Santiago David Fernández tenía apenas 20 años. Vivía con su novia en un ranchito de Nuevo Alberdi, atrás de la casa de sus padres. Trabajaba con su familia en un horno de ladrillos, pero cuando la demanda no alcanzaba para ganarse el pan de cada día, salía con su caballo a cartonear, para comprar alguna verdura para hacer un guiso. Ayer, dos personas quisieron robarle esos caballos que usaba para ganarse la vida. Cuando Santiago los sorprendió, fue asesinado a sangre fría.
“Un choro roba un banco, estos son ratas capaces de sacarle un calzón a un vecino”, dijo un familiar de Santiago a El Ciudadano, haciendo referencia a los presuntos asesinos.
Santiago nació y se crió en Nuevo Alberdi, cuando en el barrio había más descampado que casitas; entre barro, caballos y perros. Como sus padres, hermanos y primos, se ganaba la vida cocinando y cortando ladrillos cerca del arroyo Ludueña. Eso cuando la temporada era buena. Si no, alternaba esta actividad con la de rescatar lo que pudiera de la basura para juntar unos pesos.
Pero ayer, la vida de este “laburante”, como lo definió su tío Oscar, quedó trunca. Según contó su mujer entre lágrimas en medio de un velatorio repleto de vecinos, unos minutos antes de las 3 de ayer, Santiago sintió ruidos raros en el terreno donde tenía atado a sus caballos, ubicado en Baigorria y Benito Álvarez, a 50 metros de su casa. Salió, no vio nada y, por las dudas, fue a buscar a sus primos, que lo acompañaron hasta el lugar. Revisaron los pastizales, miraron detrás de un terraplén y gritaron un poco para asustar a algún posible ladrón, que por el momento no encontraban.
Cuando ya se proponía volver a su ranchito, Santiago decidió revisar una casa abandonada que estaba a pocos metros del terreno en el que se encontraba. Precavido, pisó despacio entre los yuyos para no hacer ruido y pateó la puerta. De adentro se vio un fogonazo, se escuchó un estallido y dos muchachos salieron corriendo. El joven de 20 años trastabilló, caminó dos metros y cayó mal herido bañando de sangre en un pedacito de tierra que durante el mediodía de ayer se había convertido en santuario.
Según testigos, unos segundos después del tiro llegaron corriendo su mamá y su papá, quienes lo arrastraron hacia una calle pavimentada y lo llevaron en un auto hasta el hospital Alberdi, donde murió a los pocos minutos.
Los médicos determinaron que Santiago David Fernández recibió un tiro entre las costillas, con una escopeta, desde corta distancia.
Cuando El Ciudadano se hizo presente el su velatorio, todos sus familiares contaron lo sucedido y accedieron a mostrar el lugar donde fue fatalmente herido el muchacho. “Nosotros somos una familia de laburo. Cortamos ladrillos, hacemos changuitas, cirujeamos y no nos metemos con nadie”, contó Oscar entre lágrimas, parado junto al lugar donde cayó su sobrino, el cual había sido perimetrado con 4 palitos y unos retazos de media sombra, donde los amigos de Santiago habían dejado un fernet cola, semillitas de girasol y colillas de cigarrillos, a modo de homenaje. En estos barrios no alcanza la plata para comprar coronas de flores.
“Nosotros conocemos a la gente que mató a Santi. Son de Empalme Graneros, unas ratas que no les importa nada”, dijo un familiar del muchacho, con los rasgos de la cara secos por el calor del horno en donde cocina ladrillos y el aire a injusticia que se respira en el humilde barrio de Nuevo Alberdi.
Los familiares del joven asesinado señalaron que se niegan a hacer justicia por mano propia y que esperan que la ley actúe sobre los responsables. Los asesinos serían viejos y mal conocidos de los Fernández.
El caso es investigado por la Fiscalía de Homicidios Dolosos en turno, con la colaboración del personal de la subcomisaría 2ª y la Brigada de Homicidios.