Por Juan Marco Candeloro / Tiempo Argentino
En un país con más de 30 mil desaparecidos durante la última dictadura no es difícil imaginar que muchos de ellos eran deportistas amateurs o profesionales. Por lógica podríamos deducir que es el fútbol el de mayor nómina, sin embargo, es el rugby el deporte con más detenidos desaparecidos en Argentina. Una joven sanjuanina dedicó años a la búsqueda de los nombres y las historias detrás de los “Rugbiers desaparecidos”.
En el 2014, Carola Ochoa, una investigadora y militante por los DD.HH. oriunda de San Juan, comenzó con la ardua tarea de recopilar los nombres de los jugadores de rugby secuestrados y desaparecidos durante el período de 1976-1983. Una lista que comenzó con 34 personas y hoy asciende a 151 convirtiendo a esta la disciplina con más víctimas durante el terrorismo de Estado. A lo largo de estos años Carola viajó a todas las provincias del país y visitó una gran cantidad de clubes para poder conformar la lista, se reunió con ex jugadores, realizó entrevistas a familiares, digitalizó archivos, cotejó información con los registros de la Conadep y así fue desentramando las historias, muchas ellas jamás contadas, de militantes políticos que además de su compromiso político social, tenían una pasión: el rugby.
La primera edición del Torneo Nacional Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos se realizó en 2016 en Ensenada, por entonces se rindió homenaje a 52 deportistas y a partir de ahí se sumaron al proyecto muchos destacados jugadores como Eliseo Nicolás Branca (ex Puma, Casi y SIC). Los organizadores advierten una falta de interés por parte del actual Estado en esta actividad, sin embargo, la visita de los All Blacks (el seleccionado más importante del mundo) al Espacio Museo de la Memoria (ex Esma) y los nuevos aires en el escenario político generan buenas expectativas. Aún hoy se sigue esperando que la Unión Argentina de Rugby (UAR) se pronuncie a favor o tome como propio este homenaje.
A pesar de una escasa difusión a nivel nacional, el sábado 9 y domingo 10 de noviembre, en San Carlos de Bariloche se llevará a cabo el IV Torneo Nacional Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos, que incluirá charlas debate en la Universidad del Comahue, proyección de documentales y torneos en modalidad Seven (femenino y masculino), además de un partido de rugby inclusivo y otro de veteranos. Los partidos se jugarán ese fin de semana entre las 10 y 18 en el Estadio Municipal Juan Carlos Jalil de la ciudad de Bariloche.
Aún hoy Carola Ochoa y su equipo de investigación siguen dando con más desaparecidos, de los cuales se desconocía su vinculación con la práctica del rugby. “Muchas horas quitadas a las familias, pero con la satisfacción de desterrar el olvido para siempre y que generaciones futuras no sufran los horrores de las dictaduras pasadas”, confiesa.
“Resucitarlo para que lo torturen”, relato de Marcelo Mayorga, médico y amigo de Gustavo Grigera, 27 años, rugbier de Los Matreros de Morón.
“Nunca me voy a olvidar ese momento del 18 de julio de 1977. Gustavo me miraba fijo y yo sabía que me estaba pidiendo que lo dejara morir. No olvidaré nunca esa mirada hasta mi muerte. Gustavo ese día había ido a una reunión con compañeros en la confitería cerca del Hospital Italiano, donde ambos trabajábamos en la guardia. Esa reunión se convirtió en una ‘cita cantada’ y fue perseguido por un grupo de tareas de la dictadura. Antes, el personal médico tenía la orden de esconderlo para salvarle la vida. Pero no pudimos. En su huida cinematográfica, buscó refugio en un baño del departamento de ortopedia. Segundos después, los militares lo encontraron y llevaron en una camilla a la guardia. En medio de oficiales fuertemente armados, recibimos la orden: “Revívanlo, aquí está el antídoto contra el cianuro”. Allí entendí que Gustavo había ingerido la pastilla de cianuro para no sufrir los vejámenes y torturas que le esperaban. Trajeron a Gustavo a la guardia, y bajo amenazas de muerte, empezamos a asistirlo. Nosotros no teníamos el antídoto, lo que informamos al oficial que parecía el responsable del grupo paramilitar. Al escuchar esto, salió de la guardia y volvió en un minuto con nitrito de amilo. Después de una hora que le suministramos el antídoto, uno de los oficiales dijo que lo iban a trasladar, a lo que le pedí que no lo hicieran porque Gustavo estaba muy grave. No me escucharon. Al ver la negativa a mi pedido, les dije que la única manera de llevarlo sería si firmaban el libro de guardia del hospital. No recuerdo ni el apellido del que firmó pero si recuerdo que tenía el grado de oficial. Lo retiraron y se fueron. Sigo teniendo presente este hecho y es uno de los más fuertes y conmocionantes que me tocó vivir”.