Hace un siglo, el 21 de julio de 1921, los inmigrantes italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, trabajadores y anarquistas, fueron condenados a la silla eléctrica en Massachusetts, Estados Unidos, por presunto robo y asesinato, en un proceso turbio y teñido de xenofobia, el cual, pese a los pedidos de clemencia de las multitudes en todo el mundo, finalizó con la ejecución de ambos en 1928.
El caso resurgió en 1971, tiempos en los que el aire social parecía traer aromas reivindicativos y la película Sacco y Vanzetti, de Giuliano Montaldo, con Gian María Volonté y Riccardo Cucciola en los papeles protagónicos, enardecía a los públicos.
Veinte años más tarde, el argentino Mauricio Kartun estrenó su versión teatral, repuesta en 2014, la cual transformó al dramaturgo y director teatral en una voz autorizada sobre el tema.
Consultado por la agencia de noticias Télam sobre la permanencia en la memoria colectiva de los personajes reales Sacco y Vanzetti, Kartun expresó: “El arte es una forma de moldear los mitos para reproducirlos, un soporte, pero el fenómeno nunca es la obra sino el mito mismo. Lo que hace que la historia de los dos italianos vuelva una y otra vez no es simplemente la injusticia, de la que hay mil historias por día en el mundo, sino su resistencia sobrenatural, su grandeza desmesurada, esa dignidad espectacular, en el sentido más literal de la palabra, que los lleva a enfrentar la silla eléctrica antes que confesarse culpables de un delito no cometido. Ese sacrificio tiene mucho de religioso, curiosamente. En el mito está siempre la metáfora, la singularidad poética, los dramaturgos las detectamos y las aprovechamos nomás”.
La propuesta de Kartun se basa documentos judiciales de la época, pero llama la atención el catolicismo que asoma en los personajes, ya que los anarquistas se suponían ateos. “No tengo muchos datos al respecto”, confesó Kartun. Y explicó: “Se nota en ellos, no obstante, la cultura religiosa de sus orígenes. Está presente en cierto sentido del sacrificio, muy cristiano, y en sus escritos sobre todo, que son verdaderas escrituras. Las cartas de Sacco a su hijo, por ejemplo, son una especie de evangelio «anarco» precioso”.
Según contó el autor, la obra empezó a gestarse como una escritura por encargo. “Me convocó (el director) Jaime Kogan. Arrancamos al principio con la idea de adaptar un trabajo de teatro documental del que había partido también la película, pero encontramos aquí, en Buenos Aires, tanto nuevo documento que terminamos haciéndole nuestra propia dramaturgia. Tenemos aquí dos extraordinarias bibliotecas sobre temas anarquistas. La de la Fora (por la Federación Obrera Regional Argentina), de la calle Brasil, y la José Ingenieros en Villa Crespo. A medida que leíamos nuevos registros sobre el caso se ampliaba el relato y encontrábamos a cada paso más y más dramaticidad. La complicidad siniestra de los jueces, la solidaridad de los presos comunes, la movilización internacional. Me apasioné. Hasta el día de hoy sigo acopiando bibliografía, que de una manera u otra ha ido a parar a mis obras posteriores. En Ala de criados, en Salomé de chacra y en Terrenal hay muchísimo de esa cultura «anarca»”.
Consultado acerca de qué piensa respecto de que actualmente los sectores de ultraderecha se llamen a sí mismos “libertarios”, Kartun opinó: “Es curioso, sí. Intrusaron el término. Hablan también de «anarcocapitalismo» en tanto se oponen a cualquier estatismo. Fenómenos extravagantes de la política. Y de las traducciones literales del inglés. Qué vas a hacer…”.
Además y consultado sobre su versión de 1991 merecería una relectura, dados los cambios en la sociedad, el autor apuntó: “Suelo perder de vista a las obras después de que pasa el envión de su estreno. No volver a tocarlas. Me gusta esa independencia que cobran, cómo una puesta trae la otra, cómo circulan los textos y detonan montajes en los lugares más insólitos; cómo los elencos adaptan, modifican y acomodan. Las reescrituras se dan solas. Hasta hace un par de años Sacco y Vanzetti se representaba en un hermoso galpón del puerto de Río de Janeiro y hasta este año la tiene montada en México un grupo de jóvenes del Movimiento Antorcha Campesina”.
En la actualidad, sorteando las vicisitudes de la pandemia, Kartun repuso Terrenal. “Lo que ha sido un primer paso hacia algún tipo de normalidad. Sabemos que habrá idas y vueltas pero apostamos a avanzar, a ir agregando funciones. Estamos en la octava temporada y la sala se sigue llenando, ha sido un aire fresco después de tanto respirar barbijo. Seguimos de todos modos con protocolos estrictos, arriba y abajo del escenario. Confío en que la cosa se vaya normalizando y podamos reestrenar pronto también La vis cómica. Cuando se decretó el año pasado el cierre de las salas estábamos a unos días de reponerla, con todo listo. El elenco está vacunado y en las gateras”, concluyó el destacado dramaturgo y director.