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Max Verstappen: la evolución lleva su nombre

El holandés Max Verstappen demostró en el Gran Premio de Brasil que llegó a la Fórmula Uno para cambiar todo.

Con sólo 17 años debutó en la Fórmula 1 cuando aún ni siquiera tenía permiso para circular con un auto de calle. A los 18, consiguió su primera victoria en su estreno en Red Bull. Los elogios, impacientes, no tardaron en llegar; pero en el pasado Gran Premio de Brasil conquistó el respeto de todos al ganar ¡once posiciones en sólo catorce vueltas bajo una intensa lluvia! Y como yapa, luego se subió al podio. Su nombre es Max Verstappen, el fenómeno en ascenso que llegó para cambiarlo todo.

El hecho de que haya dejado una estela de autos rivales, bajo un aguacero, muchos de ellos por el lado externo de la pista, en Interlagos, en el mismo lugar donde otro joven llamado Ayrton Senna se pasaba cada tarde junto a su karting uniendo circuitos mojados, termina siendo una coincidencia. La calificada marea de alabanzas posterior a su actuación, con reverencia incluida de Niki Lauda, definitivamente no.

El domingo paulista le entregó lo que aún le hacía faltaba a este joven belga de nacimiento, pero holandés por adopción; al igual que su padre Jos, un ex piloto de Fórmula 1 (107 GP entre 1994-2003), para dejar a un costado las polémicas que a través de su manejo, pero más aún con su filosa lengua, había cosechado en las carreras de esta temporada; la de su ascenso a Red Bull. Un año que, luego del breve e inicial paso por Toro Rosso, le permitió sentarse a la mesa de los más grandes. Y alzar su voz.

Max Verstappen hace un tiempo que viene encandilando a propios y extraños. Desde su llegada a la Fórmula 1, tan temprana como a tiempo, viene marcando récords que pertenecieron a otros nombres que luego llegaron a ser campeones del mundo como lo son, en lo reciente, Fernando Alonso o Sebastian Vettel. El descubrimiento por parte de Helmut Markko, cazatalentos de Red Bull, estuvo atado una selección que, al igual que otro racimo de pilotos, debía demostrar en el gris asfalto; aunque también fuera de él. Su escasa experiencia acumulada en apenas una sola temporada de Fórmula 3 Europea, en 2014, y nueve años de karting formativo previo, dejaba un manto de dudas sobre la decisión del propio Markko. “Espero batir otros récords, no sólo el de la edad”, decía con sinceridad aquel adolescente en los primeros meses de 2015. Franz Tost, su otrora jefe de equipo, ya lo comparaba con Senna por la velocidad y habilidad que demostraba para las superaciones.

Y su llegada atrajo miradas por su juventud récord para largar un Gran Premio. Pero pronto, la novedad de su precoz edad se posó certeramente con su victoria en el Gran Premio de España, ya perteneciendo a la actual temporada, el mismo día que hacía su debut con la escudería de la bebida energizante, convirtiéndose en el también más joven ganador de la historia. Aquella tarde, los Mercedes se tocaban, y él aprovechaba el regalo para estrenarse junto al champagne en el escalón más alto del podio.

De aquel instante glorioso, hasta aquí, su performance tuvo altos y bajos, con mucho de aprendizaje mientras estaba intentando equilibrar un temperamento difícil de arrear. Cada vez que el motor Renault vio una evolución, y que su coche así se lo permitió, tuvo momentos de tensa lucha frente a los consagrados. En Hungría le cerró la línea a Raikkonen, luego de frenar, y eso molestó al finlandés de Ferrari, con el que además tuvo otro fuerte cruce en el Gran Premio de Bélgica. Previamente, en aquella cita de Spa, los hombres del cavallino rampante lo responsabilizaron de un toque entre ellos en la exigente curva 1 del circuito. Pero con total desfachatez se enfrentó a la prensa y les contestó sin tapujos: “Deberían avergonzarse de chocar entre ellos y no quejarse de mí”.

No sería el último episodio de este tipo. En el circuito de los Hermanos Rodríguez, en México, fue correctamente sancionado por cortar la primera curva del trazado mientras intentaba escapar del asedio de Vettel. Ni lerdo, ni perezoso, cargó sus tintas y reclamó a los cuatro vientos haber hecho la misma maniobra que Lewis Hamilton en el comienzo de la carrera, por la cual el inglés no había recibido ni siquiera un mínimo tirón de orejas. Y su opinión se mantuvo, sin dejarse amedrentar por los veredictos de comisarios, de la prensa, ni de sus propios rivales; mostrándose con una solvente personalidad irreverente. Siempre al límite; como en la pista, donde encuentra su mejor versión. El lugar donde se ha ganado el respeto de todos, ya sea por su aspereza para ser sobrepasado o bien por su agresividad para ir en busca de una posición. Una cualidad que proviene, según los especialistas en coaching deportivo, de su propia auto confianza y no del miedo.

En la encrucijada actual que habita la Fórmula 1, él es el prólogo de un nuevo comienzo, de un nuevo enfoque sobre cómo deben manejar los pilotos. Se encuentra aprendiendo, y a su vez, alzando el listón; sabiendo interiormente que si desean ganarle, tendrán que ser cada vez más parecidos a él. “Es la evolución de la especie”, afirmó el ingeniero argentino Enrique Scalabroni. Es la cara del futuro de la Fórmula 1; de un futuro que hace rato ya llegó y que, envuelto en un cúmulo de estridencias, responde clamorosamente al nombre de Max Verstappen.

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