Search

Mary Terán de Weiss: Un olvido que no debió ser

Nacida en Rosario el 29 de enero de 1918, María Luisa Beatriz Terán cambió el tenis para siempre

Alejandro Duchini / Especial para El Ciudadano

“Putita rosarina”, le gritó, en medio de un partido, la tenista Felisa Piédrola a su rival deportiva e ideológica Mary Terán de Weiss, de quien este 8 de diciembre se cumplen 40 años de su muerte, tras arrojarse al vacío desde un séptimo piso del departamento en el que descansaba en Mar del Plata.

Nacida en Rosario el 29 de enero de 1918, María Luisa Beatriz Terán cambió el tenis para siempre. Allegada al gobierno peronista, lo volvió popular. En la ciudad de Buenos Aires, en pleno barrio de Palermo, se atrevió a abrir canchas para que aprendan a jugarlo los pibes de menores recursos. Además, fue una ganadora total. Pero cuando cayó Perón, no le perdonaron su ideología y la cancelaron. Tuvo que quedarse a jugar en Europa, donde siguió demostrando sus condiciones.

A los 7 ya jugaba al tenis, hacía natación y luego fue timonel del equipo de remeros del Club Alberdi. Como tenista representó, primero, al Rowing Club de Rosario. Después al Atlético Rosario, al Lawn Tennis Club y a River. Jugó torneos nacionales en representación de Santa Fe. Ganó 832 partidos sobre 1.100 entre singles, dobles y dobles mixtos. En 1950 venció en los abiertos de Irlanda e Israel y en el 51 en Colonia y Baden-Baden, Alemania. Ganó dos medallas doradas y una de bronce en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires de ese año. Fue número uno argentina en 1941, 1944, 1946, 1947 y 1948. La Asociación Argentina de Tenis, tras el derrocamiento de Perón, exigió su desafiliación internacional. La negativa fue la respuesta más lógica.

Los 60 fueron años duros. River fue el único club que la incorporó, pero las rivales se negaban a enfrentarla. Cuenta su amigo y periodista Roberto Andersen en su libro Mary Terán de Weiss (Ediciones Fabro) que una de ellas, Mabel Bove, se encargó especialmente de llamar a colegas para que no se presentaran en los torneos en los que participaba Terán. Pero hubo otras voces, como la de Nora Somoza, quien sostuvo que “Mabel Bove, con este ademán, oscureció el emblema de su club, quebró y vulneró el espíritu de confraternidad”.

En 1964, Terán anunció su retiro del tenis a través de una carta de cuatro páginas publicada en El Gráfico. “La conocí en el 79. Era una ‘señora’. Solía ser irónica. Decía que sus rivales la evitaban no por cuestiones ideológicas sino porque tenían miedo de perder. Y algo de eso había, porque era muy muy buena jugadora”, describe Víctor Lupo, dirigente deportivo peronista y una de las personas más capacitadas para hablar de política deportiva.  Tras su retiro, Terán no dejó de viajar a Europa ni de dar clases particulares de tenis.

Su marido, el tenista Heraldo Weiss y capitán del equipo de Copa Davis, la llevó hacia el peronismo. Ya de grande, Terán practicó golf. Cuenta Lupo en su Historia política del deporte argentino -libro imprescindible- que lo jugaba sobre una alfombra en el fondo de su negocio de ropa deportiva de la avenida Córdoba y Florida, en el centro de Buenos Aires. Su amigo el dibujante Caloi era uno de sus rivales golfistas.

“El peronismo convirtió a los deportistas en embajadores del país. Perón tenía una buena relación con ellos”, argumenta Lupo. “Fue la primera en competir en el exterior. Y hasta un rey en los países árabes la quiso comprar para incorporarla a su harén de tan linda que era”. El hecho ocurrió en el Golfo Pérsico, durante una velada en el palacio de un jeque, tras la disputa de un torneo. Un allegado se le acercó a Heraldo Weiss y le ofreció una importante suma de dinero por su esposa.

A la muerte de Eva (26 de julio de 1952) Perón le ofreció matrimonio. Ella también acababa de enviudar. “Me contó que no quería ser Primera Dama”, dice Lupo. “No estaba capacitada para reemplazar a Evita”, se justificó Terán. En esos días, mientras circulaba en moto por la Avenida Figueroa Alcorta, resultó ilesa tras ser embestida por un automóvil que reconoció como el de Juan Duarte, hermano de Eva, quien la veía como una virtual Primera Dama. Terán jamás denunció el hecho de manera oficial.

Mediante la Fundación Evita, Terán proporcionaba raquetas a chicos en mala situación económica. No sólo sus colegas le hacían el vacío. Los dirigentes también. Funcionaria peronista, cuando Perón fue derrocado en el 55 no pudo regresar al país desde Alemania, donde competía. Le incautaron los bienes. Volvió mucho después, pero nunca dejaron de amenazarla. “A ella la odiaban más que a Gatica. Se acostumbró a que la llamen por teléfono a cualquier hora y la insulten”, dice Lupo, uno de los pioneros en reivindicar su figura. Como integrantes de la Liga Justicialista del Deporte, en septiembre de 1980 se realizó una “cena de desagravio” en honor a Terán de Weiss.

Ese mismo año Terán fue protagonista de una polémica, cuando la Ciudad de Buenos Aires y el Círculo de Periodistas Deportivos quisieron premiar a los cinco mejores deportistas por actividad de la historia. Terán fue excluida. Aficionados al deporte protestaron a través de una carta publicada en La Nación. “Estaba en la lista pero la bajaron”, dice Lupo.

Rosario la reivindica con el nombre de una calle. Mar del Plata también le rindió homenajes. Y mediante la ley 2501/07 se denominó Mary Terán de Weiss al estadio del Parque Roca, hoy escenario de partidos internacionales. Sin embargo, el ninguneo continuó cuando en los tickets se leía Estadio Parque Roca. También la recuerda la guionista y directora rosarina Judith Battaglia a través del documental Mary Terán, la tenista del pueblo. Dos años de investigación y entrevistas para un material más que recomendable.

Los años en que compitió Terán fueron los mejores a nivel internacional para el deporte argentino. Se destacaron Pascual Pérez, Delfo Cabrera, Osvaldo Suárez, Reinaldo Gorno, Eduardo Guerrero, los hermanos Félix y Fulvio Galimi y Juan Manuel Fangio. La generación del 50 fue la campeona del primer Mundial de básquet. Además, medallas olímpicas en Londres ‘48 y Helsinki ‘52, y gran actuación nacional en los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, en el 51, en Buenos Aires. En este certamen la representación nacional estuvo al tope del  medallero, por encima de Estados Unidos.

Poco antes de su fatal decisión había muerto su madre, Gregoria Giménez, quien vivía con ella en un departamento de la calle Rodríguez Peña 1391, en Recoleta. Su mamá era la encargada de reunir el material periodístico que se publicaba sobre ella. “No pudo soportar lo de la madre, Goyita”, recuerda Luppo.

Roberto Andersen escribe en su libro que el 15 de noviembre del 84, unas semanas antes de su suicidio, fue “trasladada de urgencia a un sanatorio de atención neurológica como consecuencia de haber ingerido barbitúricos”. Por esos días tuvieron algunos encuentros que se basaron en anécdotas como jugadora. El 5 de diciembre le dieron el alta y unas amigas de su madre que vivían en un departamento marplatense en Santa Fe 1820 la invitaron a descansar. Fue allí cuando la ex tenista decidió arrojarse desde el séptimo piso de ese edificio. Tenía 66 años. Dicen que del ambiente del tenis, sólo Enrique Morea asistió a su despedida.