“Confié porque pensé que era policía. No se escuchaban tantos casos como ahora donde hay muchas muertes de chicas. Yo recién cumplía 18 años y me arruinó mi adolescencia. Nadie me va a borrar su cara. Hoy tengo miedo de tener amigos, de salir sola a la calle y no puedo dormir a la noche”, dijo la primera de las 18 víctimas de Luis Marcelo Escobar, el hombre de 42 años que este jueves comenzó a ser juzgado por abusarlas sexualmente. Ellas tenían entre 14 y 25 años, y las abusó entre 2014 y 2016. Con todas usaba una modalidad: simulaba ser miembro de la Brigada Antinarcóticos para engañarlas y llevarlas a un lugar alejado. En diciembre de 2016 lo detuvieron, después que una de las víctimas de 14 años fotografiara la patente de su auto. Desde entonces está detenido en Coronda, donde permanecerá hasta que termine el juicio.
La fiscal Carla Cerliani, de la Delitos Contra la Integridad Sexual, pidió 50 años de prisión “por 11 de casos de abuso sexual con acceso carnal agravado por arma de fuego, dos de abuso sexual con acceso carnal, dos hechos de tentativa de abuso sexual carnal agravado por uso de arma de fuego, dos abusos simples agravados por uso de arma de fuego y un abuso sexual simple”.
También lo acusó de amenazar de muerte a la ex suegra desde un teléfono celular mientras estuvo detenido. Ahora un tribunal integrado por los jueces María Isabel Mas Varela, Patricia Bilotta y Mariano Aliau determinará su responsabilidad.
En el banquillo
Sin permiso para que la prensa tomara fotos, este jueves Luis Marcelo Escobar entró en la sala 9 del segundo piso del Centro de Justicia Penal y se sentó en el banquillo de los acusados. En silencio, y con la mano sobre la boca, el locutor de San Nicolás escuchó las acusaciones de la fiscal Carla Cerliani, quien relató las 18 situaciones de abuso que las víctimas detallarán durante las próximas semanas.
Serán parte de los elementos de prueba que usará para demostrar que el hombre actuaba bajo un patrón de conducta. En una sola oportunidad abusó junto con otro hombre. También en una ocasión abandonó a la víctima cuando esta le dijo que estaba embarazada y que podía contagiarlo de HPV. A los testimonios de las víctimas, sumará además el testimonio de los peritos bioquímicos que analizaron el ADN, el de los médicos que constataron lesiones en algunas de las víctimas y el de las fuerzas de seguridad que investigaron.
“Las 18 víctimas van a contar los hechos de extrema violencia que sufrieron. Van a contar el quiebre de su vida. Porque él es autor de estos hechos. Ellas lo reconocieron y pueden dar detalles de elementos que son pruebas”, dijo Cerliani frente al tribunal.
La defensa de Escobar, a cargo de Luisa Cañavate, desestimó las pruebas de la Fiscalía. Dijo que la evidencia es insuficiente para condenarlo por cada hecho y que no permite confirmar que el acusado haya sido el autor en todos los casos.
Por último, Cañavate cuestionó los 50 años de prisión pedidos por la fiscal y argumentó que una condena tan larga no permitirá que el acusado vuelva a socializar.
Engañada
Una de las víctimas que habló este jueves tiene 22 años y vende ropa a domicilio. Hace seis meses renunció a la empresa de limpieza donde trabajaba por miedo. Desde hace cinco años no sube sola a un remisse y teme que un hombre o un policía se le acerquen. Le recuerdan a Escobar, el hombre que la abusó cuando tenía 18 años.
Según contó en la primera jornada del juicio, y luego de pedir que el hombre se retire de la sala, el viernes 4 de abril de 2014 la joven salió de la casa de su abuela, con quien vivía en zona sur. Eran las 22.30 y esperaba un colectivo en la esquina de San Martín y Garibaldi para ir a visitar a una amiga. Un auto antiguo, de color azul oscuro frenó. Del interior, bajó un hombre robusto y de baja estatura. Vestía de negro y en la cintura cargaba un arma y unas esposas. Con una credencial falsa, se presentó como un policía de drogas peligrosas. Le dijo que buscaba a una chica que había vendido drogas a dos chicos en la zona.
Con la excusa de averiguarle sus antecedentes, le pidió el documento y otros datos personales. Mientras simulaba seguir órdenes a través de un handi, la invitó a subir al auto para llevarla a la comisaría con la promesa de regresarla a la casa. Ella confió y subió.
En el camino el hombre le preguntó si tenía novio y si salía a bailar. A la altura de Uriburu y Grandoli frenó el auto. Le propuso “arreglar” entre ellos. Ella le ofreció plata y su celular que minutos antes él le había hecho apagar. Él lo rechazó y siguió: “No, vamos a arreglar entre nosotros”. Bajó del auto. Ella intentó escapar, pero la puerta estaba trabada. Con el arma en la mano, el falso policía la invitó a bajar. “Estamos en zona peligrosa. Voy a sacar el gato y hacemos que estamos arreglando el auto y cruzamos enfrente al descampado”, le dijo.
Luego la amenazó con el arma, la agarró del brazo y la obligó a cruzar detrás de un paredón a un terreno descampado. Le pidió que se sacara la remera para revisarla en busca de droga. “Dale que soy un tipo de pocas pulgas. Apurate. Sacate la remera y dejame revisarte”, le dijo. La manoseo y le ordenó que se baje el short para ver si tenía droga dentro del cuerpo. Ella se negó y forcejearon. La empujó al piso y la penetró. Ella logró escapar y se escondió hasta que el hombre abandonó el lugar. Tomó un remisse y fue hasta la casa de una amiga. Recién cerca de la medianoche pudo contarle lo que había vivido. “No me animé. Cuando nos fuimos a acostar le dije que no podía dormir, que me había pasado algo feo pero me daba vergüenza contarle”, recordó.
La mamá de la amiga llamó a la familia de la chica. Fueron a buscarla y la llevaron hasta la comisaria de la mujer donde la revisaron y encontraron restos de semen en su cuerpo que formarán parte de la evidencia de la causa.
Después de esa noche, ella no volvió a verlo. Hace tres años, regresó a la comisaría para reconocerlo. Él estaba parado junto a otros tres hombres y se reía. La chica reconoció sus ojos y su estatura. Desde ese día teme volver a cruzarlo.
“Mi vida cambió. Quiero que se haga justicia y que esta persona pague porque me arruinó la vida. Antes tenía muchos amigos. Ahora sólo quiero estar con mi familia. Si se me acerca un hombre en la calle le tengo pánico. Si se acerca un policía quiero salir corriendo. No puedo dormir pensando en que él va a aparecer. Quiero que a nadie más le pase. Pienso que gracias a mí, otras chicas están hablando”, agregó la joven.
El relato de la víctima fue corroborado por la madre, el padre y el novio de la chica, que dieron cuenta de su testimonio. Todos coincidieron en que ella no es la misma desde aquella noche. Pero prefieren no hablar de lo que pasó.
La joven de 22 años fue la primera de las 13 mayores de edad que contarán su historia durante los próximos días de juicio. Otras 5 víctimas, aun son menores, y declararan ante cámara gesell para respetarlas.
Varias veces
La chica criticó el trato que recibió en la comisaría de la mujer la noche que denunció al abusador. Dijo que después de hacerla esperar más de una hora, le hicieron repetir lo que vivió reiteradas veces, ante distintas oficiales. “Estamos viendo si estás mintiendo, me dijeron. No me ofrecieron ni un vaso de agua. No me dejaron hablar con nadie. Me negaron hablar con mi mamá para pedirle ropa nueva”, contó.
La joven dijo que horas después de los hechos, la llevaron hasta el descampado para que reconociera la zona. “El lugar se veía distinto de noche y no me acordaba donde había tomado el remisse. Me dijeron que tratara de recordar porque sino daban por falsa mi denuncia”, cuestionó.