Por Héctor Roberto Laurada / Télam
Lionel Messi pasó a la posteridad besando le Copa del Mundo en Qatar 2022, recibió el premio The Best al mejor futbolista del planeta después de que el 20 de diciembre unas 5.000.000 de argentinos salieran a las calles de Buenos Aires para «venerarlo» junto al resto de sus compañeros pero este jueves, en el estadio de River Plate, su país lo coronará con un rango superior al de ídolo: el de mito.
Porque «Lío» se transformó en un mito viviente para los argentinos desde el título obtenido el 18 de diciembre tras la final mundialista con Francia. Justamente, hasta ese día era ídolo, estaba en un escalón inferior.
Y el rosarino empezó a palpar y a saborear de ese amor incondicional que una década atrás no era tal y hasta tenía manchas de cuestionamientos esta misma semana, desde que llegó de un lugar en el que justamente le, volvieron a caer aquellos reproches, pero ahora en otro idioma, el francés, el de los hinchas de París Saint Germain.
El lunes mismo por la noche recibió la primera avalancha de cariño en una parrilla del barrio de Palermo, y allí dejó la evidencia de que esto era lo que esperaba desde hace mucho tiempo, desde aquel 17 de agosto de 2005 en que debutó en la selección mayor frente a Hungría y duró menos de un minuto en el campo, porque jugó con algo con lo que no está habituado, las manos, y recibió por ello la tarjeta roja.
Desde entonces hasta hoy pasaron casi 18 años y contrariedades de todo tipo en el medio. Por eso la «Pulga», justamente de 18 años entonces y 35 ahora, no quiso esquivar de ninguna manera a la multitud que se agolpó frente a ese restaurante porteño, sino que por el contrario eligió salir en medio de ella, para recibir caricias por doquier de ese puñado de argentinos que le dieron algo que él estaba esperando y deseando tanto como la propia Copa del Mundo: su afecto.
Y si eso ocurrió un lunes por la noche en una calle cualquiera de Buenos Aires, lo que recibirá mañana en el Mas Monumental, y que se hará extensivo también al martes próximo en el estadio Único Madre de Ciudades, de Santiago del Estero, será el verdadero acto de entronización que le otorgará el pueblo argentino a uno de los ya declarados «héroes» de su historia.
Messi, que si mañana convierte un gol llegará a los 800 en su carrera, y si hace dos arribará a los 100 con la camiseta del seleccionado argentino, está en el sitial de la gloria eterna, reservada para muy pocos, que nace del fútbol pero excede largamente su marco.
Porque solamente mencionar su nombre genera atracción en cualquier rincón del mundo, del que hoy por hoy es el personaje más famoso, el único capaz de generar aglomeraciones y revuelos populares donde quiera que vaya.
Pero a él le faltaba ser «profeta en su tierra», meterse de lleno y para siempre en el corazón del pueblo argentino, y hace apenas tres meses pudo ejercer la última acción para lograrlo, cuando parecía que su tiempo biológico ya no le daría otra oportunidad.
Sin entrar en el debate sobre similitudes o diferencias con Diego Maradona, de todo tipo que se puedan imaginar, Messi está viviendo, como él mismo reconoce, el mejor momento de su vida, porque está donde quería, en un sitial inalcanzable, aunque su modestia le impida registrarlo exactamente así.
Porque «Lío» no es ya un jugador de fútbol, el más destacado sí, pero nada más que eso. Es una referencia histórica para su pueblo, para sus compatriotas, que al tener unanimidad de criterios sobre él, lo convierte en ídolo. Pero si eso se transforma en devoción popular, entonces sube al peldaño de mito. Y cuando ya no esté dentro del ámbito en el que hoy se mueve, se transformará definitivamente en leyenda.
Pero como todo acto entre mortales, se necesita de un acto concreto para quedarse con esas secuencias de un tipo «diferente», Y en este caso no será un trofeo, una plaqueta o una copa la que recibirá mañana Messi en Núñez. Será la mejor corona, esa inasible, esa inconmensurable, que le otorgará seguramente entre lágrimas una multitud de compatriotas que no tiene ningún lazo personal con él, pero que a la vez posee el vínculo más fuerte: el del amor.
Y ese «título» era el que más deseaba Lionel Andrés Messi Cuccittini, nacido en Rosario el 24 de junio de 1987 bajo el signo de Cáncer. La Copa del Mundo, en definitiva, solamente fue el vehículo para alcanzarlo.