Mefro Wheels pasará a la historia como la primera y la única fábrica de llantas de Argentina. Creada en la década del 60, resistió los avatares económicos de gobiernos peronistas, militares y radicales –inclusive quebró en 2001–, pero fue el de Cambiemos el que la tumbó cuando abrió las importaciones y las automotrices dejaron de comprar las partes a la fábrica que emplea a 170 metalúrgicos y administrativos en Ovidio Lagos al 4400. En poco tiempo la planta, que tiene la capacidad de producir 120 mil ruedas por mes y en el 2010 llegó a vender un millón y medio de piezas, enmudecerá. En el último año había bajado la producción un 70 por ciento. Después de meses de vaciamiento, anteayer los trabajadores aceptaron la propuesta de la empresa de capitales alemanes del pago del 60 por ciento de la indemnización. Desde la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) advirtieron que no está garantizado que la compañía pague, por lo que los empleados custodian el edificio y las maquinarias.
Casi cerrada
“Los trabajadores decidieron aceptar la indemnización por cansancio y por descarte. Era la única opción que les quedaba”, dijo a El Ciudadano Pablo Cerra, abogado de la UOM. En una asamblea que se llevó adelante anteayer, los operarios votaron aceptar la propuesta hecha por la empresa de indemnizarlos por el 60 por ciento del valor correspondiente por ley. La decisión estuvo dividida. Muchos eligieron transitar el camino judicial aunque no lograron consenso.
Hoy sólo queda esperar que la compañía de capitales alemanes cumpla con el pago para que se concrete el cierre definitivo de la planta. Por eso, y como única garantía de negociación, los operarios mantienen el edificio de Ovidio Lagos al 4400 abierto y custodiado para evitar un vaciamiento aún mayor al que vieron en 2016. “Cuando le comunicamos a la empresa la decisión de la asamblea ni siquiera pudieron garantizar que van a pagar. Ofrecieron menos que lo que estipula la ley y dicen que están buscando la plata. La compañía se maneja como lo hizo siempre: con una política de dilatación para cansar”, dijo Cerra.
Empresa remota
Para el abogado, los problemas laborales comenzaron desde que Mefro Wheels Alemania vendió la planta argentina a una compañía de capitales financieros, que incluso fue asociada con los fondos buitre. Desde ese momento, según los trabajadores contaron a este medio, se dio “un vaciamiento de manual”. De acuerdo con Cerra, la desinversión en la planta se vio favorecida por “la política de apertura indiscriminada y descontrolada de las importaciones” por parte del gobierno de Cambiemos. Durante 2016 las llantas entraron de Brasil, Asia y Europa a competir con la industria local. Como si fuera poco, la compañía alemana también empezó a vender las llantas fabricadas del otro lado de Atlántico a las terminales argentinas, bajando considerablemente los niveles de producción de la planta de Rosario.
En el 2015 Mefro de Rosario fabricó 800 mil llantas para las terminales nacionales. Un año después, la producción cerró en apenas 300 mil ruedas. “Abastecíamos a todas las líneas de autos económicos que suele comprar la clase trabajadora como los Renault Clio, los Fiat Siena o los Chevrolet Corsa. En diciembre de 2015 esos modelos empezaron a llegar de afuera y el año pasado sólo nos quedaron las chatas de Toyota, Volkswagen y Ford, que son autos más caros”, explicó Rubén Zamora, operario de la planta.
Último giro
El 2016 cerró sin que la empresa pagara parte del sueldo de diciembre y el 2017 vino lo peor. El 2 de enero los trabajadores llegaron a la planta y la gerencia les comunicó que habían sido desafectados. “Nos dijeron que nos vayamos a nuestras casas porque no había trabajo para hacer ni materiales para producir”, recordó Miguel Valentino, operario y delegado con 20 años de antigüedad. Los trabajadores decidieron quedarse en la planta custodiando las máquinas. El 12 de enero acordaron en el Ministerio de Trabajo provincial volver a poner la fábrica en funcionamiento. Con ese objetivo, cedieron el dinero de los sueldos para la compra de materias primas.
Sin datos de los dueños
“En todo el conflicto los nuevos dueños alemanes nunca aparecieron. Pedimos por todas las vías posibles al gobierno de Cambiemos que sea mediador con la embajada de Alemania, pero argumentaron que no podían intervenir porque no era un asunto de Estado. Incomprensible”, describió Cerra.
Hace dos semanas se concretó la reunión con el nuevo accionista a partir de una gestión de la UOM con la embajada alemana. El encuentro sólo trajo peores noticias. De acuerdo con Cerra, el representante de los nuevos dueños dijo que “no iban a invertir ni pagar los sueldos que adeudaban y ofreció el monto indemnizatorio”.
Futuros desocupados
“Los últimos días en la planta fueron tristísimos”, dijo Miguel a El Ciudadano y agregó: “Como la empresa no invertía se fueron cayendo los pedidos de las terminales y no había nada para hacer. Todos estábamos muy cansados y para muchos la indemnización es la posibilidad de irse con al menos algo en el bolsillo”.
La planta de Rosario emplea a 170 trabajadores en tres categorías: los nucleados en la UOM y en Asociación de Supervisores de la Industria Metalmecánica de la República Argentina (Asimra) y los sin convenio. Para todos, el futuro es incierto. “Acá hay pibes que tienen 20 años y operarios a punto de jubilarse. Pero para todos va a ser muy difícil conseguir trabajo. Todos estuvimos tirando curriculum y como mucho llamaron a tres”, contó uno de los operarios de la empresa a punto de cerrar.
La única en el país
La fábrica de Ovidio Lagos abrió en la década del 60 bajo el nombre de Cimetal. En el 2001 quebró por la política de apertura de importaciones, aunque se consiguió la continuidad laboral. En casi una hectárea de galpones, tiene la capacidad de producir 120 ruedas por mes. En el 2010 llegó a vender un millón y medio de piezas. Hace seis años fue comprada por Mefro Wheels Alemania. Hasta hoy, era la única planta del país que se dedicó a la fabricación de llantas y que llegó a abastecer a todas las terminales argentinas.
“No se trata sólo de nuestra fuente de trabajo. Si una fábrica así cierra, no abre nunca más. Es el país el que pierde un lugar que tiene las máquinas y los recursos para hacer un producto nacional”, concluyó Miguel Valentino, uno de los operarios.