Enfocándose en individuos o relevando también hogares, soslayando o indagando cuestiones étnicas, conformándose con registrar oficios y profesiones o consultando también los niveles de ocupación, ignorando o resaltando la vulnerabilidad social, a lo largo de 153 años los censos hicieron mediciones objetivas pero también “proyectaron una imagen de cómo se autopercibe la sociedad en un determinado momento”, según especialistas.
“Los censos reflejan el contexto en que fueron gestados o implementados”, dijo la directora nacional de Estadísticas Sociales y de Población del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), Gladys Masse. A su turno el doctor en demografía, profesor de historia, investigador del Conicet y escritor Hernán Otero apuntó que estos relevamientos “cumplen un rol importante en la definición de sí misma que tiene una población”.
“Los censos miden objetivamente lo que hay, pero también proyectan determinada imagen de la sociedad o de cómo se autopercibe la sociedad en un determinado momento; y por eso incorporar categorías como la identidad de género tiene un efecto en ese sentido”, aseguró Otero.
Los empadronamientos coloniales daban cuenta de la diversidad étnica
En 212 años de vida como nación independiente, en la Argentina se realizaron 10 censos: el primero en 1869 y el último en 2010. La información suministrada por el censo del bicentenario es la que será actualizada este año, dos más tarde de lo previsto como consecuencia de la pandemia por coronavirus.
El primer relevamiento universal y simultáneo de la población argentina inauguró una modalidad que perduró hasta 2010, que es la del “censo de hecho”, es decir, la de registrar a la población en el lugar donde se la encontró.
“En general, con la implementación de los censos se busca recabar información sobre las demandas de la población y para eso, más allá de conocer cuántos somos necesitamos saber dónde vivimos habitualmente porque es allí donde esta población requiere energía, escolaridad, atención de la salud”, explicó Masse.
Los primeros censos nacionales no fueron anónimos –como serían en general desde 1960 en adelante–, ya que consignaron con nombre y apellido las respuestas a sólo ocho preguntas: edad, sexo, estado civil, nacionalidad, provincia de nacimiento y profesión u oficio, analfabetismo así como “condiciones especiales de la población”, que aludía entre otras cosas a discapacidad sobre la que no se volvería a preguntar hasta 2001.
En cambio en el censo de 1869 no se registraron los rasgos étnicos de los censados de los que sí habían dado cuenta los relevamientos coloniales; un aspecto que será retomado recién a partir del noveno censo y como parte de una “etnitización” de estas mediciones basada ya no en la percepción del censista sino en la autopercepción del encuestado o encuestada.
“Los empadronamientos coloniales daban cuenta de la diversidad étnica porque se tomaba «la raza» como una variable a relevar, pero con la independencia y los ideales de igualdad y fraternidad heredados de la Revolución Francesa, ya no se buscó medir la heterogeneidad sino mostrar esa imagen de homogeneidad de toda la población en un momento de gestación y conformación explícita del Estado nacional”, observó Masse.
Continuidades y rupturas en los censos
Una segunda razón, aportó Otero, es que “se suponía –y no sólo en la Argentina– que esa población iba a desaparecer relativamente rápido” como indicaba el darwinismo social en boga, y por eso los censos revelan “una especie de profecía autocumplida en esto de «no incorporemos una categoría de una población que va a desaparecer rápido»”. El mayor tiempo transcurrido entre una medición y otra fue de 33 años y se dio entre los censos de 1914 (3º) y 1947 (4º), un período impensable en los tiempos que corren.
Para Masse, “al no haber podido implementar el censo en 2020” y hacerlo ahora con dos años de retraso “nos encontramos ante un problema” porque transcurridos más de 10 años desde el ultimo “pierden precisión las estimaciones de población y los marcos censales se agotan”.
A la hora de resumir “continuidades y rupturas” en los diseños censales, Otero identificó como bisagras los de 1869, 1895, 1947, 1960, 1991 y 2001.
“La primera ruptura fue 1869 ya que el primer censo nacional puso en marcha un dispositivo de captación que fijó determinados parámetros de largo plazo, sobre todo en el decisivo tema de la definición de la nación argentina. El de 1895, por su parte, marcó el giro hacia una estadística más densa en la que desembarcó la medición de la fecundidad, la religión y la propiedad”, según puede leerse en su artículo <El concepto de población en el sistema estadístico de la Argentina, 1869-2001<.
El cuarto censo de 1947 “reintrodujo la familia –ausente durante la estadística liberal precedente– y definió matrices de captación en áreas claves como la educación y el trabajo”, describió.
“La captación de la vivienda, en tanto dimensión resumen del bienestar de las personas, fue la obra de 1960. Por último, 1991 y 2001 avanzaron en la medición de la vulnerabilidad social, mientras que 2001 supuso la reintroducción de la discapacidad y la incorporación de la población indígena, en cierto sentido la ruptura conceptual más significativa por su impronta multiculturalista”, agregó.
Las transformaciones socio-demográficas más profundas aparecen en los censos
Las transformaciones sociodemográficas más profundas también pueden rastrearse en los censos: en 1869 casi el 80% de la población era analfabeta pero el porcentaje cae dramáticamente al 54,4% en 1895 –ley de Educación 1.420 mediante– y seguirá decreciendo hasta el 1,9% actual.
En 1914 se dio la mayor proporción de habitantes no nativos dado que el 30% de los censados había nacido en el extranjero y llegado al país con la gran inmigración. Por otro lado, en los casi 100 años que separan los censos de 1869 y 1960 se invirtió completamente el índice de urbanización a favor de las ciudades (72% y 28%) y la población urbana seguiría creciendo hasta el 96% actual.
En el censo de 1991 los divorcios y separaciones duplicaron su incidencia en la población de entre 35 a 55 años como consecuencia de la ley de divorcio; y en 2010 la escolarización de los niños de cinco años pasó del 78,8 al 91,4% en nueve años producto de la nueva obligatoriedad de la educación inicial.
Otras tendencias mundiales como la inversión del índice de masculinidad, el envejecimiento de la población y el aumento de la participación de las mujeres entre los graduados universitarios, también pueden verificarse en estos relevamientos.
Operativo bimodal
Además de inaugurar el cambio de paradigma que implica el censo “de derecho”, el que se realizará este año será un operativo bimodal porque el cuestionario se podrá responder al censista en el domicilio pero también en línea a través del Censo Digital que estará disponible para ser contestado entre el 16 de marzo y el 18 de mayo, fecha esta última que coincide con el relevamiento casa por casa.
“Nosotros esperamos que de esta manera se pueda agilizar el trabajo de los censistas, porque habrá menos tiempo de entrevistas y en la prueba experimental en diciembre de 2021 tuvimos entre un 20 y un 30% que completó el cuestionario digital”, dijo Masse.
Por otra parte, las preguntas sobre autorreconocimiento indígena o afrodescendiente formarán parte del cuestionario único y se agregará una tercera pregunta sobre identidad de género.