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¿Messi o Maradona? No hay con qué darle al 10 de Villa Fiorito

Diego fue el Diego porque nació pobre, jugó en un potrero y después fue Dios. Porque veía antes la jugada, porque no necesitaba que lo acompañen, porque hacía goles, porque le cortaron las piernas y se volvió a reinventar.

En Nápoles los altares a Maradona se reproducen en cada esquina. Es difícil entender lo que sienten por el Diego, pero cuando uno los pincha, y busca que lo comparen con Messi, la respuesta es siempre la misma: “Messi juega al fútbol, Maradona es otra cosa”. El primero en tratar de explicarlo en un italiano que apenas podía entender, fue un taxista que no llegaba a los 30 y que no vivió la época de oro del Napoli. Medio enojado ante la pregunta, sacó del parasol una foto del Diego abrazando la copa en el 86. En las esquinas hay bufandas, camisetas, maniquí, llaveros y todo lo que cualquier parroquiano puede hacer con el nombre Maradona. No son grandes ni aparatosas estructuras, son estructuras caseras hechas por napolitanos que siguen idolatrandolo. Para ellos Maradona nunca engordó, ni tomó droga, ni se fue a Cuba, ni siquiera hay una foto actual del Diego en las vidrieras.

Maradona es ese, el que inventó la pasión, el tipo que jugó solo, el que le hizo el gol a los ingleses con la mano. El que salió del barro y la pobreza y que se igualó con San Genaro en el primer campeonato.

Napoles es mundo de contrastes. De guías de turismo mentirosas que hablan del peligro de las calles y la camorra. Pero no hablan del napolitano, tan parecido a los argentinos y al Diego. Gritan y son amables. Y así como tienen una ciudad subterránea en pleno centro, también tienen una cultura escondida sólo para el que quiere perderse en las calles y descubrirla. Una ciudad de contrastes, de pobres y ricos. De pasión y de gritos.

Los napolitanos no le piden al Diego que analice el gobierno, ni que opine sobre el capitalismo, ni que adelgace, que no fanfarronee. No le piden nada, porque todo se lo dio con cada gol que transformó a Napoles en una ciudad campeona en su máxima pasión, el futbol.

El bar que rinde culto al ídolo

Hay un bar que se llama  Nilo. Un bar pequeño donde está el altar al Diego, improvisado, como todos. Un cartel pide, no en tono amable, que todo el que se va a sacar una foto en el altar del Diego se tome un café. Es el café más rico de Napoles. Y los mozos sonríen a los argentinos y levantan la mano estirando el brazo lo más alto que pueden para medir al Diego. Maradona es otra cosa. No es jugador de fútbol. Lo repìten hasta el cansancio. Incluso en una de las vidrieras donde está la foto de este Dios pagano congelada en el tiempo, se lo ve a Messi lustrando los zapatos del Diego.

El Diego es el Diego

https://youtu.be/l75dALtbtd0

Hoy es el cumpleaños del Diego y escuchaba en la radio que es la navidad del futbol. Y me imagino esa Navidad en Napoles.

Diego fue el Diego porque nació pobre, jugó en un potrero y después fue Dios. Porque veía antes la jugada, porque no necesitaba que lo acompañen, porque hacía goles, porque le cortaron las piernas y se volvió a reinventar.

Hay argentinos que no lo quieren a Maradona. Porque fue peronista, castrista, chavista, porque tomó droga, porque opina, se enoja. Algunos argentinos le facturan su caída, los napolitanos lo congelaron en el tiempo y no les importa nada. Hoy es el cumpleaños de este Dios pagano que ya hizo todos los milagros que pudo. ¿Qué más se puede pedir?

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