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Menotti-Bilardo, la primera grieta de la Argentina moderna

Por: Alejandro Duchini (@aleduchini)

Si hacemos una lista de los nombres más importantes de la historia del fútbol argentino, entre los diez primeros estará César Luis Menotti. No en el primero, porque ese lugar es para Maradona y Messi. Menotti está a la misma altura que Carlos Bilardo: ni más arriba ni más abajo. A su manera, cada uno marcó una escuela. Si Menotti revolucionó todo con su Huracán del 73 y tocó el cielo con las manos en el Mundial del 78, Bilardo hizo brillar a su Estudiantes de La Plata a inicios de los 80 y llevó a la Selección a lo más alto en México 86.

Después, se dedicaron a chicananearse, pasó el tiempo, aparecieron otros entrenadores y el fútbol fue cambiando tanto que ellos pasaron a ser parte del pasado. Pero dejaron una huella imborrable.

De esa rivalidad Menotti-Bilardo se hizo una cuestión de principios cuyos orígenes y consecuencias se detallan en el libro Bilardo/Menotti – La verdadera historia (Planeta), de Cayetano (Nicolás Cajg) y Néstor López. “Lo cierto es que esta pelea no sirvió para mejorar al fútbol argentino. Cada sector se escudó tras su propio discurso y desdeñó lo que llegaba de la vereda de enfrente. En lugar de tratar de entender todo lo bueno que hizo la Selección cuando salió campeona del mundo en 1978, el bilardismo se empeñó en adjudicarle el triunfo a la dictadura sangrienta y asesina que gobernaba al país en ese momento. Del otro lado, el menottismo sostiene que la Selección que ganó el Mundial 1986 sólo lo logró porque Diego Maradona era el 10 del equipo”, concluye el trabajo con prólogo de Ángel Cappa (menottista acérrimo) y Víctor Hugo Morales (bilardista pero a la vez antimenottista).

Menotti y sus jugadores mundialistas del 78 nunca pudieron liberarse de su identificación con la dictadura, causada por una coincidencia temporal. Sus críticos achacaron una supuesta (pero inexistente)  complicidad con los dictadores. Cuando la justifican, muestran su foto junto a Galtieri y aclaran, para que no queden dudas, que aquel equipo fue campeón por prepotencia de la dictadura. A quienes defienden a Menotti no le faltan argumentos para contrarrestar. Menotti pregonó ideas de izquierda y nunca cambió el discurso a pesar de los tiempos. Pero el tema es mucho más complejo.

Hay dos entrevistas del periodista y escritor Rodolfo Braceli, quien se le plantó desde lo ideológico. En noviembre de 1982, después de Malvinas, entre otras preguntas Braceli le chicaneó: “¿Dirigir a la Selección de la Argentina de 1978 no le significó un solo compromiso, con nadie?”. “No hay un solo hombre en este país que diga que Menotti está comprometido con algo turbio o sucio. Y nunca di medio pasa atrás que pueda mancillar mi dignidad como hombre”, contestó el Flaco. Braceli le redobló la apuesta: “Sin embargo, cuando el presidente Galtieri fue a saludarlo muchos entendieron…”; y Menotti, interrumpiendo: “…Que yo lo tenía que echar”. Braceli le recriminó un saludo efusivo y Menotti le devolvió un “con ese saludo no cambié para nada. Mis ideas estaban escritas y firmadas”. Después Menotti recordó su juventud apoyando a los movimientos populares.

Braceli, en su libro De fútbol somos, recuerda al lector las intenciones políticas de Menotti: “Cuando se candidateó en Santa Fe no sólo se metió en el peronismo, sino que lo hizo con el apoyo de sectores de la derecha peronista”. Recordó además que “coqueteó” con el ex presidente Carlos Menem y con Eduardo Duhalde y Palito Ortega en las presidenciales del 99 “ya detrás del ministerio de Deportes”.

En 1986, Braceli y Menotti volvieron a juntarse para otra charla. Menotti opina que la solución para el país es el socialismo y dice que “Perón nunca le dio nada al pueblo que el pueblo, antes, no se ganara en la calle”. Cuando volvió a preguntarle sobre su identificación con la izquierda y su rol de entrenador del seleccionado campeón en plena dictadura, le contesta Menotti: “No fue conflictivo. Porque nosotros teníamos claro para quién jugábamos. Sabíamos a quién le pertenece la fiesta del pueblo: al pueblo”. La charla, como la de cuatro años antes, vuelve a ser tensa. Braceli chicanea y Menotti va perdiendo la paciencia. Cuando el periodista le vuelve a preguntar si colaboró con la dictadura, la respuesta es: “Sí, señor, colaboré. Colaboramos de la misma manera que colaboraron los periodistas que escribieron, los tacheros que manejaron. El Mundial de 1978 se hizo con todos. Con los que cortaron las entradas y con los veinte millones… porque, cuidado, cuidado con la confusión: a la fiesta no la hicimos nosotros. Nosotros lo único que hicimos fue ganar un campeonato. No le pedimos a la gente que saliera a la calle… La euforia de 1978 no fue vista antes y nunca se la verá de nuevo”. En De fútbol somos la entrevista está acompañada por un texto en el que Braceli no hace más que criticar actitudes de Menotti.

En El fútbol del sol naciente, de Guillermo Blanco, un libro en el que se recuerda al campeón mundial juvenil del 79, con Diego Maradona en la cancha y el Flaco como DT, escribe Menotti: “Hay muchas maneras de ganar, y ese equipo lo hizo como un campeón mostrando un sentido de pertenencia, futbolistas con su origen y un grado de representatividad de la Argentina, de los barrios”.

Si hay un libro para entender el Mundial del 78, ése es Historia oral del Mundial, de Matías Bauso, de editorial Sudamericana. Un trabajo de 861 páginas. Casi al final, cuando se refiere al injusto olvido que pesa sobre los campeones del 78, Menotti defiende: “No reclamo un reconocimiento por el éxito sino por el equipo. No jugaron para los premios sino para la gente, porque son de ahí, del barrio, de la esquina. Estos jugadores son parte de una generación maldita, hubo mucha infamia, una crueldad espantosa, cuando este equipo fue pura generosidad”.

Para antes de México 86, la grieta Menotti-Bilardo ya estaba en su apogeo. Hasta los medios de comunicación de peso de entonces tomaron partido. Clarín y su influyente sección deportiva y El Gráfico apoyaban a Menotti; Víctor Hugo Morales y su poderosísimo equipo periodístico, a Bilardo.

Pero en 1986 el Seleccionado logró el título en México con un Diego iliminadísimo. Quienes no querían a Bilardo tildaron al campeón de suertudo y de Diegodependiente. Y de amarrete. Menotti no se privó de tomar partido. Al fin de cuentas, todos somos seres humanos. Con virtudes y defectos.

Aún hoy cuesta decidir cuál de esas dos selecciones campeonas fue la mejor. Lo que sabe es que César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo dieron lugar a la primera grieta de la historia moderna argentina.

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