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Messi, un guerrero que no detiene su marcha

Al periodista y escritor José Santamarina le bastaron 125 páginas para analizar a Messi. Lo hizo en su libro Ya está - Variaciones sobre Messi (Vinilo Editora), de reciente publicación. Una joyita entre tanta “literatura Messi” que apareció en los últimos años

Alejandro Duchini (*)

Cómo contar a Messi cuando su presente nunca se termina: siempre hay algo más en su carrera deportiva. A este paso, es posible que la final de la Copa América ante Colombia sea apenas un nuevo capítulo en su historia. Sus últimos años fueron tan vertiginosos que pasaron volando. Los otros también lo fueron, pero Messi es tan grande que los anteriores se volvieron una meseta entre títulos y goles en Barcelona y llantos con la Selección argentina. Nos acostumbramos a quererlo así. Perfecto e imperfecto a la vez. Pero desde el Maracaná 2021, en cambio, todo pareció acelerarse. Un Messi de 0 a 100 entre su abrupta salida del Barcelona, su llegada a un PSG en el que jamás estuvo a gusto, su consagración -ahora sí- con Argentina (Copa América, Finalíssima, Mundial… todo de golpe) y su inesperado arribo al fútbol norteamericano. De pronto conocimos que en Estados Unidos había un equipo que se llama Inter, con una cancha pequeña y muy cercana a las playas de Miami. Vida de lujo. El descanso del guerrero, tal vez. Aunque prefiero la spinetteana “un guerrero no detiene jamás su marcha”.

En tiempos tan acelerados como estos, es casi una utopía detenerse a analizar a Messi. Porque mientras uno piensa algo, él ya está batiendo otro récord y pulverizando toda estadística. Ahora que terminó su sociedad con el Fideo Di María, vaya uno a saber con quién se juntará para seguir siendo tan efectivo. Candidatos no faltan.

Al periodista y escritor José Santamarina le bastaron 125 páginas para analizar a Messi. Lo hizo en su libro Ya está – Variaciones sobre Messi (Vinilo Editora), de reciente publicación. Una joyita entre tanta “literatura Messi” que apareció en los últimos años. Es en el detalle donde Santamarina marca la diferencia. Original como cuando en el inicio del libro se refiere a la incidencia que tendrá en el mundo el color rosa del Inter de Miami. “Lionel Andrés Messi es, a partir de este momento, la forma definitiva del rosa. El punto y aparte en la apropiación humana de un color. Quedan atrás la Pantera Rosa y la sal rosa del Himalaya, el chicle Bobbaloo y Peppa Pig, y mucho más atrás los aportes argentinos al imaginario rosa del mundo, desde la Casa Rosada a la Rosa de Sandro”, abre.

Esos pequeños detalles engrandecen al trabajo. Como cuando refiere al Carilina (una vieja marca de pañuelos de papel) para recordar su llanto al irse del Barcelona. O mismo cuando analiza sobre su elección de los Estados Unidos para seguir jugando al fútbol profesional. “La primera lectura es que al elegir jugar en Estados Unidos, Messi se retiró, y que al momento de volverse rosa en realidad se vuelve invisible. Es el veterano de Vietnam que elige la Florida para hamacarse en el porche mirando los últimos atardeceres, evocando en el horizonte las caras chinas que mató y las que se le esfumaron en los túneles subterráneos: los defensores que dejó atrás, los defensores que lo alcanzaron. Veinte años después de su debut en el fútbol profesional, la opción de Messi por este torneo nivel intercountries renueva el capricho espectador de que siempre la tenga él, de que todo lo que toque sea gol, de que la vida sea más hermosa”.

Luego: “Y la sospecha del retiro y de la decisión por el confort puede mirarse también como una restitución. Es el hombre que ya tiene el derecho total de elegir lo que sea, pero no elige un lugar para terminar, sino uno para empezar de nuevo. Y no porque puede, sino porque no sabe hacer otra cosa. ¿Qué hay para mirar, entonces, si ya se vio todo?”.

Es que Messi ha roto todos los cánones históricos del fútbol. Ése que indica que los grandes futbolistas se van a juntar sus últimas fortunas, a ejecutar su último disparo, a ligas en las que sobra el dinero y falta prestigio. Ahí los tenemos a Pelé en el Cosmos norteamericano o Iniesta yendo al millonario fútbol árabe. Así, cientos de ejemplos. Pero no es el caso de Messi. Porque él se fue a Estados Unidos en su mejor momento, cuando todavía le queda mucho para dar. No fue sólo a plantar la bandera para insisitir con un mercado que por más que intente, nunca se apega al fútbol. Messi fue para plantar su propia bandera. Para decir acá la paso bien, y juego y me llevo a mis amigos.

Eso es Messi.

Pero Messi es también aquel pibe que fue, como escribe Santamarina: “En ningún hombre de diecinueve años está toda la información de una vida, o peor: todo hombre de diecinueve años cree que el tiempo es un recurso inagotable, que se puede desperdiciar y renovar. Por eso Messi pierde pelotas: porque todavía no aprendió que hay pelotas que no vuelven”. Enseguida, nos advierte Santamarina cuando mira al futuro, el Messi entre adolescente y joven se convertirá en un adulto que se acomoda, aunque a regañadientes, en su adultez. Pero que, claro, nunca se resigna: “Cuando el futuro y la barba y los hijos lo hagan más consciente de la muerte, va a aumentar la precisión de sus toques a niveles nunca vistos. Va a absorber como nadie la angustia de que las cosas terminan y de que cada secuencia importa, y a medida que crezca va a crecer en él un cuidado quirúrgico por su energía y por cómo gastarla. Para que todo lo que tenga que ser pase sea pase, y todo lo que pueda ser gol sea gol”.

En Dale gracias, la citada canción de Spinetta Jade que refiere al guerrero y su marcha, el Flaco canta y repite: “Dale gracias por estar. Dale gracias por estar / Cerca de ti”.

 

(*) Periodista. Hincha de Independiente. Autor de «Mi Diego» y «La Palabra hecha pelota»

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