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Marta Alanis: “Las mujeres católicas también abortamos”

La titular de la organización estuvo en Rosario y dialogó con El Ciudadano. La referente feminista dio una charla en el marco del aniversario de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito

Marta Alanis se dio cuenta de que era feminista cuando hace 25 años escuchó a una monja brasilera explicando lo que era el patriarcado. Estaba en un seminario de Ivone Gebara, una filósofa considerada una de las referentes de la teología feminista. Alanis creía en Dios desde chica pero su oposición a la jerarquía de la Iglesia empezó en los setenta con la militancia que la llevó al exilio. Estuvo en Francia y en México antes de aterrizar cinco años en la revolución sandinista de Nicaragua. Ahí conoció a los curas y hermanos Ernesto y Fernando Cardenal y entendió que el cristianismo podía ser revolucionario de la mano de los movimientos populares. Ya de vuelta en Argentina encontró en la defensa de los derechos de las mujeres el vínculo entre la religión y la militancia.

Alanis es la titular de Católicas Por el Derecho a Decidir, una organización de mujeres que plantea que ser creyente y estar a favor de la legalización del aborto no es una contradicción. La ONG está en toda Latinoamérica y en Argentina es una de las patas más fuertes de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Este movimiento está formado por más de 300 organizaciones de todo el país. Nació en 2003 en el Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario y este mes cumple doce años.

La referente feminista llegó este miércoles a Rosario para dar una charla en el Centro de Estudios Universitarios, Políticos y Sociales Igualdad Argentina (Santiago 1550). Fue en el marco de las actividades organizadas en este nuevo aniversario de la campaña por la diputada provincial e integrante de la mesa nacional, Silvia Ausburger. En diálogo con El Ciudadano, Alanis opinó sobre la ley de libertad religiosa que promueve el gobierno de Cambiemos y explicó que las mujeres católicas abortan en la misma proporción que las de cualquier otra religión o las que no creen: “La oposición a la legalización del aborto en la Argentina es de los sectores conservadores que responden a la jerarquía de la Iglesia. Las mujeres, crean o no, deciden. Y deciden en un contexto de clandestinidad que pone en riesgo su vida”.

—Católicas por el Derecho a Decidir es una organización que está dentro del cristianismo pero que se opone a la jerarquía de la Iglesia, ¿cómo se define esa identidad?

—Como católicas adherimos al núcleo de fe, a Jesús y al evangelio, pero disentimos con la postura de la jerarquía en temas de sexualidad y reproducción. Y en esa oposición nos reafirmamos como católicas. Sabemos que ocupamos un lugar incómodo. Estamos en el filo de la navaja porque nos oponemos desde nuestra identidad como católicas. Podríamos plantarnos en la vereda de enfrente pero decidimos estar adentro. Y en esa construcción somos parte de los progresistas que dentro de la Iglesia trabajamos bajo una perspectiva de los derechos humanos, las libertades y la igualdad de oportunidades. La iglesia católica no tiene un discurso único, no es monolítica. Dentro de la gente que se considera parte de la iglesia hay mucha variedad. Desde el Papa hasta nosotras hay un arco iris maravilloso. Entonces, no es algo extraño lo que somos.

—Mencionás al Papa Francisco, ¿lo ves como un avance?

—Sí, sobre todo en las cuestiones sociales. Creo que tiene una postura clara en relación a la pobreza, algo que se opone a los sectores conservadores de la Iglesia, sobre todo la Iglesia argentina que es una de las más conservadoras. Eso no quiere decir que el Papa piense lo mismo que yo pero piensa diferente a la jerarquía católica argentina. Sin ir más lejos, cuando una mujer fue echada por un policía de una plaza por amamantar, Francisco adhirió sin decirlo al tetazo e invitó a las mujeres a dar la teta donde quisieran en el Vaticano.

—¿Por qué no es una contradicción ser católico y estar a favor de la legalización del aborto?

—Las mujeres católicas abortan en la misma proporción que las no creyentes o las de otras religiones. Lo que va en contra del aborto es el lobby que hacen los sectores derechistas y ultraderechistas en nombre de la Iglesia católica y de otras religiones, no las mujeres. Las mujeres deciden. Y por ese lobby perverso deciden en la clandestinidad. Las que tienen recursos económicos consiguen un aborto seguro. Las que no, arriesgan su vida, su tranquilidad y su salud. El problema es el embarazo no deseado o deseable. Hay momentos en que las mujeres tomamos la decisión de tener hijos y hay momentos en que no. Cuando no se puede convivir con la idea de tener un hijo, las mujeres no piensan qué dice la Iglesia católica. Toman decisiones y esas decisiones son responsables y moralmente éticas. Desde Católicas consideramos que ser madre o abortar es un dilema ético que la mujer puede resolver en base a sus propios valores. Pondrá sobre la mesa sus pro y sus contras y tomará una decisión.

—¿Creés que la oposición al aborto es religiosa o machista?

—Hay un desprecio hacia la mujer en estas posiciones y lo cierto es que la Iglesia católica no inventó el patriarcado pero lo legitima todo el tiempo. En la medida que la mujer no use anticonceptivos, no tenga educación sexual, no pueda abortar, estará criando hijos dentro de su casa y su autonomía estará más lejos. En los últimos años las mujeres hemos cambiado y hemos crecido mucho, pero en los sectores vulnerables es donde hay más dificultades. El problema de fondo es la desigualdad. Por eso hay que trabajar por el acceso a la información y a la educación y a la salud pública. Además de las consignas de educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir hay que defender los bienes sociales, el capital social al que todos tienen derecho. Una mujer que no accede a la educación está condenada a la hora de tomar decisiones en la vida. En la sexualidad hay que tener un nivel de información, de educación y de recursos simbólicos para tomar decisiones.

—¿Cómo ves el proyecto de libertad religiosa que promueve el gobierno nacional en relación al acceso a esos derechos?

—Creo que no es un proyecto de libertad. Le han puesto ese nombre a una iniciativa presentada por el presidente Mauricio Macri, la ex canciller Susana Malcorra, el integrante del Opus Dei Santiago De Estrada y el jefe de gabinete Marcos Peña. Es decir, la cúpula más alta de nuestro país elaborando un proyecto sobre libertad cuando en las religiones a las jerarquías la libertad nunca les gustó demasiado. Es una mentira decir libertad religiosa cuando somos un país con libertad de culto. Creo que lo que se busca es habilitar que cualquier religión por razones de creencia no cumpla con las leyes del Estado nacional. Por ejemplo, un funcionario del Registro Civil podrá abstenerse de casar a una pareja en un matrimonio igualitario argumentando que por su religión no puede hacerlo; lo mismo podrá hacer un médico negándose a dar anticonceptivos o a hacer una interrupción legal del embarazo; o un maestro podrá decir que no está dispuesto a enseñar educación sexual en las escuelas. Y también habilita la objeción de conciencia no sólo personal sino institucional. Creo que en el fondo es una ley para que no se cumplan las leyes que hoy garantizan derechos.

—La Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito presentó el proyecto de despenalización al Congreso Nacional en seis ocasiones pero hasta ahora nunca fue tratado sobre tablas. ¿Cree que está lejos el debate parlamentario?

—No necesariamente. La clase política es muy difícil de entender, no porque tengan serias convicciones similares a las de la Iglesia católica, sino porque, por las dudas, se autodisciplinan a lo que dice la jerarquía de la Iglesia aún sin que se lo pidan y no le importan las mujeres. Mientras el Congreso sigue retrasando el tratamiento, la campaña logró que el debate se instale en todo el país.

—¿Cree que la campaña se fortaleció con el crecimiento del movimiento de mujeres de Argentina?

—Sí, en este momento la campaña es una bandera de todo el movimiento de mujeres. Con Ni Una Menos dimos un salto porque se tomó al derecho al aborto y a las consignas de la campaña y se hicieron propias. Por supuesto que hay mujeres que plantean que no están dispuestas a abortar y celebramos no tener que pasar por esa situación y decirlo libremente. Lo importante es que entendamos que hay otra mujer que sí está dispuesta y que no tiene que dejar su vida por hacerlo. Hay mujeres que han dicho que nunca lo harían y después piden ayuda porque no habían pasado por la situación de un embarazo no deseado en un momento de la vida. Tener apertura con la problemática no quiere decir que todas vayan a abortar. El aborto no es un deporte que se hace alegremente. Y eso las mujeres lo sabemos. Esa idea de que las mujeres no sabemos llevarnos bien es masculina. La campaña es un ejemplo. Tenemos los problemas que tienen todos los humanos que se organizan. En más de diez años la campaña ha tenido tensiones pero no ha tenido quiebres.

—La Universidad de Rosario fue noticia nacional por ser la casa de la primera cátedra sobre aborto de argentina, ¿Creés que es una iniciativa que se puede replicar?

—Sí, el resto de las universidades está mirando a Rosario para seguir en la misma línea, ya hay proyectos en el conourbano bonaerense y en la UBA. Es una iniciativa a celebrar. Hoy la legislación argentina en relación al aborto está muy mal enseñada en las carreras de medicina. Los mismos estudiantes y médicos jóvenes tienen miedo a hablar del tema o ni siquiera saben que existe la interrupción legal del embarazo o que hay protocolos que deben aplicar. Y eso se traduce en un maltrato hacia la mujer que llega a un hospital a pedir ayuda. A lo que se suma la hipocresía de los que a la mañana se declaran objetores de conciencia en el hospital público y por la tarde atienden en la clínica privada sin problemas. Cuando no hay una política de Estado en relación a estos derechos adquiridos, que se abran este tipo de cátedras hace entrar aire fresco. Pero no nos tenemos que olvidar de que si el Ministerio de Salud de la Nación hiciera campañas con lo que está colgado en su web, el conocimiento de los médicos sería diferente y las mujeres no quedarían abandonadas a su suerte. Han logrado un protocolo ejemplar pero no lo militan ni lo difunden.

Los años en la Revolución Sandinista

Una de las imágenes más conocidas de la Revolución Sandinista es una foto de una mujer que con un brazo sostiene al bebé al que le da la teta y con el otro carga un fusil. La chica mira a la cámara y sonríe.

La mujer amamantando con el fusil, una de las fotos más conocidas de Nicaragua.

 

Alanis llegó a Nicaragua cuando apenas nacía ese proceso revolucionario. Había salido de Argentina con sus cuatro hijos hacia un exilio que se prolongaría hasta mediados de los ‘80.

En el país centroamericano estuvo cinco años y cuenta que fue donde se afianzó el recorrido que venía haciendo desde la militancia católica y su vínculo con los movimientos populares. En esos años nació lo que se conoció como la Teología de la Liberación, una corriente del cristianismo que vinculaba religión con los procesos revolucionarios de Latinoamérica. Dos de los curas más emblemáticos fueron los hermanos sandinistas Fernando y Ernesto Cardenal. Este último es también uno de los poetas nicaragüenses más reconocidos.

“El sandinismo tenía un ingrediente cristiano muy fuerte. Recuerdo que vivíamos en un barrio popular y en la iglesia del barrio las misas eran muy comprometidas. Cuando empezó a operar La Contra y comenzaron a matar gente, en las misas había mucho contenido social y se gestaba la solidaridad”, explicó.

Si bien se trataba de un país en el que el machismo era muy fuerte, Alanis recuerda que había un protagonismo muy grande de las mujeres en la lucha revolucionaria. “No hablábamos de feminismo todavía. Se hablaba de revolución y esa revolución implicaba la participación de las mujeres. Las mujeres teníamos que hacer las tareas del hogar, ir a trabajar, ir a las milicias populares. Me acuerdo que pedíamos que hubiese guarderías. No era una vida fácil y cómoda pero había un nivel de politización muy grande del cual las mujeres querían ser parte. En los cinco años que estuve vi chicos y chicas de 15 años convertirse en cuadros políticos”, contó.

La foto de la mujer amamantando daba cuenta de ese proceso. “Hoy miramos esa foto y pensamos que aún con el fusil al hombro no podía liberarse de amamantar, ni de ser reemplazada o ayudada en el rol de madre. Pero también da cuenta de que cuando las mujeres queremos participar lo hacemos”, reflexionó Alanis.

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