El viejo sueño de la Rosario turística posibilitó en los últimos años que, en paralelo al crecimiento del fenómeno, algunos espectáculos de la cartelera local logren visibilizarse, e incluso, conseguir cierta repercusión, buscando desde lo estético acercarse a un público que, por lo general, no consume teatro de producción rosarina. En parte, este posicionamiento llevó al Teatro Municipal La Comedia a potenciar su ciclo Un verano fresquito, cuya edición 2017 comenzará esta noche, a las 21.30, con el estreno de Mi vecino es un WiFi, la primera coproducción entre la histórica sala de Mitre y Ricardone, que depende de la Secretaría de Cultura y Educación municipal, y reconocidos teatristas locales.
Mi vecino es un WiFi, que seguirá en cartel todos los viernes y sábados de enero, buscando consolidarse a través de una temporada (algo que tampoco es frecuente), es una comedia que apela al disparate con un humor bastante blanco que, lejos de renegar de la estética, abreva en los clichés de las comedias veraniegas que en el país tuvieron sus mejores momentos en las versiones de clásicos del norteamericano Neil Simon como Rumores o Extraña pareja, del mismo modo que en la eternamente repuesta Boeing Boeing, del franco-suizo Marc Camoletti.
Ahora, un grupo de vecinos (los vecindarios son el caldo de cultivo de toda comedia de puertas o vodevil que se precie de tal) se muda a un edificio híper tecnológico para evitar el contacto con sus congéneres. Allí, los celulares de última generación son indispensables para manejar todos los servicios del complejo: abrir y cerrar las puertas, levantar la tapa del inodoro o destapar las cañerías funciona a la perfección con el WiFi. Sin embargo, los cortes de luz y unas misteriosas cartas harán que las peores pesadillas de estos personajes se vuelvan realidad.
Más allá de los momentos desopilantes que ofrece, Mi vecino es un WiFi, protagonizada por Juan Pablo Yévoli, María Laura Silva, Maru Lorenzo, Mumo Oviedo, Romina Tamburello y Tincho Ovando, con dramaturgia de Juan Pablo Giordano y dirección de Juan Nemirovsky, con asistencia de Simonel Piancatelli es, según se adelanta, “una comedia romántica con personajes que deberán encontrarse para comprender que las relaciones se construyen cuerpo a cuerpo y que todos buscamos lo mismo: alguien para reírnos mientras chateamos con otros”.
Enredos tecnológicos
“En general, me gusta la comedia. La comedia de enredos o la comedia de puertas. Hace algunos años estuve becado para estudiar con (el dramaturgo) Ricardo Monti, y él me recomendó una serie de obras de autores norteamericanos y europeos como Neil Simon, Marc Camoletti o Joe Orton. Durante ese año escribí, junto con Manuel Cansino, Dos x uno comedia music hall, con la que intenté poner en practica toda esa lectura, pero no es fácil escribir una comedia de este tipo. Para que el disparate haga reír, debe tener anclaje en la realidad. Es decir: cuanto más realista sea, más se notara el disparate”, analizó el prolífico dramaturgo local Juan Pablo Giordano. Y agregó: “De ahí surge la idea para esta comedia que transcurre en un edificio inteligente en el que todo se abre o se pone en marcha desde una aplicación del celular. La puerta de calle, la del baño, la puerta de la heladera, las canillas y la tapa del inodoro: todo se abre con el celular, y todo está conectado por un WiFi interno del edificio”.
La génesis
“A mediados de 2016, le propuse a La Comedia hacer una obra de teatro con temas vinculados a una supuesta modernidad tecnológica y les alcancé un proyecto de dos o tres obras en donde el protagonista era un edificio inteligente, y donde los propietarios e inquilinos no se conocían pero se relacionaban a través de las redes sociales. El proyecto tuvo muy buena acogida por parte de la gente del teatro, y sugirieron adaptarlo para que fuera parte del ciclo Un verano fresquito, que se viene haciendo hace unos años y funciona muy bien con el público”, comentó Giordano, al tiempo que agregó: “Una vez convocado Juan como director, le entregué el proyecto completo, es decir el original de dos obras distintas y un mismo final para ambas, y juntos adaptamos esas dos obras cortas en una sola, mucho más condensada y con cambios de escenografía más importantes, que van desde el 3° piso, al hall y puerta de ascensor, al 4° piso; luego al 5°, volviendo al hall, y hasta el interior del ascensor, en un gran trabajo desde lo escenográfico que llevó adelante el equipo de La Comedia”.
Comedia de verano
“Todavía me da un poco de pudor cuando pienso en el título (risas), porque responde a una típica comedia de verano, más allá de que en lo personal no tengo prejuicios con ningún género y la comedia es muy difícil de abordar, pero entiendo que es un género bastardeado, algo soslayado, y hasta algunos lo consideran chabacano”, expresó Juan Nemirovsky, a cargo de la dirección. Y agregó: “Transitar los ensayos de esta comedia nos sirvió para descubrir que no es un género sencillo de abordar. Buscamos satirizar un poco lo que nos pasa como sociedad: es un futuro cercano, y todo transcurre en un edificio tecnológico en el que hasta para levantar la tapa del inodoro tenés que tener WiFi; este derrotero tecnológico genera una serie de inconvenientes y entonces a estos vecinos no les queda más remedio que cruzarse y dejar un poco de lado el celular. Es así como se generan una serie de situaciones desopilantes; en definitiva, es una comedia romántica, más allá del contexto tecnológico que termina complejizando la vida cotidiana de los personajes, que van de un portero a dos hermanas, una policía y la otra mánager de chamanes, pasando por un vecino romántico que sigue mandando cartas en papel, a una pareja en plena crisis”.
“Con Juan –completó Giordano–, nos gustó la idea de hacer una obra de verano, como se hacen tantas en Mar del Plata o Carlos Paz. El título «comedia de verano» tiene más que ver con el humor, el ritmo y las situaciones disparatadas. Pero nunca pecan de livianas estas comedias, porque siempre está el amor de por medio, y en el amor, alguien gana y alguien pierde, alguien sufre por un amor no correspondido, y entonces nos identificamos con las situaciones que vive alguien que es rechazado, o somos felices cuando una pareja se forma, y eso nunca es algo menor”.