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Memoria de la militante lesbiana que en plena dictadura repartía «Carta de persona a persona»

En los ochenta, Elena Napolitano fue una de las primeras defensoras de derechos de la comunidad LGBTIQ+. Fue integrante del grupo Federativo Gay en Buenos Aires

En marzo, un cruce entre dos fechas: el 8M y el 24M, feminismo y memoria para recordar a Elena Napolitano, militante lesbiana que escribió uno de los documentos que dan testimonio de la comunidad LGBTIQ+ de la etapa pre y pos dictadura en los ochenta. El 8 de marzo es el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras y el 24 de marzo es el aniversario del inicio de la última dictadura. Además, este jueves 7 de marzo fue el Día de la Visibilidad Lésbica en conmemoración del asesinato de Natalia «Pepa» Gaitán, fusilada por el padrastro de su novia en Córdoba en 2010.

“Carta de persona a persona” es el título del texto que Napolitano salió a repartir unos meses antes del fin de la dictadura militar en 1983. Tenía 23 años y salió a volantear a la salida de funciones de cine, en bares, por la calle en Buenos Aires.

En la carta anuncia, al principio, “no puedo más que ser yo. Aquí, allá y en esta carta también” y dice: “Un grupo de personas gay estamos tratando de organizar un grupo de liberación”. Eran tiempos de razzias policiales, la represión de los militares no solo se dirigió contra militantes políticos, sindicales o guerrilleros, sino contra todo lo que atentase —o subviertiera— lo que consideraban el orden natural y establecido de las cosas. En ese recorte entraban gays, lesbianas y travestis.

Napolitano no firma como Elena sino como persona, apelando a lectoras — la carta está dirigida en femenino, a otras mujeres— que pudieran comprender la discriminación padecida por su comunidad, los miedos, inquietudes e injusticias que eran moneda corriente en aquellos días.

«Carta de persona a persona» fue expuesta en la muestra “Del ’83 – Generación Democracia” en el Galpón 11 durante 2023.

Propone: “Empezar otra vez a comprometernos con lo que somos y reclamar lo que nos pertenece: el derecho a vivir como hemos elegido sin persecuciones de ningún tipo”.

Así inicia una larga enumeración de violencias y temores: “Porque ahora mismo hay un hombre gay encarcelado 21 días y cada día violado por todos sus compañeros de encierro. Hay una lesbiana a quien se están cogiendo en una comisaría. Hay un chico de 17 años que tiene miedo y pide perdón”.

Puntualiza que “hay madres gay que no pueden vivir con sus parejas porque perderían la tenencia de sus hijos”.

Como método para combatir esa vida rechazada y hostigada a la que tantas y tantos eran sometidos propone reunirse a conversar, a estudiar, para “paliar los miedos y las dificultades”.

Memoria por los 30.400

Uno de los rincones digitales que la recuerda es la cuenta de Instagram Archivos Desviados, a cargo de Juan Queiroz. Allí detallan que Napolitano “participó de la fundación del Movimiento Guey por la Liberación (luego Coordinadora de Grupos Gays), y en enero de 1984 fundó junto a Marcelo Benítez y Zelmar Acevedo el Grupo Federativo Gay, agrupación de la cual se alejó a los pocos meses”.

Napolitano publicó historietas y poemas en la revista Alternativa Feminista, en Postdata del GFG y en Sodoma del grupo de Acción Gay. Era conocida también como “Elena de Mataderos”, por el lugar donde creció. Falleció en 2010, es recordada como pionera en Argentina por sus acciones que ayudaron a visibilizar su identidad como lesbiana.

El reinicio de la democracia en Argentina, en diciembre del 83, dio un leve respiro a las persecusiones pero la consigna por los 30 mil desaparecidos dejó al principio a la comunidad LGBTIQ+ afuera: por lo menos 400 denuncias no entraron en el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Éstas daban cuenta de personas detenidas por su orientación sexual o identidad de género.

Un texto que circuló en ese tiempo en Ciudad de Buenos Aires bajo el título “A la comunidad gay de Argentina” hablaba de “victimario común” entre unos y otros detenidos. La cifra 400 fue cristalizada recién en 1987 por el militante Carlos Jáuregui en “La homosexualidad en Argentina”: “No los conocimos, nos los conoceremos jamás. Son solamente cuatrocientos de los treinta mil gritos de justicia que laten en nuestro corazón”.

Con respecto a la persecución, si bien los primeros años de democracia fueron años más calmos hacia fines de los ochenta esto cambió, sobre todo contra la comunidad travesti mediante normativas como Moralidad Pública que le permitía a la Policía un hostigamiento diario que se extendió por décadas.

Las marchas por el Orgullo en Buenos Aires empezaron, de a poco, en 1992. Desde Plaza de Mayo hasta el Congreso de la Nación. A esa primera, asistieron cerca de 300 personas, muchas de ellas con máscaras para no ser reconocidas.

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