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Mauricio Dayub: “Necesitamos algo esperanzador que nos haga pensar que el bien le gana al mal”

Junto a su colega Gustavo Luppi, el consagrado actor vuelve a Rosario para presentar en La Comedia la reposición de “El Amateur”, una obra que más allá del cuarto de siglo que la separa de su estreno original mantiene una notable vigencia 

Lo auténtico, la puesta en marcha de una verdad que dista mucho de una “mentira pautada”, de una supuesta “convención” con el espectador, y la belleza de dos “hermosos perdedores” que materializan un sueño aquí y más allá. El Amateur clásico del teatro argentino estrenado a finales de los 90 está de regreso, entre otras cosas, para dejar en claro que lo imposible quizás cuesta un poco más, pero sobre todo, que nadie se salva solo, lugar donde radica su inagotable vigencia.

Con autoría y actuación del notable Mauricio Dayub, redescubierto por la escena nacional a partir de la imbatible El Equilibrista, pieza con la que comparte funciones, pero dueño de una extensa carrera que lo vincula con el teatro desde diferentes aristas, la reposición de El Amateur, ahora en escena con el acompañamiento de Gustavo Luppi y nuevamente bajo la dirección de Luis Indio Romero, se presentará en Rosario, por el momento, con dos únicas e imperdibles funciones, el 6 y 7 de abril, en La Comedia (ver aparte).

El Amateur, segunda vuelta, esta nueva mirada acerca de la obra que cuenta la proeza de El Pájaro y Lopecito, sus protagonistas, regresó a los escenarios a un cuarto de siglo de su estreno original para confirmar que Dayub, también autor de piezas audiovisuales que se sustentan en esa misma lógica sensible que remeda la patria de la infancia y que supo volcar con simpleza e ingenio en su libro de relatos Alguien como vos, es un creador de materiales sin tiempo, estratégicamente escritos y puestos en su cuerpo (no hay mejor lugar), como en este caso, para contar la historia de El Pájaro, un delirante sin cuartel, un ciclista que quiere romper un récord, y Lopecito, el cómplice perfecto, el Sancho Panza que todo soñador necesita (de hecho, bien podría ser ésta una singularísima relectura de Don Quijote de la Mancha). Así, juntos, logran un objetivo común aunque arriesguen todo lo que tienen para conseguirlo. Y así,  juntos, producen un milagro: que el sueño de uno se transforme en el sueño del otro, vaya paradoja para los tiempos que corren.

Luppi, Romero y Dayub.
Volver

“La estrenamos en 1997, pero esta versión tiene mucho que ver con lo que nos pasa en la actualidad; tuve la necesidad de pensarla y de volver a hacerla. Me acuerdo que esa misma noche lo llamé a Gustavo porque sentí que nos estaba pasando exactamente lo que El Amateur lograba en la ficción y que nosotros no lográbamos hacer en la vida: es esta idea de confiar en el otro, es esta idea de poder subirnos al sueño del otro, y que el sueño propio también se pueda cumplir a partir del sueño del otro. Me pareció que era algo que el público iba a querer recibir y eso es un poco lo que nos pasa en cada función. Siempre esperamos en el hall del teatro a todos los espectadores cuando termina la función y nos agradecen que aunque sea en la ficción eso de compartir un sueño sea posible; vivimos un momento en el que necesitamos algo esperanzador que nos haga pensar que el bien le gana al mal, que lo que uno siente es posible y que no depende ni del dinero, ni de los poderosos, sino que depende de nosotros mismos”, planteó Dayub acerca de este esperado regreso.

En este contexto donde los protagonistas son dos supuestos perdedores, de esos que el teatro, cuando es bueno, valioso e ingenioso, sabe poner en el lugar que se merecen, el material adquiere un ribete de verdad que lo corre de cualquier posible convención dejando en claro que la mentira hoy habita otros lugares. En ese sentido, Luppi analizó: “En el caso de esta obra o de las piezas que escribe Mauricio, son temas que siempre nos juntan y nos hacen reflexionar, temas que tienen que ver con lo importante que es escribir de adentro hacia afuera. Es decir: ver lo que me pasa y cómo eso lo puedo transformar en un espectáculo y no empezar al revés, de afuera hacia adentro, con esa especie de fuegos de artificio. Y esta obra tiene eso muy claro y muy marcado: ya en el momento que él la escribió (se estrenó en el 97 y dos años después se adaptó al cine) también hablaba de la importancia de persistir en el sueño propio. Y entonces aparecen estos dos personajes que son aparentemente perdedores, pero que persisten en ese sueño porque es lo único que tienen. Al fin y al cabo, lo único que tenemos son los sueños propios, y creo que la obra habla de eso por encima de todo lo demás y eso empatiza mucho con la gente porque todos tenemos un sueño que queremos llevar adelante y que la vida, las dificultades cotidianas, la marea del sistema nos va alejando de ese objetivo. Y ahí no puede haber mentira, ahí sólo hay lugar para la verdad”.

Resignificar

“En estos años, desde que la estrené, hay algo que se resignificó. Aquella primera vez, lo que llamó la atención de la crítica y de los jurados de los premios al teatro, dado que en su momento yo estuve ternado con Tito Cossa y Carlos Gorostiza por la escritura, es decir con dos de los mejores dramaturgos que ha dado este país, más la supervisión autoral de Mauricio Kartun, es que los pobres habían irrumpido en el teatro argentino, la marginalidad. El teatro argentino estaba más marcado o significado por la clase media con cierta pretensión intelectual. Y ahora lo que siento que nos ha pasado, más allá de que quizás nos cambió la percepción, porque necesitamos un teatro más veloz, entender rápidamente por dónde va la cuestión independientemente de la construcción de esta obra en sí misma que es muy lúdica (donde se bate un récord en escena en presencia del espectador y a puro pulmón), desde aquel momento hasta hoy, es que la cantidad de gente humilde que no puede cumplir sus sueños ha aumentado, y nosotros, los que no estamos en esa condición, ya estamos convencidos de que esa clase de persona no puede ni podrá cumplirlos. Entonces, advertir el propio prejuicio en escena viendo el espectáculo, lo hace mucho más conmovedor: la gente sale advirtiendo cómo está viviendo y pensando, y eso los emociona a todos mucho más. Por eso cuando salen nos agradecen, nos abrazan. En cierta forma, El Amateur delata en qué forma hemos llegado hasta acá”, analizó el creador acerca del sentido de esta “segunda vuelta”.

Y Luppi sumó: “Es esta idea de tomar conciencia de la naturalización de la frustración, y esta obra lo que intenta demostrar es que no tiene que ser necesariamente así, que no es conveniente que sea así”.

Soltar

Respecto de qué cosas lo llevaron a “soltar” esta obra en aquél momento, y a partir de allí generar, por ejemplo, su propio espacio teatral, el Chacarerean, donde estrenó la mayoría de sus últimos trabajos, confiando en una forma propia, singular de concebir su arte, Dayub evaluó: “Creo que en ese momento la dejé de hacer porque había llegado a mí techo como productor, no tenía más herramientas para poder seguir haciéndola, siguiendo los pasos que había que seguir con un éxito de esa magnitud. También había otra gente asociada a la producción, con otros puntos de vista respecto de lo que es el éxito, y yo tuve  que definir ahí cómo defendía este proyecto, era joven, desconocía algunas cosas, y quizás no lo supe manejar y la terminé bajando en su mejor momento. Eso me llevó de regreso a la escritura.  Yo tenía la sensación de que después de lo que había pasado con El Amateur, casi como si fuera James Dean, todos querían que me muriera, que ya no hiciera más nada porque no creían en la segunda obra (risas). Entonces tuve que inaugurar una sala para poder estrenar esa segunda obra y distraer la atención, porque sentía que todos iban a comparar, iban a decir que El Amateur era más esto o más de lo otro. A la obra que siguió la intentaron voltear con muchas contradicciones y era un tiempo en el que la crítica tenía una fuerte influencia. Y el mismo medio que la criticaba, que la volteaba, que la criticaba mal, después la ponía en la lista del mejor espectáculo el teatro off (risas). De todos modos, esas dos o tres obras me trajeron hasta acá, con mi estilo y mi forma de trabajar y una confianza del espectador que también sabe que cuando viene a ver un espectáculo escrito, actuado y producido por mí tiene la sensación de que va a tener determinados condimentos”.

El reencuentro

Gustavo Luppi, un actor del teatro luego volcado a la televisión por muchos años, fue el creador de las imágenes que acompañaron la primera versión y amigo personal de Dayub desde hace muchos años.  “Había visto aquella versión y había vivido de cerca el proceso de escritura, hablamos mucho en aquellos años de esta obra, ya éramos muy amigos. Me pareció una oportunidad hermosa de recorrer un texto que yo siempre había admirado. Era como estar en El Padrino, imposible para decir que no (risas). El ofrecimiento fue muy gratificante y muy emocionante para mí. Por muchos años yo dirigí televisión pero siempre tenía el corazón en el teatro, trataba de hacer algo, pero los proyectos me llevaban para otro lado. Había hecho una obra de teatro con mi hijo (Juan Luppi) con la que nos fue bastante bien y después llegó Mauricio con este ofrecimiento y le dije que sí de inmediato”.

“Este reencuentro fue como hacer un seminario porque los tres, nosotros dos y el director Luis Romero, nos conocemos desde hace mucho tiempo. Cuando yo lo convoqué al director, éramos alumnos de Carlos Gandolfo, Gustavo estaba en sus comienzos y había trabajado mucho como actor, en el mismo sentido, en estos años, nosotros también trabajamos como directores. Entonces ahora éramos tres directores armando un espectáculo nuevo a partir de una esencia que conocíamos mucho, porque Gustavo también estuvo en la primera versión donde se ocupó de todo lo audiovisual. Recuerdo siempre que lo llamé una noche para que me acompañara a ver a Mojarrita Agüero batiendo el récord de permanencia en el agua, que es parte del espectáculo (risas). Y ahora que hacemos funciones notamos que el paso del tiempo nos jugó a favor, que el sueño y los desafíos son aún mayores, y ni hablar de los reencuentros con artistas como Graciela Galán o Jaime Roos, maravillosos”.

La necesidad

Finalmente, respecto de un cruce que se puede trazar entre El Equilibrista y El Amateur, partiendo de personajes construidos al calor de lo propio, en un país donde se vive haciendo equilibrio y donde lo amateurismo aparece casi siempre como marca indeleble, con todo eso resonando en el imaginario de los espectadores, Dayub cerró: “Qué bueno ver eso, porque la vida se ha simplificado tanto que siento que muchas veces no la comprendemos del todo, porque no hay quien arroje luz. Yo creo que a veces lo que pasa en el teatro no es sólo a través de la inteligencia, sino a través de las sensaciones, cuando la gente se emociona en el teatro sale dándose cuenta que algo que creía que no necesitaba en realidad lo necesita profundamente, y esto es algo que está pasando. En la época que estrenamos la primera versión de esta obra el público iba en búsqueda eso. Y ahora, el público se sorprende encontrando una propuesta así y sale a contarles a los otros que tienen que ir a verla, porque por suerte no todo lo que necesitamos está en la tecnología. Para eso está el teatro: para suplir esa necesidad que tenemos de ver la condición humana mejor de lo que se la puede ver en la realidad”.

Para agendar

El Amateur, segunda vuelta se presenta en Rosario este sábado y domingo, a partir de las 20, en el teatro La Comedia (Mitre y Ricardone), donde se venden las entradas o bien a través del sistema https://www.1000tickets.com.ar/evento?id_evento=1196&el-amateur-segunda-vuelta-. Con las actuaciones de Mauricio Dayub (también autor) y Gustavo Luppi, bajo la dirección de Luis Indio Romero, la puesta cuenta con música de Jaime Roos, escenografía y vestuario de Graciela Galán, diseño de iluminación de Matías Sendón, fotografía de Marcos López, asistencia de dirección de Paolo Sambrini, asistencia de escenografía y vestuario de Mariela Solari, operación de sonido de Franco Planel, maquinaria a cargo de Cristian Núñez, realización de vestuario de Lidia Benítez, realización de escenografía de Gabriela Kohatus, Mariano Sivak y Oscar Feliciano Marín; coreografía de Edgardo Negro Millán, pelucas de Roberto Mohr, diseño gráfico de Julieta Garione y Pablo Bologna y producción general de Mauricio Dayub.

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