Rubén López, hijo del albañil y militante peronista Jorge Julio López que fue visto por última vez el 18 de septiembre de 2006 tras declarar en el juicio al exrepresor Miguel Etchecolatz, aseguró que de tener en frente al excomisario de la Policía bonaerense ocho veces condenado por genocidio «le preguntaría dónde está mi papá porque él lo sabe».
«Este nuevo juicio contra (Miguel) Etchecolatz me genera sensaciones raras. Por un lado, es siempre positivo que se haga un proceso oral y público en una causa de lesa humanidad, aunque uno como familiar de una víctima se cansa. A veces se siente que es como remar en dulce de leche. Y da mucha bronca porque mi papá no va a estar para contar lo que le hicieron en el destacamento de Arana», señaló Rubén López en declaraciones a Télam.
De esta forma, se refirió al nuevo juicio que enfrentará en agosto el exjefe de la Dirección de Investigaciones de la Policía bonaerense en tiempos en los cuales la fuerza estaba conducida por el coronel Ramón Camps.
Se trata del debate de la causa en la que se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en el Destacamento policial de Arana, que funcionó entre abril de 1976 y marzo de 1978 como un centro clandestino de detención y exterminio.
El proceso oral y público comenzará a ventilarse el 30 de agosto y tiene como imputados a Etchecolatz y Julio César Garachico, exjefe del servicio externo de la Unidad Regional de La Plata durante la última dictadura cívico militar.
Ambos expolicías serán juzgados por los secuestros y torturas sufridas por siete víctimas, una de ellas es Jorge Julio López y el estudiante de La Noche de los Lápices Francisco López Muntaner, como parte de la causa denominada «Arana II», que es un desprendimiento de un juicio en que se abordaron crímenes cometidos en ese centro clandestino.
«Cada vez que se lo enjuicia, Etchecolatz reivindica lo que hizo, pero lo único que le preguntaría si llegara a tenerlo enfrente es dónde está Clara Anahí y dónde está mi papá, porque él lo sabe», apuntó Rubén con contundencia.
López aludió así a Clara Anahí Mariani, la beba de 3 meses, secuestrada por fuerzas militares comandadas por Etchecolatz el 24 de noviembre de 1976, tras un ataque a la casa donde vivía junto a sus padres, en la ciudad de La Plata.
En ese hecho resultó asesinada Diana Teruggi, madre de la beba, que alcanzó a proteger a su hija escondiéndola en la bañera cuando las balas, y hasta un obús, disparadas por efectivos del Ejército y la Policía atravesaron las paredes de la vivienda.
La beba fue rescatada con vida de la casa, que durante dos horas sufrió el ataque y habría sido entregada en brazos a Etchecolatz, presente en ese operativo.
Rubén no tiene dudas que Etchecolatz sabe dónde está Clara Anahí, a quien María Isabel Chorobick de Mariani, una de las fundadoras de Abuela de Plaza de Mayo, buscó por décadas.
«Chicha» Mariani, como se conoció a esta emblemática militante del movimiento de derechos humanos que enfrentó a la dictadura cívico militar, murió en el 2018 sin poder reencontrarse con su nieta apropiada.
Y Rubén López está convencido de que Etchecolatz conoce qué ocurrió con su padre, quien desapareció el 18 de septiembre de 2006, cuando tenía 76 años y salió de su casa rumbo al Palacio Municipal de La Plata, donde ese día ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata debían leerse los alegatos del primer juicio de lesa humanidad que se siguió contra Miguel Etchecolatz.
Ese día, Jorge Julio López salió de su casa, en la localidad platense de Los Hornos, pero nunca llegó a la municipalidad, en cuyo Salón Dorado el 28 de junio de 2006 el albañil había brindado un testimonio pormenorizado de las torturas sufridas tras ser secuestrado en octubre de 1976.
El testimonio de «Lito» en ese juicio, el primero que se celebró en el país tras la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, resultó contundente: él había visto a Etchecolatz en la sala donde torturaban a los detenidos de Arana.
«Mi papá no nos había dicho todo lo que sufrió cuando lo secuestraron», dijo Rubén a esta agencia.
Ese 28 de junio, la familia del albañil presente en el salón Dorado oyó por primera vez los padecimientos que vivió López en las torturas sufridas y los fusilamientos que debió presenciar.
«Sabíamos (los hijos de Jorge Julio López) que había estado secuestrado, pero no los padecimientos que sufrió, recién cuando lo oímos entendimos esa necesidad que tenía de declarar. Da mucha bronca que mi papá no estará para dar su testimonio esta vez. Pero nos dijeron que pasarán lo que dijo en 2006. Va a ser fuerte», subrayó Rubén.
La desaparición del militante peronista en el día que iba a darse a conocer la sentencia es un hecho que aún no se esclareció.
Rubén recuerda que cuando el genocida era juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de «La Cacha» se lo vio escribir y exhibir desafiante un papel donde se leía «Jorge Julio López».
«Cuando se vio a Etchecolatz con ese papel, en el 2014, no se hizo nada. Yo le pregunté al fiscal: ´No lo va a llamar para preguntarle?, ¿quiere que le pregunte yo? ´Y nunca se hizo nada con eso», recordó con enojo.
La causa que se inició por la desaparición de su padre en el 2006 aún tiene como carátula «presunta desaparición de persona» y a pesar de haber reclamado el año pasado que se renombre como ´desaparición forzada´, eso aún no sucedió.
El Tribuna Oral Federal 1 de La Plata fijó para el 30 de agosto el inicio del juicio contra los genocidas Miguel Etchecolatz y Julio Garachico por las torturas y crímenes cometidos contra siete víctimas: Jorge Julio López; el estudiante secuestrado durante «La Noche de los Lápices», Francisco López Montaner; Norberto Rodas; Alejandro Emilio Sánchez; Patricia Dell Orto, Efraim Guillermo Cano y Ambrosio De Marco.
«Patricia (Dell Orto) le gritaba ´no me maten, llévenme a una cárcel pero no me maten, quiero criar a mi nenita, mi hija´ y ellos no, la sacaron. Y van a ver ustedes si algún día encuentran el cadáver o la cabeza, que tiene el tiro metido de acá y le sale por acá… Buum otro tiro», contó Jorge Julio López aquel 28 de junio de 2006, mientras señalaba el centro de su frente.
Temblando de emoción, el albañil y militante peronista dijo que en esa oportunidad pensó: «´Si un día salgo y lo encuentro a Etchecolatz, yo lo voy a matar´, así pensaba pero después me dije, qué voy a matar a una porquería como esa, a un asesino serial. Etchecolatz personalmente dirigió esa matanza».
Así de preciso y contundente fue López durante su testimonio en el 2006. Rubén López tampoco busca venganza, sino justicia.