Revelar los mundos propios, esos que están ocultos en el imaginario de un artista que siempre recurre a ese mismo baúl de los recuerdos para dar forma, cuerpo y sentido a sus personajes. El entrerriano Mauricio Dayub, atento a esos momentos de la Patria de la infancia que se mezclan con los otros momentos que habitan los recuerdos, hace equilibrio entre le evocación y la fantasía, entre el humor y las pequeñas tragedias en El Equilibrista, uno de los espectáculos más elogiados de la cartelera porteña del presente que llega este fin de semana a Rosario con dos funciones a La Comedia, y que el sábado 28 cerrará la 15ª edición del Argentino de Artes Escénicas en Santa Fe.
“Mi familia me proponía que estudiara Ciencias Económicas y yo quería ser actor, algo que les resultaba muy curioso; era un momento en el que ser actor era raro. Me imagino que era complicado ser padres de un hijo que quería estudiar algo que les parecía que no tenía futuro. Entonces mi papá me ilusionó mucho con que Ciencias Económicas era la carrera del futuro y viendo lo que pasa en el país ahora quizás no se equivocó demasiado. Pero yo salí de ahí y seguí mi corazón; y no me equivoqué porque seguí mi vocación y hago lo que me gusta: siempre pensé que ser feliz es ser de grande lo que uno se imaginó que iba a ser cuando era chico; haber podido ser fiel a esa postal me ayudó mucho en la vida”.
De este modo, con un nivel de sensibilidad infrecuente en un artista, Dayub, en medio del éxito arrollador de Toc Toc, la comedia de Laurent Baffie que lo cuenta entre sus protagonistas hace nueve temporadas, eligió correrse de cualquier lugar de comodidad para abismarse a caminar por la cuerda floja de los relatos íntimos, tanto literal como metafóricamente.
El actor escribe: “Mi abuelo tocaba el acordeón junto a una caja que decía «Frágil». Una caja similar a la que mi padre usaba para guardar las obras de arte que remataba. Mi abuela soñaba con cajas que no abría. Un día le conté que yo también soñaba con una caja. Me aconsejó que no la abriera. Cuando me animé, la abrí, y entendí a mi papá. Luego abrí otra y comprendí a mis tíos. Hasta que en la última me encontré a mí mismo. Mi abuelo había atravesado el mar con su acordeón oculto en esa caja que decía «Frágil». El mismo mar que tuve que atravesar yo para saber de dónde venía. Ahora entiendo por qué”.
Imaginario poético
El Equilibrista, espectáculo recientemente nominado a tres premios ACE (mejor actuación, mejor dirección y mejor música original) surgió a partir de la escritura conjunta entre Patricio Abadi, Mariano Saba y el propio Dayub, bajo la dirección de César Brie, un creador de trayectoria internacional cuya enorme profundidad poética es directamente proporcional a su talento.
El espectáculo propone una singular fusión entre herramientas del biodrama y la reconstrucción de un imaginario poético que de inmediato encuentra su resonancia en el platea a lo que Dayub suma, en medio de un montón de personajes que va desplegando, el relato real de su reencuentro con los orígenes de su familia en Italia a finales de los años 80.
“No es una obra fácil de definir, porque cuando cuento lo que hay dentro de El Equilibrista siento que no representa lo que le pasa a la gente al verlo; en principio porque es un espectáculo que me ha dado una gran sorpresa: empecé haciendo una función por semana, dado que el resto de la semana hacía Toc Toc, a las dos semanas agregué dos funciones y a las tres semanas estaba haciendo veinte, todas a sala llena con dos y hasta tres semanas de venta anticipada. Y como hice una promoción en la radio que después levantaron los medios gráficos, diciendo que es un espectáculo con garantía, recibo a la gente al final y al que no le gustó le devolvemos el dinero de la entrada. A partir de allí los espero a todos en el hall del teatro y la gente me dice cosas tan hermosas que me emocionan”, expresó el actor y gestor cultural, que lleva adelante la sala Chacarerean, en pleno Palermo, donde presenta esta obra cada semana.
Álbum de familia
“En un gran porcentaje, el espectáculo es la historia de mi familia: aparecen muchos personajes que son mis tíos, mis abuelos, que soy yo cuando era chico, pero van apareciendo de una manera que es muy difícil de contar; incluso es algo que me pasó a mí que no quería componer roles como habitualmente hacemos en el teatro, y entonces los personajes aparecen como si se fueran desgranando uno en otro. Los hago a la vista del público y los cambios son pequeños trucos de magia que el espectador descubre después”, adelantó Dayub. Y continuó: “En escena manejo y convivo con más de treinta objetos: soy el propio maquinista del espectáculo; muevo la escenografía yo mismo, también toco un instrumento que no sabía tocar pero aprendí, como aprendí a hacer equilibrio casi por sobre las cabezas de los espectadores. Todo eso para poder plasmar una frase con la que comienza el espectáculo y que decía mi abuelo: «El mundo es de los que se animan a perder el equilibrio»”.
Funambulista en escena
«Hay una frase con la que comienza el espectáculo y que decía mi abuelo: «El mundo es de los que se animan a perder el equilibrio»”.
“Después que paso por todo este derrotero que propone el espectáculo, me parecía que la mejor manera de plasmar esta frase que decía mi abuelo acerca de los que se animan a perder el equilibrio estaba en intentarlo ahí mismo, en vivo con el público, y es un momento extraordinario: hay una adrenalina que va más allá de la del actor y de lo que implica un unipersonal, que es un riesgo tremendo”, dijo Dayub acerca de este momento clave del espectáculo en el que se vuelve un funambulista. Y recordó: “Un día, antes de salir a escena, me preguntaron qué sentía y respondí que me sentía como un clavadista mexicano a punto de saltar al mar, en medio de ese vacío y de esa distancia que hay entre la roca y el agua, donde uno se pregunta cuántas cosas pueden pasar en el medio; por suerte todo eso pasa porque el espectáculo fluye”.
“Yo le quise poner un plus que el director César Brie entendió perfectamente –continuó-, porque antes de empezar a ensayar esta obra redefiní mi vocación con el teatro. Yo llevé a Buenos Aires una forma de trabajo que me acercó el teatro independiente de los primeros años en Santa Fe, que me ayudó a encontrar una forma propia con la que estoy cumpliendo casi cuarenta años desde mis comienzos. Entendí que si yo sólo lo decía desde arriba del escenario no se concretaba el teatro que deseaba hacer; el teatro que me interesa no se trata de mostrarlo ni de contarlo quizás como lo hace el stand up. Yo decidí que sólo era teatro si se lo hacía imaginar al espectador. Y lo que está pasando con <El Equilibrista< es que la historia de mi familia empieza a ser la de las familias de cada uno de los que están en la platea, porque si cada uno se la puede imaginar, eso va más allá de lo que yo hago. He sido muy elogiado por este trabajo, con tres nominaciones a los premios ACE y es algo que agradezco, pero creo que lo que la gente me devuelve a la salida es algo íntimo y personal, es algo que le pasó porque lograron relacionar lo que pasa en escena con sus propias vidas”.
Abrir la caja correcta
El actor despliega en escena un minucioso trabajo con los objetos que encierran secretos de la historia familiar, para poder volver a ser por un momento lo que hay adentro de esas cajas de las que le hablaba su abuela. “No somos lo que nos pasa, somos lo que elegimos ser, porque en la vida podemos salir de donde estamos. Mi abuela decía que durante la noche, cuando no podía dormir, recorría el archivo de su cerebro hasta encontrar una cajita; era como un compartimento que adentro guardaba una pregunta y que no tenía que ver con lo que vamos a hacer el domingo o donde vamos a ir a pasear; la pregunta tenía que ver con qué es la vida, y ahí decía que le venía una ligera transpiración, un ahogo que la llevaba a saltar de la cama, sentarse y respirar hondo. Un día le conté a mi abuela que a mí, varias veces, me había pasado lo mismo, y ella me dijo que si mi cabeza iba por ahí que no haga lo que había hecho ella, que no habrá esa cajita, que la dejara correr, porque, según decía, había otras cajitas más lindas; claramente tenemos muchas cajitas y somos las que elegimos ser”.
Dayub, que en el verano retomará las funciones de Toc Toc en una nueva temporada, sostiene que en gran medida la obra logra reflejar el valioso proceso de trabajo que llevó adelante rodeado de un gran equipo. “Fue una unión extraordinaria; los ensayos fueron como clases magistrales. En charlas en las que me han invitado a hablar del espectáculo puedo dar algunos ejemplos de lo que pasó en ese proceso con César Brie, donde uno advierte realmente lo que es un director, porque no es sólo alguien que ha desarrollado mucho la actividad sino que es alguien que ha creado su propio estilo y uno siente que está en el teatro cuando está viendo sus espectáculos”.
La verdad en el teatro
El teatro es el riesgo permanente del fenómeno vivo y la búsqueda de una verdad que actor y público encuentran en el espectáculo, algo que en la supuesta “vida real” se vuelve cada vez más intangible.
“En la obra hay un momento donde digo que la vida no es tan real como perece. Eso viene de una metáfora muy potente que está desde el comienzo del espectáculo y que nos pone a todos en clima; coincido con la lectura de que la vida real está siendo cada vez más un invento y lo que realmente nos pasa está cada vez más lejos de nosotros. Hay que tomarse un tiempo porque estamos yendo al lugar equivocado. Creo que algunas artes, como la música o el teatro, como en este caso, nos pueden acompañar para ir a esos otros lugares, porque si perdemos la sensibilidad, llegará un momento en el que nos van a venir a preguntar cómo se hace para volver a ser personas. En un momento del espectáculo, respecto de esta deshumanización que estamos viviendo desde hace mucho tiempo, digo: «Una de estas noches me animo, lo paro yo al mundo y se lo grito a todos, para que de una vez por todas, el mundo y yo seamos lo que tenemos que ser». Y no tiene que ver con nada solemne, de hecho este espectáculo es absolutamente divertido, pero me pude correr de algo que aseguraban los productores, que afirmaban que éste era un momento en el que sólo había lugar para las comedias, porque la gente quiere divertirse para olvidarse de la realidad. Y en El Equilibrista, la gente se divierte mucho pero se repiensa y se resignifica un montón, y cuando salen, que me abrazan y me agradecen, pienso que esto nos estaba haciendo más falta que olvidarnos de la realidad”, expresó el actor que prepara un festejo especial por las cien funciones en el teatro El Nacional, que tiene mil localidades, otra prueba de fuego que enfrentará El Equilibrista.
Detrás del origen
En un mar en el que las aguas del anecdotario familiar tiñen las costas del territorio de un espectáculo donde conviven la risa con la conmoción, con la historia de la inmigración en un primer plano, una anécdota personal vivida a fines de los años 80 aparece como una gran revelación, donde conspiraron la actuación y la lluvia para que algo cambie la historia familiar de Mauricio Dayub.
“Tiene un plus el espectáculo porque revelo algo que me pasó en Italia buscando a la familia de mi abuela, que fue muy conmovedor para mí y que mantuve oculto por mucho tiempo”, dijo el actor. Y se explayó: “Fui a rodar una película a Yugoslavia y me dieron dos días libres porque no paraba de llover. Me fui al pueblo donde había nacido mi abuela y mi madre, donde supuestamente no quedaba nadie de la familia; me llevó la intuición y parte de los relatos familiares: había escuchado que había una torre con un reloj y que estaba muy cerca del puerto. Empecé a golpear puertas buscando el apellido y todos me recibían ilusionados porque siempre esperan que llegue alguien de los que se fueron. De repente me dicen que alguien conocía el apellido de mi abuela y que lo habían llamado por teléfono para que me venga a buscar. Cuando nos vimos, la relación se abrió porque relacionó a la Argentina con Maradona. Terminamos en una casa donde ya se habían juntado varios familiares que esperaban ansiosos la llegada de la hermana de mi abuela, a la que habían ido a buscar a misa para avisarle que estaba yo. En ese momento, hacía 55 años que ni hablaban ni se escribían con mi abuela. Cuando esta mujer llegó, mientras yo miraba las caras de mis tíos y encontraba parecidos, ella se acercó, me abrazó, mientras escuchaba a todos preguntarse «dónde está la Giuseppina». A la noche hubo una gran cena; después me llevaron a la casita donde había vivido mi abuela que aún tenía la misma puerta. Ese recorrido lo hice con una persona que me acompañó pero que no era de la familia. Allí me preguntó si yo sabía por qué mi abuela hacía 55 años que no tenía contacto con la familia, incluso me contó que la madre de mi abuela se murió preguntando por ella. Así me enteré que mi abuela se fue porque se había enamorado de alguien que a la familia no le gustaba pero que finalmente fue mi abuelo. Ella quedó embarazada de mi mamá y por la vergüenza que sintió se tomó el primer barco y se fue. Hubo unas cartas en el medio que le mandó mi abuelo pero que ella nunca recibió porque no se las dieron. Pasaron cinco años y mi abuela recibió dos pasajes para venirse a la Argentina con su hija, mi madre, a formar una familia. Allí se entera que nunca le habían dado las cartas que le mandaba mi abuelo, y entonces se sube al barco y no les habla nunca más. A mi regreso a la Argentina traje un montón de regalos y de fotos que me dieron, con la condición de que mi abuela hablara con su hermana después de tantos años. Ella no quería pero fue una condición para darle los regalos. Cuando se lo propuse, me pidió que la esperara, se fue por un largo rato, y cuando volvió estaba peinada y vestida para encontrarse con todo eso; sentí una responsabilidad enorme, empecé a marcar el número en el teléfono y ella se puso muy nerviosa porque recordada poco del idioma. Dijo «hola» dos veces con la misma voz de sus 19 años cuando se vino; del otro lado no respondían, no podían hablar porque estaban llorando. Es una historia que cambió mucho mi lugar en la familia, su vida y la de mi madre, que después, a los 70 años, viajó y se reencontró con toda esa parte de su historia que nos modificó a todos”.
Para agendar
El Equilibrista se presentará este sábado a las 21 y el domingo a las 20, en el Teatro Municipal La Comedia, de Mitre y Ricardone, donde también se venden las entradas, o a través del sistema 1000tickets.com.ar