Surgen de una derrota por la unidad de los distintos sectores que estaban en pugna dentro del Frente de Frentes, pero también por muchos de los errores propios. Hay determinadas formas de construcción política que han fracasado y que hay que renovar.
—¿Cómo analizás la derrota del peronismo y cómo ves al movimiento en la actualidad?
—Cuando el peronismo no es transformador gana a la derecha. Tanto el gobierno provincial como el nacional no han sido el gobierno de los sueños de nadie, ni siquiera de los propios, y eso tuvo un impacto. No sólo tenemos que construir una alianza fuerte para ganar las elecciones, sino para transformar la realidad de las rosarinas y rosarinos y de las santafesinas y santafesinos, sobre todo de los trabajadores más humildes que lo están pasando muy mal.
—¿Cómo resultó la articulación con otros partidos que confluyó en Rosario Sin Miedo?
—Fue muy bueno. Teníamos la experiencia de haber trabajado durante mucho tiempo juntos en territorio. Veníamos transitando los mismos barrios y generábamos actividades solidarias juntos. La confluencia surgió de forma muy natural y fue enriquecedora para todas las fuerzas políticas. Cada uno tomó lo mejor del otro para crecer y eso también se vio reflejado en la categoría concejales, a la cual fuimos con dos listas y prácticamente de la mano a las elecciones porque tenemos más coincidencias que disidencias y, en el peor de los casos, estaremos integrando un interbloque.
—Hablaban también de una confluencia y un cambio generacional…
—Éramos los más jóvenes, por lo menos de los grandes partidos que estaban en disputa. Lo importante no es sólo una renovación en términos generacionales, sino la forma de construcción política y de vinculación. Vivimos en una sociedad que tiene nuevos problemas y tenemos que encontrar nuevas respuestas. La forma de vinculación política más generosa que proponíamos tiene que ser una forma de construcción que se mantenga en el tiempo porque otras lógicas han quedado oprimidas y las elecciones lo muestran claramente.
—Tenés una trayectoria de militancia en territorio, ¿cuándo y cómo empezaste?
—Empecé a cocinar para personas en situación de calle. Le dábamos viandas y un poco de contención. Después me metí en prácticas militantes en los barrios, donde daba apoyo escolar y alfabetización para adultos. Empecé a tomar cada vez más responsabilidades y hace ya algunos años soy responsable de zona sur de mi organización, El Evita. Tenemos 35 centros comunitarios, culturales, unidades productivas y dispositivos de abordaje de consumo problemático y de violencia de género sólo en zona sur. Tenemos clubes que partieron de escuelitas de fútbol y torneos amistosos interbarriales. También, unidades productivas con un nivel de facturación que les permite competir con una empresa.
—¿Cómo surgió el interés?
—Vengo de una familia de clase media. Mis padres son abogados. Tenía un montón de cosas relativamente resueltas. De chico jugaba al fútbol con pibes de barrios muy carenciados que estaban atravesados por situaciones socioeconómicas muy malas. Cuando fui más grande me impactó el discurso meritocrático. Muchos de mis amigos vivían en asentamientos sin acceso a servicios, con chapas agujereadas en los techos y piso de tierra. Cuando mi única responsabilidad era estudiar, ellos laburaban, estudiaban, jugaban al fútbol y vivían en peores condiciones que la gran mayoría que no hacía ni un cuarto de esas actividades. Es una realidad completamente injusta que me movió a involucrarme para aportar un granito de arena para cambiarlo. Lo primero que encontré a mano fue un grupo de compañeros que hacían recorridas solidarias para personas en situación de calle y nos juntábamos en nuestras casas para cocinar. Cada vez me involucré más y en la medida en que íbamos viendo las necesidades fuimos tratando de inventar la respuesta con los recursos que teníamos.
—¿Cómo se puede plasmar esa experiencia en el Concejo?
—Hay determinadas cuestiones que venimos haciendo que son respuestas muy importantes, pero para que tengan impacto en términos sociales tienen que ser políticas de Estado. Hay que llevarlas al Concejo, pero también forzar al Ejecutivo para que las implemente. Nos vinculamos con otros sectores de la sociedad, vimos las demandas y sabemos cuáles tienen que ser las respuestas. Tenemos muchas de las herramientas para que Rosario cambie su realidad que es muy triste. Esperemos que no sólo redunde en ordenanzas, sino en políticas que tome el Ejecutivo, entendiendo que son propositivas para transformar la realidad de Rosario.
—¿Qué se puede hacer desde el Concejo para resolver las principales problemáticas de la ciudad?
—En términos de seguridad el Concejo tomó una iniciativa importante que fue la agencia antilavado. Se aprobó pero no se implementó. Es fundamental para el circuito financiero del delito. También necesitamos democratizar la presencia del Estado. En el territorio está de muy mala manera porque los centros de salud están completamente vaciados y el municipio no tiene mayormente otro tipo de intervención. En los lugares donde hay mayor índice de violencia es donde hay menor presencia del Estado. Hay 112 barrios populares que hay que urbanizar. También hacer intervenciones inteligentes como los corredores seguros para las escuelas que han sido baleadas o que en los puntos rojos de homicidios haya alumbrado público. También proyectos que generen condiciones de trabajo dignas, de promoción de la industria y de la economía popular.
En materia de ambiente no tenemos siquiera recolección de residuos como corresponde. Sólo un 9% de los residuos del municipio van a compostaje. Tenemos ordenanza de Basura Cero. Hay microbasurales por todos lados porque no pasan a recolectar. Tenemos dos grandes humedales a cielo abierto que están contaminados y no hay ninguna intervención ni política de seguimiento del tratamiento de los desechos para esos lugares.
En cuanto al transporte, la situación es crítica. Hay un 45% de líneas que tiene menor frecuencia que en 2019, un 46% que interrumpe su recorrido de noche, otras tantas que los recortan y líneas que no cumplen con la modalidad adoptada como el 107. En 2019 teníamos un 50 por ciento más de personas que cortaban boleto que en 2022. No se llega a cubrir la falta de móviles pese a que bajó el kilómetro recorrido porque hubo 5 líneas que no volvieron desde la pandemia. Si no revertimos y mejoramos el servicio, vamos a depender todo el tiempo de subsidios en una espiral descendente. La alternativa es mejorar el servicio para que más personas lo usen y bajar el costo en términos reales. Si invertís, mejorás la frecuencia y los recorridos, más personas van a decidir tomarse el colectivo y vamos a tener más recursos para no tener que aumentar el boleto.
—¿Cuáles son los proyectos de economía popular que acompañan?
—Tenemos tres o cuatro rubros donde somos muy fuertes: la producción de alimentos, la construcción, carpintería, herrería; y la rama textil. En lo textil hay grandes empresas que tercerizan con nosotros parte de la producción. Les dimos un empujón para capitalizarse, unirse en cooperativa y producir con máquina industrial y a mayor escala. Lo mismo con la carpintería y la herrería. Acompañamos el proceso para que se unieran esas unidades productivas, tomaran mayor volumen y produzcan a un mayor nivel de escala con más canales de venta. En cuanto a la producción de alimentos tenemos un mercado propio, que es el mercado popular de La Toma, grandes huertas agroecológicas, panificación y en Pueblo Esther una cooperativa de pescadores. Le damos un salto de calidad a puestos de trabajo que ya existían para sumar volumen a los ingresos. Están en una economía totalmente invisibilizada. No tienen posibilidad de que sus ventas cuenten con facilidades de pago, no aportan al Estado y no tienen acceso al crédito. Necesitamos créditos bancarios o de la banca municipal para que esas unidades productivas puedan pegar un salto de calidad.
Son 11 millones de personas, la misma cantidad que hay en empleo en relación de dependencia. Es muy difícil que se duplique el empleo en relación de dependencia. Hay un mundo del trabajo que llegó para quedarse. Podemos tratarlo como una cuestión marginal o darle volumen para que produzca y tenga niveles de ingreso digno.
—¿Cómo ves el panorama a nivel nacional de cara a las generales de octubre?
—Estamos en una encrucijada clave. En las Paso vimos un castigo a una gestión nacional que no fue la gestión de los sueños de nadie, independientemente de la pandemia, la deuda con el Fondo Monetario Internacional, la sequía, el conflicto Rusia Ucrania y la inflación a nivel internacional, y eso fueron los costos. Massa tuvo la valentía de asumir el Ministerio de Economía en un momento muy caliente, con un acuerdo con el FMI firmado y con un ex ministro que abandonó el barco a mitad de camino. Las últimas semanas pudimos salir de la defensiva y proponer medidas redistributivas. Hay dos grandes modelos de país, uno que con todos sus errores piensa en cuidar a su población, sobre todo a los trabajadores, a los más humildes y a la producción nacional, y otro que planea entregar a los brazos de los poderes concentrados las grandes riquezas del país.
Durante estos cuatro años de gobierno nacional tuvimos medidas muy importantes en términos de defensa de la industria nacional. El problema es el poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras, ni hablar de quienes están por fuera del sistema de empleo en relación de dependencia. La salida a ese esquema es con más trabajadores dentro de la fábrica, con recuperación del poder adquisitivo, con políticas que mejoren los ingresos de los trabajadores. El candidato a presidente no es el actual presidente. Ha tomado el timón en un momento muy difícil y no ha sido el responsable de situaciones que realmente han sido muy complejas para nuestro pueblo.