Luego de cuatro días de debate, este jueves terminó el juicio oral y público que tuvo en el banquillo a Miguel Ángel “Lolo” Laferrara, un hombre de 40 años portador de un apellido ligado al hampa local, por un crimen ocurrido hace ocho años en una zona de hornos de ladrillo de barrio Puente Gallego. La víctima fue el adolescente Gastón Barrera, muerto de un disparo en la cabeza. Según la hipótesis fiscal, Lolo, que recibió 10 años y ocho meses de pena, lo mató en el marco de una discusión por el destino de una motosierra que le pertenecía.
Ezequiel Torres, abogado defensor de Lolo, planteó sus objeciones a la sentencia de primera instancia, dictada por la jueza María Isabel Mas Varela a tono con lo solicitado por los fiscales Matías Edery y David Carizza. “Estoy totalmente disconforme con la resolución dado que en los días de audiencia no se pudo acreditar nada. La investigación estuvo llena de falencias; terminó condenada una persona solamente por el apellido”, planteó el penalista, que adelantó que apelará el fallo.
El expediente que mencionaba a Lolo Laferrara como autor de ese crimen, ocurrido la tarde del 26 de noviembre de 2012 en Piamonte al 2300, lo heredó el Ministerio Público de la Acusación (MPA) del viejo sistema penal. La causa no tuvo novedades hasta octubre de 2019, cuando el apellido Laferrara volvió a estar sobre el tapete al calor de la disputa de los Laferrara con su familiar político César “Manco” García, propietaria de una distribuidora en barrio Plata.
Por esos días, Mauricio Laferrara, hermano menor de Lolo, había sido imputado por seis homicidios, dos con secuestros incluidos, y su participación dentro de una asociación ilícita cuya jefatura está atribuida a Esteban Lindor Alvarado.
Lolo, que hasta entonces había desaparecido del radar local, cayó a comienzos de noviembre en La Paz, provincia de Entre Ríos, cuando los investigadores dieron a partir de escuchas y testimonios con la camioneta Volkswagen Amarok que se presume fue utilizada en el rapto y posterior asesinato del prestamista Lucio Maldonado, una de las muertes resonantes que se le atribuyen a Mauricio Laferrara a pedido de Alvarado. En tierras entrerrianas, Lolo –hijo de Jorge Laferrara, célebre hampón ligado al clan Cantero hace 20 años pero que se pasó a las filas de Alvarado– había rehecho su vida como Diego el Rosarino.
El viejo pedido de captura por el expediente 1015/12 del Juzgado de Instrucción Nº 2, por el crimen del adolescente Barrera, dejó a Lolo tras las rejas luego de ser imputado por el fiscal Edery. El funcionario de la Fiscalía había adelantado en la audiencia preliminar de mediados de año que pediría once años de cárcel para Lolo por homicidio agravado.
Puente Gallego
La calle Piamonte se extiende hacia el este en el confín de Ovidio Lagos al 7500. Se trata de un camino de tierra flanqueado por casas modestas y eucaliptos; la mayoría de sus habitantes se gana la vida junto al horno de ladrillos. Según la hipótesis fiscal, allí hace ocho años Lolo mató de un disparo en la cabeza Barrera, un chico de 16 años de una familia humilde, a la hora de la siesta, luego de golpearlo en la cabeza con la culata de una pistola 9 milímetros y recriminarle que no le había devuelto una motosierra: al parecer un hermano de la víctima la había vendido.
A Lolo lo sentaron en el banquillo el lunes pasado. Hubo cinco testigos. Dos peritos de criminalística (planimetría y fotografía) y otros tres que aportaron la prueba de peso: Andrés, hermano de la víctima y testigo del hecho, su madre y un cuñado.
El penalista Torres expresó que desde el apartado técnico las pruebas producidas durante el debate son desincriminantes para su defendido Lolo: “Desde el cuerpo a donde se encontró la vaina –que nunca pudo acreditarse que sea la del arma usada en el hecho– había quince metros y cuarenta centímetros. Los peritos de la Fiscalía y defensa fueron concordantes en que la vaina de un arma 9 milímetros puede desplazarse en un máximo de dos metros. Claramente la distancia entre el cuerpo y la vaina no coinciden. Además, cerca de la vaina no fueron hallados rastros de sangre”.
En ese marco, Torres también planteó severas objeciones a los testimonios de los familiares de Barrera, a los que describió como contradictorios e incluso falaces. “Al hermano de Barrera el fiscal David Carizza tuvo que refrescarle la memoria porque no se acordaba cuál era el móvil del hecho, por qué había surgido este conflicto. Además, los demás testigos dijeron poco y nada; el cuñado recién apareció ocho años después del hecho sólo para convalidar otro testimonio”.
El penalista siguió y dijo que «nunca nos cerró el móvil. Laferrara tenía una posición solvente, tenía hornos de barro y vehículos y camiones. Veremos cómo lo justifica la magistrada en la resolución que aún no fue dada”, expuso el letrado a modo de crítica a lo que consideró una sentencia injusta.
Torres cerró su descargo: “Termina una persona condenada solamente por el apellido; las pruebas lo desincriminaron. La investigación de la División Homicidios del viejo sistema penal estuvo llena de falencias”.
Lolo, otro de los Laferrara buscados, fue detenido en Entre Ríos