Especial para El Ciudadano
Cuatrocientos magnates mexicanos viajan a fines de febrero en vuelo chárter a un campeonato de snowboard en Vail, coqueto centro de esquí con hoteles de arquitectura tirolesa, en el corazón de Estados Unidos. Cincuenta de ellos vuelven contagiados de COVID-19. Al mismo tiempo, una delegación de empresarios europeos de Mercedes Benz visita una autopartista en Ciudad Juárez, que fabrica asientos para la elegante marca alemana. Poco después, se expanden los primeros contagios de coronavirus por fábricas maquiladoras, allí en el Estado fronterizo de Chihuahua.
Menos de tres meses después, en México hay 5.177 muertos, 50 mil infectados, denuncias internacionales de subnotificación de víctimas, complicaciones en su sistema sanitario, un fuerte impacto económico y ruidos en el sistema político.
Uno de aquellos millonarios que viajó a esquiar y volvió infectado, fue el banquero Jaime Ruiz Sacristán, presidente de la Bolsa de Valores de México. Resistió un mes a la enfermedad y murió el 12 de abril, en el Distrito Federal. El dueño de la fábrica de tequila José Cuervo, también volvió contagiado, junto a su esposa y otros 27 empresarios de Jalisco, donde también se dio un foco de contagios. Otro integrante de la acaudalada comitiva fue José Harbush, titular del grupo financiero INBURSA. Las noticias dieron por muerto en marzo, algo que luego en su entorno desmintieron, aunque según la Secretaría de Salud mexicana, el empresario todavía está internado. Su primo y socio es Carlos Slim, una de las fortunas más grandes del planeta, que se vincularía de un modo particular con la pandemia.
El virus también circula ahora en los Estados de Baja California y Chihuahua. En este último, los primeros casos se dieron por el contacto con empresarios alemanes de Mercedes Benz, cuando visitaron la planta de la autopartista Lear, en Ciudad Juárez. Allí, obreros mexicanos fabrican asientos para la empresa alemana. Hubo centenares de infectados. Y 14 trabajadores de esa fábrica perdieron la vida. En otras maquilas de la misma localidad, también hubo víctimas fatales.
Pandemia nueva, conflictos viejos
Al presidente Andrés Manuel López Obrador se lo llama de un modo más simple, con la sigla AMLO. Su gestión, no obstante, no es tan fácil de sintetizar como su nombre. Su llegada al gobierno en diciembre de 2018 entusiasmó como referencia progresista, con la posibilidad de cambios fuertes, para un país con enormes desigualdades, que venía de ser gobernado por el PRI durante décadas, con gestiones que desde la década del ‘90 hacia aquí, privilegiaron las relaciones comerciales con sus poderosos vecinos del norte y el desarrollo de negocios para una élite privilegiada. Para muchos mexicanos de a pie, el ingreso a la globalización y los acuerdos de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, significaron una pauperización de sus condiciones de vida. Y millones emigraron.
El periodista Ignacio De Alba, desde tierras mexicanas, habla sobre la expectativa que despierta López Obrador: “La oligarquía mexicana no quería que llegue un presidente como AMLO, con popularidad y con un discurso que prometía hacer una verdadera transformación. Acá hay empresarios que hicieron sus fortunas por relaciones muy cercanas con los gobiernos de turno. Y este gobierno prometió acabar con eso. Lo que estamos viendo con la pandemia, de fondo, es esa disputa”.
Su colega, Daniela Rea, agrega en diálogo con El Ciudadano: “No me gusta polemizar. Creo sí que es un gobierno un poco esquizofrénico, porque a su interior hay muchísima gente valiosa, con tiene años de lucha ética, que creyeron en un proyecto de izquierda y se sumaron. Que están ahí ahora, como funcionarios públicos. Y al mismo tiempo hay nefastos empresarios, que también tienen vínculos con el Estado y no los quieren perder. Hay batallas fuertes al interior del propio gobierno”.
De Alba agrega sobre AMLO: “Ganó las elecciones prometiendo la cuarta transformación del país. La primera, fue la separación de España, la independencia. La segunda, fue la separación del Estado del poder de la Iglesia. La tercera, la revolución zapatista, de 1910. Y ahora, millones lo votaron para que encabece la ruptura del poder político con el económico. Eso estábamos discutiendo acá cuando llegó la pandemia. Algunos ya se habían acomodado al nuevo escenario. Carlos Slim, el hombre más rico del país, muy rápido había empezado a ganar contratos. Otros empresarios, lo enfrentaron y lo siguieron haciendo ahora, con el coronavirus como excusa”.
En línea con este fenómeno, pueden leerse los posicionamientos de los grandes empresarios por estas horas. Cuando la suba de contagios empezó a poner en jaque al sistema de salud, en la capital mexicana se montó un Hospital de Campaña en su principal Centro de Convenciones, con 854 camas para enfermos de coronavirus con síntomas leves. La Fundación que preside Carlos Slim juntó a 16 grandes empresas, que financiaron el 50 por ciento de su costo. En cambio Ricardo Salinas, de enorme fortuna y llegada a los medios, dueño de tiendas y negocios mineros, se opuso al confinamiento.
Servidores públicos esenciales: contagiados o expuestos, y desprotegidos
El manejo de la crisis
A nivel mundial, trascendieron los zigzagueos de López Obrador en términos sanitarios. Y algunos equipararon sus posicionamientos con los de Trump, Boris Johnson o Bolsonaro. Pero no es tan simple analizar la gestión del gobierno mexicano ante la crisis.
En los primeros días, cuando había unos pocos casos focalizados en esos empresarios que habían vuelto de esquiar, recomendaba a la población seguir consumiendo en las fondas y darse abrazos. Él mismo lo daba en sus apariciones públicas. “Yo les diré cuando tengan que guardarse, por ahora no lo hagan”, decía AMLO, con un modo paternalista y afectivo para dirigirse a la población.
El 27 de marzo, en uno de los videos en su cuenta en redes sociales, el presidente Lucía camisa blanca bordada y sin corbata. Con ese tono de voz tan característico de López Obrador, casi parecido al del Chapulín Colorado, decía a los mexicanos: «Los de arriba saben cómo defenderse. Ellos pueden resistir. Los de abajo la pasan mal en épocas de crisis. Así que salgan y vayan comprar a los tianguis, a comprar a los mercados públicos”. El discurso sanitario, de más prevención, también era parte de la palabra oficial. Y ambas imágenes coexisten.
Felipe Calderón, que fue presidente mexicano entre 2006 y 2012, criticó en el inicio la gestión oficial de la emergencia. Decía que el gobierno no cuidaba a la gente y que ya había circulación comunitaria del virus, negada oficialmente. A Calderón, AMLO alguna vez lo había llamado llamó “Borola”, por un viejo personaje del cine mexicano, al que no le gustaba trabajar y se valía del dinero de sus amigos. Así, los seguidores de López Obrador politizaban la discusión sobre el confinamiento y en las redes se habló del “borolavirus”
Cuando la cantidad de contagios subió, el centro de la gestión pasó al equipo de especialistas clínicos. “Ese fue un gran mérito, sacarlo de la política y dejar el tema en manos de los médicos, que son muy respetados”, señala De Alba. El subsecretario de Salud de la Nación, Hugo López Gatell, informa todas las tardes por cadena nacional el crecimiento de casos. Epidemiólogo de profesión y formado en la universidad Johns Hopkins, es además ahora el encargado de comunicar las recomendaciones sanitarias.
La duda sobre las cifras
De Alba y Rea integran el equipo de Pie de Página, un valioso proyecto periodístico independiente en la capital mexicana, que en estos días recorrió hospitales y morgues, para verificar si son ciertas las denuncias que hicieron El País, de España y The New York Times, respecto a una subnotificación de muertes por COVID-19 en México.
Sobre este tema, contesta Daniela Rea, también integrante de Pie de Página: “Muchos temíamos ver aquí escenas como las de Guayaquil, porque tenemos un sistema de salud deficiente y un 60 por ciento de la población que no puede guarecerse, que vive de trabajos informales y si no sale a ganar la diaria, no come. Pero hasta ahora, ese escenario no se dio. Sí estamos viendo postales dramáticas y hospitales al borde de estar saturados. Pero no esas decenas de muertos sin notificar. Hay colegas que han entrado a los hospitales, que han ido a funerarias. Y puedo decirte que ahorita, en México eso no está pasando. Me gustaría saber al final de esta historia que finalmente no pasó. Hay que esperar cómo evoluciona todo”.
Otro equipo periodístico independiente mexicano, Animal Político, también investigó las denuncias de muertes subnotificadas. Y publicó este lunes 18 la historia de los “coyotes” que por 15 mil pesos mexicanos están tramitando certificados truchos de defunción ante pacientes con síntomas de COVID-19. Son gestores que en forma clandestina ofrecían certificados de defunción, servicios fúnebres y lugar en el cementerio, pagando un “peaje” para hacerlo más rápido que las autoridades oficiales. “Lo hacemos pasar como muerto por neumonía, te ahorras el tiempo del resultado del hisopado”, dicen a los familiares de los fallecidos.
Dramática postal del virus, aunque sólo en el tiempo podrá saberse si son casos puntuales o un fenómeno masivo. “De aquí a un año, sabremos efectivamente qué cantidad de víctimas hubo en México. Esta dificultad para saber las causas de muerte está pasando en otros países, también. No obstante, no pareciera ser algo generalizado”, dice Rea a El Ciudadano.
La periodista, que hizo investigaciones periodísticas sobre los crímenes narco en México e hace poco realizó el notable documental “No sucumbió la eternidad”, sobre mujeres que buscan a un desaparecido, reflexiona: “En este país tenemos más de treinta y seis mil cuerpos sin identificar de los últimos quince años, producto de la guerra entre los cárteles. Son víctimas que muchas veces sus familiares no reclaman, por miedo. En este caso, con la pandemia, el contexto es otro. No hay un cruce con el crimen organizado y las familias estarían denunciando, habría imágenes en las redes. Por decirlo de una manera clara, aunque alguien quisiese hacerlo, no se podrían esconder tantos cadáveres del virus. Ya lo vimos en Italia, con los camiones del ejército llevando ataúdes, o en la propia Nueva York con las fosas comunes en el Bronx. Por algún lado, eso se filtra”.
La respuesta del sistema de salud
Los mexicanos recuerdan también que la debilidad del sistema sanitario tiene su historia: “El desmantelamiento del servicio de salud pública es muy grande y empezó hace veinte años, con el gobierno de Vicente Fox. Esto implica las condiciones laborales e insumos, como máscaras y otros elementos. De modo solidario, hay particulares que las han fabricado y las llevan a los hospitales. También hay un déficit de profesionales. Cuando se empezó a preparar el país para recibir la pandemia, se lanzó una convocatoria express. Se convocó a estudiantes de medicina, que en muchos casos se negaron y en otros terminaron yendo a residencias a dar atención, sin garantías”.
Por la pandemia, fallecieron ya 111 integrantes del personal sanitario, entre médicos, enfermeras o camilleros. Se hicieron protestas por este tema y la situación trascendió públicamente cuando la artista Lila Downs informó que su primo, médico, había fallecido atendiendo pacientes con coronavirus.
Una decisión trascendente para el manejo de la emergencia fue el acuerdo con la red privada de hospitales y sanatorios, a mediados de abril. «Los dueños de hospitales privados en México cederán 3.115 camas en todo el país para contribuir en la epidemia de coronavirus. Y no es un acuerdo con fines de lucro». El convenio dura un mes y es histórico para el país. Pacientes sin obra social se pueden atender en el sistema privado por partos, cesáreas, apendicitis, hernias complicadas, úlceras gástricas y duodenales, endoscopías y algunas urgencias abdominales, pagando sólo un coseguro. Así, se liberan camas en la salud pública para atención Covid-19. El 23 de mayo días el acuerdo debería renovarse.
Ignacio De Alba resume lo que están haciendo en estos días desde Pie de Página, cuyas crónicas además tienen una fantástica cobertura fotográfica de la pandemia y de la cuarentena. “Nos concentramos en contar las historias que quedaron más visibles a partir de esto, como son las de la desigualdad. Y en la periferia del DF vemos que hay poca noción de qué significa la enfermedad. Para muchos es un mito, o una forma del gobierno para recaudar más dinero de los organismos internacionales. El virus para un sector de la población que es el más vulnerable llega en medio de mucha desinformación. Y así, la gente tarda mucho en ir al hospital o no atiende a las medidas de prevención, que además suele ser muy complicado por sus propias condiciones de vida”.
Desigualdad ante la muerte
En uno de los reportajes subidos este fin de semana por el sitio, mostró las cruces con ramas de árbol que hacían familiares del covid-19, ante la negativa del personal de cementerios a trabajar sin protección. Los funerales, como en otras partes del mundo, deben ser breves para evitar riegos de contagios.
En el último audio de WhatsApp que De Alba intercambia con El Ciudadano, asegura: “Es dramático ver a muchos que no pudieron parar, aún siendo población de riesgo, por sus dificultades económicas y condiciones de trabajo. Gente de la tercera edad en las ferias embolsando productos, los que viven al día. Recuerdo un testimonio en la Central de Abastos que me dijo: “Para nosotros no es nuevo estar enfermos. Y a veces no sabemos ni de qué nos enfermamos”. Hacia las próximas semanas, es una incertidumbre lo que pueda pasar. Te puedo decir que en la periferia he visto muchos contagios”.
Y su compañera Daniela Rea, también hace una última reflexión: “Soy parte de una sociedad que se acostumbró de siempre a que todo lo que hacían los gobierno eran para joder a la ciudadanía. Crecí en una desconfianza constante a las acciones de los gobiernos. Y me gustaría pensar que que hay cosas que se están haciendo bien en este momento. Creo que hay muchas cosas a las que ponerles ojo ahora, como al cuidado del personal médico, a la población que está entrando ya en una necesidad económica muy brutal, que el uso de los recursos que haya para paliar la crisis económica no sean no se usen de manera corrupta”.
En un país lleno de playas pero sin nieve, el virus llegó con su clases acomodada, al regreso de vacaciones en un centro de esquí. Y hoy, amenaza con castigar a los más pobres, que no vacacionan en el exterior y habitan la periferia, el típico cordón urbano de las grandes ciudades latinoamericanas. Cruel postal de las contradicciones de siglos en este país, que persisten hoy. Casi como si Don Barriga, al entrar al vecindario para cobrar la renta, hubiese contagiado al Chavo. Así de injusta es la historia de la pandemia en México.