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Matías Martínez: «Con mi teatro, yo no quiero ser un blanco fácil»

El actor, director y docente teatral local Matías Martínez habla de “Los bordes torpes del ano”, su nuevo trabajo, a partir de los escritos de Osvaldo Lamborghini y los ecos de Roberto Arlt, habituales en su obra, a los que ahora suma los de Carlos Correas

Un extraño tipo de violencia que se percibe en el aire desde hace mucho tiempo encontró una huella poética en la producción teatral de Matías Martínez, destacado actor, director y docente local de proyección nacional e internacional que por estos días presenta en Espacio Bravo Los bordes torpes del ano, su nuevo trabajo, otra vez impregnado de materialidades literarias a la que suele recurrir: los escritos de Osvaldo Lamborghini y los ecos de Roberto Arlt, a los que ahora sumó los de Carlos Correas, “universos literarios de escritores considerados malditos”, como suele decir el creador de los grupos La Piara y Sociedad Secreta de Actuación, quien durante 2019, mediante el ciclo Derivas teatrales que tuvo lugar en el Parque de España y que culminó con el estreno de A la vasta criatura apodó Golem, hizo un repaso por su carrera como director que comenzó a mediados de los años 90.

Los bordes torpes del ano, estrenada el pasado fin de semana, es una nueva apuesta a la profusión de textos y temáticas, con las actuaciones de Martín Fumiato, Federico Fernández Salafia, Guillermo Peñalves, Adriano Spinoza Catalán y Graciana Tucat, que en principio, y como lo viene haciendo desde Pelo de grasa de 1994, indaga en la sexualidad y la muerte, como si se tratara para Martínez de un par dialéctico indiviso.

En términos poéticos, esta nueva apuesta del creador local propone un recorte o un diálogo escénico entre H, su singularísima versión de Hamlet de Shakespeare fusionada con Los siete locos de Roberto Arlt, que se conoció cuando arrancaba este siglo, y la majestuosa y reciente Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, en torno al oscuro y barroco universo del poeta Osvaldo Lamborghini, tomando como disparador su relato “El niño proletario”, además de los textos de Carlos Correas, destacado docente y ensayista exiliado en Francia por su doble condición de homosexual y peronista.

Dice Martínez: “Pienso en Roberto Arlt como un autor que es recurrentemente citado y referenciado por estos otros dos autores que aquí aparecen: Lamborghini y Correas. Arlt es un escritor y dramaturgo con el cual trabajé mucho y de hecho siempre se cruza en mi trabajo algo de su universo; es más, de algún modo esta serie de trabajos arrancan con materiales que forman parte de su obra”.

Diálogos escénicos

“Este espectáculo se toca con Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, sobre todo por la textualidad y el universo lamborghiniano que está ahí rondando. Lo nuevo en esto es que lo cruzo con Carlos Correas. Es un trabajo que lleva más de un año y medio en proceso a partir de intentar llevar a escena la literatura de Correas. La obra tuvo un paso por la sala-casa de Omar Serra donde la mostramos en proceso. Y finalmente, con la idea de reponer H en Espacio Bravo, me pareció que era una obra que ya estaba, que se había corrido de cualquier posibilidad de riesgo a diferencia de lo que había pasado con esa obra hace veinte años. Fue así que de todo eso nació este otro montaje”, adelantó Martínez a El Ciudadano.

El director entrelaza una serie de universos poéticos a partir de la escritura de algunos autores, en una lista que encabeza Arlt y que está presente en su producción artística desde un comienzo. “Con relación a los autores que me interesan, evidentemente hay una recurrencia. Desde mis primeros espectáculos hasta ahora, está esta intención de tomarlos, reelaborarlos, reformularlos, porque de alguna manera también son autores que se ajustan a algún lugar que claramente no podría definir; sería algo «claramente indefinible», como un oxímoron”, expresó Martínez. Y continuó: “Creo que estos autores tocan algún lugar mío, sin duda, vinculado con una empatía hacia lugares corridos en términos de lo que sería el contrato social, lugares desplazados. Porque siempre son personajes, situaciones y temas que están desplazados de lo que sería más aceptable dentro del ámbito de la cultura. Justamente, tanto Lamborghini como Correas, por nombrar a los del presente, son autores que ahondan y tocan dos temas principales: el sexo y la muerte. En la línea freudiana, son dos temas aún tabúes sobre los cuales se funda la sociedad occidental”.

El sexo y la muerte

“Creo que, con el tiempo, mis espectáculos se fueron volviendo más explícitos en relación con estos dos tópicos. Y son temáticas y autores que al estar en la orilla, en la periferia, generan temas de esas zonas, y por efecto dominó, podríamos pensar que generan un teatro que está en los bordes, incluso si hasta lo pienso desde el nombre de la obra, Los bordes torpes del ano”, expresó el director. Y continuó: “En realidad, hay algo que tengo yo y también tienen estos autores, más allá del paso de los años y del inevitable aburguesamiento en el que vamos cayendo todos. Tiene que ver con que yo sigo intentando poner en escena el aspecto provocador que ellos sostienen con su escritura. Sobre todo con estos materiales que son de investigación y de prueba. Y lo más paradójico es que frente a estos textos, si los pensamos en las primeras décadas del siglo XX, y estas obras puestas en el presente, podemos ver claramente que la sociedad no ha evolucionado tanto, porque siguen provocando e incomodando. Eso confirma también que mi teatro es un teatro que se mueve por afuera de otro teatro más establecido. Y del mismo modo, siento que soy un creador que intenta generar un teatro que no está, que no se ve en Rosario. Y por lo mismo, me interesa la transformación permanente, eso es algo que me he autoimpuesto y que intento que pase todo el tiempo”.

Cuestión de género

“En relación con la homosexualidad, Carlos Correas tiene una opinión que es muy genetiana (por el poeta y dramaturgo francés Jean Genet) y que intentamos que aparezca en la obra; él dice que se considera «un ser en desintegración», alguien que nunca se iba a integrar al resto de la sociedad. Correas plantea que su homosexualidad será solitaria. De alguna manera, tomaba esa idea de Genet como un modo de resistencia a la moral burguesa, y por lo tanto, a través de la homosexualidad se autodesplazaba del sistema”, detalló el director. Y profundizó: “Eso sí ha cambiado hoy en algún aspecto, más allá de que la percepción que tengo es que una sociedad como la nuestra, si bien hay muchos avances y cambios sobre estos temas, termina siendo una sociedad un poco pacata, religiosa, porque de otro modo, un tema como el de la legalización del aborto debería ser algo ya resuelto. Todos estos temas están atados a una forma ideológica y de pensamiento del ser argentino. Por lo tanto, más allá de las leyes y de los avances que se han logrado y ganado sobre el tema, la homosexualidad sigue siendo un tema tabú; seguimos siendo una sociedad machista y héteronormada, algo que también vemos en esta saga de femicidios horribles que acontecen a diario”.

Siempre del lado del riesgo

Atento a confrontar con la idea de riesgo como otra de las patas fundantes de un teatro que se para muy lejos de la comodidad y complacencia con el espectador, Martínez intenta mantener viva aquella incorreción que lo paró en otro lugar de la escena local desde los inicios de su carrera.

“En este nuevo montaje, hay mucho de lo que se habla en el teatro de la idea del riesgo. Es un punto clave de mi teatro enfrentarme a ciertos riesgos desde la idea de prueba e investigación. Es esa idea de pegar un salto al vacío sin saber muy bien qué va a pasar, porque de otro modo estaría repitiendo fórmulas y entonces el teatro se vuelve insoportablemente conservador”, explicó. Y siguió: “Por el contrario, creo que en Rosario tenemos una tradición que viene de un teatro independiente histórico, de ruptura, pero que de todos modos no deja de ser conservador con algunas cuestiones. Y a mí siempre me interesó asumir riesgos, probar cosas, materiales, formas, más allá de que los autores sigan siendo más o menos los mimos o con poéticas que los acercan. Alberto Ure decía que él prefería ser un «blanco móvil», una persona que se está corriendo todo el tiempo de esos lugares en los que podría llegar a ser encasillado, porque se vuelve algo difuso o algo que se escapa. Además, ese encasillamiento lo pondría en la mira de convertirse un blanco fácil, sobre todo fácil de definir, y a mí me pasa lo mismo: con mi teatro, yo no quiero ser un blanco fácil, no quiero eso para mí”.

Para agendar 

Los bordes torpes del ano, bajo la dirección de Matías Martínez, se presenta todos los sábados de marzo y abril, a las 21.30, en Espacio Bravo, de Catamarca 3624, con entradas populares

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