Desiderio Meza entró al jardín, apuntó al fondo de la quinta y dijo: yo estuve acá. Lo mismo hizo al ingresar a una de las habitaciones donde aseguró que fue torturado junto a doce personas más. Al fiscal Adolfo Villatte le impactó su contundencia. El hombre de 64 años que nació en Quitilipi, en la provincia de Chaco, y que empezó a militar en el Partido Comunista a los 11, reconoció aquel lugar que perteneció al Ejército y donde fue torturado sistemáticamente en 1978: la Quinta de los Comandantes ubicada en Ayacucho y Circunvalación, al sur de Rosario.
El reconocimiento, 44 años después, fue la primera semana de septiembre de este año cuando la Justicia Federal volvió a hacer una inspección en este lugar que había sido reconocido por la única sobreviviente hasta ahora, Graciela Villarreal.
“Es un testimonio importantísimo para la Justicia”, consideró Juan Nóbile, integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense -Eaaf-, que también estuvo presente ese día y percibió lo mismo que Villatte: la contundencia del señalamiento de Meza y cómo coincidía con la descripción previa del lugar. Ambos se sintieron impactados y conmovidos por la respuesta de Meza.
La Fiscalía dio con este hombre de manera tangencial, mientras relevaban información sobre el secuestro de su hermana, Euleteria Ruiz Díaz, en la ciudad el mismo año, 1978.
En su declaración en diciembre de 2021, la primera que hizo en la Justicia, Meza contó que él había sido víctima de un secuestro. Es que en Argentina hay muchas personas que nunca denunciaron los tormentos a los que fueron sometidos durante la última dictadura militar. Los motivos que los llevan a callar pueden ser múltiples y son complejos, pero las Fiscalías no renuncian al intento de que las personas se sigan acercando a la Justicia y aseguran que siempre que se reinician causas y se difunde esa información, se acercan personas que aportan datos.
En diciembre, Meza había advertido: “Podría reconocer el lugar”. Así lo hizo en la visita que realizaron y en la que su cuerpo reaccionó ante el recuerdo de la pesadilla. “Me puse mal. Pasaron muchos años pero me acuerdo, ahí nomás lo reconocí. Sabía dónde estuve, nos tenían como perros en una piecita. Me puse nervioso”.
Villatte recuerda esa escena: “Su reacción ante ese lugar fue tan espontánea, el gesto que apareció… Su reacción de querer irse fue muy fuerte y contundente”.
Meza relata lo mismo: “Quise salir enseguida de donde me torturaron, no quise estar ahí, no, no. Afuera sí, adentro no”.
Un militante escondido
Meza nació en Quitilipi, a 150 kilómetros de Resistencia la capital de Chaco, y se dedicó, desde niño, a trabajar en el campo y sembrar la tierra. Apenas tenía 11 años cuando se afilió al Partido Comunista. Para la época de su secuestro tenía 20 años: “Yo era un militante escondido, porque en esa época no se podía militar mucho. Los militares decían que éramos todos extremistas y nos acusaron de robar armas en Fray Luis Beltrán. De todo dijeron, no se podía creer lo que decían. Me pegaban y pegaban y yo no sabía por qué”.
A ellos, los secuestradores, los describe como sanguinarios y recuerda que “a esta gente no hay que tenerle confianza”.
Cuando lo secuestraron, Meza hacía trabajos como electricista en Rosario, donde vivía su hermana, y las ciudades de alrededor. El secuestro fue en Roldán y, aunque no puede determinar con exactitud cuánto tiempo pasó en cautiverio, calcula que fueron dos meses. Después, lo soltaron en medio del campo. Consiguió que un camión lechero lo levantara de la ruta y vivió, como pudo, un tiempo en Buenos Aires hasta que emprendió el regreso a Chaco, donde todavía vive. Ese regreso, puntualiza, lo hizo sin pisar ninguna ruta santafesina, cruzando por Entre Ríos y Corrientes.
Meza piensa que las palizas, las torturas con picana o con método de “submarino” -para ahogarlo- y los simulacros de fusilamientos tuvieron efectos a largo plazo. No sólo a nivel psicológico, sino físico: cuenta que a los 30 años parte de su cuerpo quedó inmovilizado y lo atribuye, sin dudar, a los golpes que recibió sin parar aquellos días.
Un peso menos
En la actualidad hay en curso una investigación preliminar para armar el caso y pedir indagatoria, explicó el fiscal. Esperan dar con responsables vivos pero aún no hay avances en este sentido.
La nueva inspección a la Quinta de los Comandantes se hizo para verificar si se trataba del mismo lugar que Meza describió en su declaración en diciembre. También por los rumores sobre posibles enterramientos de cadáveres. Por eso, estuvo presente el Eaaf, aunque no hay ningún avance en este aspecto.
El hombre oriundo de Quitilipi repite ahora, a fines de septiembre, lo mismo que tantas personas que pasaron por el calvario del genocidio: “Me saqué el peso más grande que podía tener. Cuando declaré ya me saqué un peso y ahora sí, estoy tranquilo”.
Meza quiere volver a Rosario y preguntarle al fiscal dónde están sus pertenencias, esas que llevaba consigo el día del secuestro. Sabe que pasaron muchos años y que difícilmente las encuentre: “Hay recuerdos de mi mamá, hay muchas cositas y me las robaron. Antes, cuando nacías te ponían una medallita con la Virgen de Itatí. Me la robaron”. Sabe que pasaron demasiadas décadas para dar con esos objetos que todavía tienen tanto valor para él. Pero luego de dar un enorme suspiro, el hombre que pasó más de 40 años sin pisar de nuevo esa quinta que marcó para siempre su vida, dice: “Yo ya no tengo más miedo a nada. A nada”.