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Mascardi, la comunicación como creación

Juan es miembro de una generación de periodistas sub 40 que, desde hace años, explora lo social con sus propias búsquedas personales, reflexionó sobre su singular materia prima y el medio donde se expanden las obras.

Por Javier Hernández

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“Lo que me mueve tiene que ver con ir recogiendo en cada acto de comunicar los momentos más bellos de la infancia para ir traduciéndolos y convirtiéndolos en otros objetos de comunicación”, reflexionó durante un profundo diálogo con El Ciudadano, el periodista, productor audiovisual y docente colonense radicado en Rosario Juan Mascardi, miembro de una generación de periodistas sub 40 que, desde hace años, explora lo social con sus propias búsquedas.

Mascardi, mentor de proyectos documentales como Gud Mornin Colón (ganador de varios premios y seleccionado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside el Premio Nobel Gabriel García Márquez), Querido Doctor, y Sustancias elementales, que se transmitió para todo el país a través del Canal Encuentro es, con 39 años, periodista y director de la carrera de Periodismo y de la Licenciatura en Producción y Realización Audiovisual de la Universidad Abierta Interamericana.

—La comunicación no es sólo un proceso, un ejercicio para compartir. Creo que todos los que, en sentido estricto, trabajamos con ella, tenemos algo que nos moviliza y guía, concientes o sin saberlo, a dedicar la vida a conocer y ser emisores a través de sucesos que, hasta que entran en contacto con nosotros, son ajenos ¿Qué te moviliza a comunicar masivamente?

—Es una buena pregunta y creo que uno también se la va replanteando en distintos momentos de la carrera y aparece de distintas maneras o con diferentes matices. Yo vengo de una familia con una enorme tradición narrativa y tengo que pensar en que los momentos más lindos que quisiera conservar para siempre, tienen que ver con la construcción de relatos. Mi abuela contándome cuentos; mi viejo, quien era un gran narrador de historias… me acostaba en la cama en los momentos “de leer el diario”, y era mi forma de descubrir el mundo a través de ese mestizaje entre las noticias y el tamiz de la mirada de mi papá. Mi vieja, que en algún momento comenzó a dedicarse a la poesía; mi hermana profesora de literatura. A todo eso no puedo dejar de agregarle mi propia mirada de niño fanático de la tele, el cine y los cómics. Desde muy chiquito me gustó la imagen en movimiento. Creo que, lo que me mueve, tiene que ver con ir recogiendo en cada acto de comunicar los momentos más bellos de la infancia para ir traduciéndolos y convirtiéndolos en otros objetos de comunicación que, pueden ser el periodismo televisivo, la docencia pero también la producción de documentales.

—Lo político, más que la política, se ve reflejada en tus trabajos. Siempre me interesó la concepción de la realidad de la generación de periodistas “Sub 40”, esos que nacieron en el 70, vivieron su infancia durante la dictadura pero que se criaron sin la generación que faltaba teniendo su temprana juventud en los 90 ¿Cómo influye esa mirada a la hora de relacionarte con lo que querés contar?

—Hacés una lectura correctísima; nací en un pueblo, estuve en una ciudad muy chica durante la dictadura, viví Malvinas a los 8 años y observé el inicio de la democracia con ojos de niños. Llegaba la democracia y, aunque empezamos a reacomodarnos, todavía existía la primacía del “no te metás”. Luego llegó el menemismo, que fue, por excelencia, un momento de individualidad. A mí, durante esa época, me costó poder pensar en proyectos colectivos; haber cursado la vida universitaria, y parte de la secundaria, durante esos tiempos de menemismo, me causó la imposibilidad de generar proyectos colectivos.

—Después vino el 2001…

—Nos pasó por encima. Y a partir de ahí muchas de las producciones que se rescatan dentro de lo que pudimos hacer, son hijas de esa crisis: hijas de la autosuficiencia y de las ganas de narrar y contar. Los equipos de trabajo que empezamos a formar no fueron mis pares porque ellos, o estaban en Europa o abandonaron en el camino; otra generación de exiliados, todos atravesamos la crisis como pudimos.

—En 2005, realizás “Gud Morning Colón”, un documental que ganó una decena de premios, incluso a nivel internacional, y es un producto de bajo presupuesto…

—Es la primera tanda digital que rompe con el VHS. Yo tenía plata para comprarme mi primer auto pero me compré una cámara. Formamos un equipo tratando de reducir los costos a cero y con eso llegamos a ser finalistas de los premios del Nuevo Periodismo que entrega García Márquez. A los dos años llegamos a Monterrey con García Márquez y acompañado por medios como CNN, Televisión Española, Canal 7 y Grupo Clarín. Llega un momento en la vida que, si tenés ganas de contar algo, lo hacés de una manera u otra.

—En un pasaje de tu documental “Querido doctor”, decís: “Mi viejo conocía el mundo a través de las personas” ¿Qué afinidad encontrás con esa frase?

—Mi viejo era muy ciudadano del mundo sin haber viajado nunca al exterior; había estudiado en la Buenos Aires de los 50 con muchos inmigrantes, y tenía una mirada bien global. Si bien hay algunas similitudes, son momentos absolutamente distintos, con contextos históricos muy diferentes que hacen que uno tenga formas de conocer el mundo desde otros lugares. No obstante, de alguna manera, estoy recorriendo este camino narrativo en la búsqueda de esa gente, tan próxima, tan cercana, tan anónima, al igual que mi viejo, y procuro hacer visible algunas de esas historias.

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