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Medicina reproductiva: un recorrido por la vida en Rosario

Una serie de eventos ubicaron a la ciudad como un foco pionero: en 1986 nacía el primer bebé “de probeta” del interior.

En los 70 la medicina reproductiva no contaba con aceptación dentro del ambiente académico de Gran Bretaña, es por eso que Robert Edwards, un biólogo pionero en la investigación en medicina reproductiva y fecundación in vitro, junto a Patrick Steptoe, tuvieron que migrar a un centro privado para seguir adelante con su investigación a la que coronaron con éxito cuando una paciente que carecía de trompas pudo quedar embarazada. El 24 de julio de 1978 nacía Louise Brown, la llamada primera bebé de probeta. Una fecha clave en medicina reproductiva.

En el mundo había sólo tres lugares en los que se trabajaba en medicina reproductiva: el equipo inglés mencionado, otro grupo en Australia, y un tercero en Norflox, Estados Unidos, al que se agrega, en Los Ángeles, en la Universidad del Sur de California, otro grupo liderado por Richard Marrs.

Carlos Morente es médico ginecólogo, comenzó su especialización en medicina reproductiva en el año 1982, cuando por medio de una beca accede a realizar un fellow (ayudantía) en un hospital de Estados Unidos para estudiar endocrinología reproductiva.

“Eso fue mientras desarrollaba mi labor en un laboratorio, estudiando métodos de medición hormonal –explica el facultativo–. Se despertó en mí la curiosidad por la medicina reproductiva; solicito entrar, soy aceptado y durante dos años trabajo con el doctor Richard Marrs y su equipo. Lo que me permitió, al retornar, traer una incubadora y algunos otros elementos necesarios para comenzar nuestra experiencia en Rosario”.

Una vez en el país, Carlos Morente, junto a profesionales locales, comienza a trabajar con ratones híbridos de los que obtienen embriones: “Superada esa etapa, a principios del año 1985, previo a una presentación en una sociedad científica, comenzamos a trabajar en seres humanos”, relata.

Este recorrido desemboca en marzo de 1986: “Nace nuestro primer bebé concebido mediante técnica de fertilización in vitro. Manuel fue el primer nacido en el interior y el segundo de Argentina con escasos tres meses de diferencia”, marca Carlos Morente.

La técnica fue conocida como FIV, Fertilización In Vitro.

—¿Su grupo, como los centros de investigación del mundo, siguió avanzando en la investigación incorporando las nuevas tecnologías?

—Es asombroso, en aquel período que va desde el año 1980 a 1988, el gran tema eran los resultados. Con la fertilización in vitro, se alcanzaba entre el 12 y el 14 por ciento; esto era lo mejor que podía ofrecer el método. Pero a fines de los 80 se incorpora el Gift (transferencia intratubaria de gametos) como un nuevo método; al igual que un regalo, pasó a constituirse en la otra gran variante: se tomaban óvulos de una mujer y se lo juntaba con espermatozoides de su pareja, ya preparados, y a ese conjunto óvulo-espermatozoides se lo colocaba en la trompa para que se unieran de manera espontánea.

—¿Cuál era la diferencia entre ambos métodos?

—La fertilización in vitro tomaba los óvulos, los juntaba en un plato de cultivo, los tenía ahí uno o dos días para permitir su desarrollo, y recién después los ponía en el útero. Esta nueva variante, el Gift, los juntaba y en el mismo momento los introducía en la trompa para que hicieran el proceso por su cuenta, lo que exigía una cirugía laparoscópica, ya que es la única manera que tenemos de acceder a las trompas. Terminó imponiéndose la fertilización in vitro, la que se sostuvo en el tiempo, mientras el Gift fue perdiendo fuerza.

—Ante cada avance, nuevos escollos y otros desafíos…

—El gran escollo pasó a ser el hombre, cuando sus espermatozoides no lograban acceder al óvulo. Se intentaron varias técnicas, una de las cuales era hacer pequeños orificios en el óvulo, adelgazando la llamada zona pelúcida para facilitar la penetración del espermatozoide. Este sistema se mostró ineficaz hasta que en Bélgica el médico italiano Giampiero Palermo, intentando poner espermatozoides entre la membrana y la zona pelúcida, se le va la aguja y el espermatozoide entra en el óvulo. En lugar de descartar esta intervención, Palermo lo deja, espera, y al cabo de unos días, el óvulo fertiliza; lo transfiere y se logra el primer embarazo mediante esta técnica, en el año 1995.

—¿El mismo año que ustedes deciden integrarse con otros profesionales para formar un nuevo grupo?

—En 1995 conformamos Programa de Asistencia Reproductiva de Rosario, Proar. Como uno de los objetivos del programa era realizar simposios de la especialidad para todos los médicos que se dedicaran a la medicina reproductiva, invitamos al doctor Giampiero Palermo, quien estuvo trabajando con nosotros haciendo procedimientos con su técnica, en el mismo año de haberlo logrado con éxito en Europa. Biólogos del país, junto a colegas de nuestro medio, pudieron acceder a trabajar con el iniciador de esta técnica. Éste fue un hecho significativo en la reproducción humana, ya que esta técnica se comportó como un método eficaz al permitirles a los hombres que no podían producir cantidades de espermatozoides, con alguno hallado en testículo o en epidídimo, se los intentara fertilizar en el óvulo de su pareja. Esta técnica, Icsi (Inyeccción IntraCitoplasmática de espermatoziodes), permitió incorporar conocimientos sobre cómo recoger el óvulo, cómo recuperar espermatozoides hizo que se puedan incluir a personas que desde el principio no tenían posibilidades de embarazar a sus parejas.

—Habían superado muchos obstáculos…

—Una vez más, quedó demostrado que la ciencia carece de techos; nuestro conocimiento tampoco los tiene. Y comenzamos a asistir, en el mundo, a las técnicas de congelamiento, con las cuales pudimos congelar embriones, ya que el óvulo es una célula a la que todavía no podíamos congelar.

—¿Esa técnica no tuvo que enfrentar cuestionamientos?

—La congelación de embriones, discutida por muchos y con cuestionamientos éticos, era lo mejor que la ciencia podía ofrecerle a la pareja que no podía lograr el embarazo. La mejor opción que conocíamos y que aún hoy conocemos era diferir la transferencia, para lo cual debíamos recurrir al congelamiento de embriones para futuros intentos. Lo que queríamos evitar eran los embarazos múltiples.

—¿Cómo logran superar este escollo?

—Con el tiempo, y con el advenimiento de nuevas metodología de congelamiento, se pueden congelar los óvulos. Se incorpora el congelamiento rápido, la llamada “vitrificación”. Este procedimiento extendió el horizonte, pudimos dar respuestas a mujeres que, ya sea por tener que someterse a tratamientos que pudieran afectar sus órganos reproductivos, o que por sus deseos o necesidades decidían posponer su maternidad. Al congelar sus óvulos les dábamos chances de un embarazo futuro.

—¿Se abrían nuevas posibilidades?

—Una vez aparecido el método científico, luego le encontramos las aplicaciones sociales. Este nuevo método de congelamiento nos abría la posibilidad para que aquellas mujeres jóvenes, con espíritu solidario, pudieran donar óvulos. Ahora mujeres que conservan su aptitud de ser madres pero carecen de óvulos por diferentes motivos pueden con el óvulo donado y con el espermatozoide de su pareja llegar a tener ese embarazo deseado. Los resultados primeros que eran del orden del 14 por ciento, en los 80 llegaron al 30 por ciento con la incorporación de las nuevas técnicas.

“Pero no nos quedamos allí –continúa Morente–. Con los progresos en bioingeniería accedimos a la mejor observación y el diagnóstico: resonancias, ecografías y tomografías lo permitieron; y en reproducción humana, la biotecnología ha ayudado a acercarnos al óvulo, mejorar la técnica de cultivo, con lo cual preservamos su integridad, pudiendo detectar defectos y corregirlos. Aprendimos que hasta un 25 por ciento de los óvulos de una mujer puedan tener defectos cromosómicos, lo mismo puede pasar con los espermatozoides. En algunos casos, cuando ambos se unen, pueden corregirse entre sí para permitir que el embrión sea normalizado”.

“Estamos ahora en el mejor estudio de la célula, transitando ya la etapa de los diagnósticos genéticos para saber si su estructura génica es la adecuada para en un futuro y, probablemente, corregirla”, agrega.

“Al poder preservar por más tiempo los cultivos, la capacidad de embarazo mejora. Hoy se acepta que la tasa de embarazos puede llegar hasta un 50 por ciento”, remarca.

Glosario

Cigoto: Célula que resulta de la unión de las células sexuales masculina y femenina y a partir de la cual se desarrolla el embrión de un ser vivo.

Embrión: En los seres vivos de reproducción sexual, óvulo fecundado en las primeras etapas de su desarrollo.

Gameto: Célula reproductora masculina o femenina de un ser vivo. En el momento de la fecundación se fusionan los gametos masculino y femenino para formar el cigoto.

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