Crecimos y convivimos con Leo Messi en la selección argentina desde su debut allá por 2005, y comprobamos cómo aquel pibito, que con 19 años arrancaba pasto en el banco de suplentes en el Mundial de Alemania, se transformó en este líder absoluto.
Fueron varias transformaciones y están relacionadas a una evolución como jugador y como persona.
Es que a lo largo de su historia en la Selección, Messi pasó de ser un chico de 19 años a un padre de tres hijos con 35 y más allá de entrar en las cuestiones físicas, que también van modificando la postura en la cancha, fue su inteligencia la marcó un cambio en su forma de jugar.
Ya no necesita estar 90 minutos al máximo sino buscar los momentos de los partidos y eso le alcanza para marcar la diferencia en un equipo bien ordenado como esta Argentina de Scaloni.
Por otro lado, también entendió que en esta etapa de la Selección debía transformarse en más líder y capitán que nunca y es un rol que le sienta a la perfección porque es referente de todo el grupo.
Desde lo futbolístico no hay nada que descubrir: es el as de espadas de un equipo que sabe cómo jugar. Aparece en los momentos justos para destrabar partidos difíciles, como pasó contra México y en octavos de final ante Australia.
Estamos ante una gran versión de Messi, que sigue alimentado una estadística imbatible: cumplió 1.000 partidos, lleva anotados 789 goles, es el jugador de mayor presencia en la Selección, su máximo goleador histórico y está a sólo un tanto de igualar a Bati (Gabriel Batistuta) como mayor anotador de Argentina en los Mundiales.
Es un Messi que, con mucha inteligencia, pone en cancha toda la experiencia de un gran recorrido y, más allá de algunos momentos, creo que es el Mundial que más está disfrutando: por el contexto, por la cercanía de la familia y por el vínculo del equipo con la gente. Me encanta verlo de esa manera.
En cada partido está como un lobo buscando a su presa los 90 minutos, con la sabiduría de encontrar el momento para entrar en acción. Interpreta y siente los partidos en su totalidad.
Estamos en presencia de una versión espectacular de nuestro capitán. Ojalá siga marcando la diferencia como hasta ahora.
* Sergio Goycochea defendió el arco del seleccionado argentino en los Mundiales Italia ’90 (subcampeón) y Estados Unidos ’94 (octavos de final). Fue dos veces campeón de la Copa América (Chile ’91 y Ecuador ’93), ganador de la Copa Rey Fahd ’92 y de la Copa Artemio Franchi ’93. Disputó 44 partidos con el buzo de la Selección entre 1987 y 1994.