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Micaela Chauque: la lideresa de los vientos andinos emprende la fusión de nuevos vibrares

La polifacética artista referente de la música de raíz del norte argentino, continúa camino entre quenas y sikus fusionando nuevos lenguajes: incursiona en una obra de teatro, avanza en un nuevo disco solista y prepara un EP de música electrónica andina

La polifacética artista referente de la música de raíz del norte argentino, Micaela Chauque, continúa camino entre quenas y sikus fusionando nuevos vibrares: incursiona en una obra de teatro, avanza en un nuevo disco solista y prepara un EP de música electrónica andina.

La mirada de la cantautora e intérprete indígena radicada en el poblado quebradeño de Tilcara, que además es luthier y docente, está puesta en “seguir compartiendo la música andina y toda su riqueza cultural”, pero entendiendo que “es abierta, diversa y puede encontrarse con otros géneros”.

Así lo expresó Micaela al dialogar con la agencia de noticias Télam y visitar su andar musical y docente; vivencias revolucionarias que la atraviesan, como el hecho de ser la primera mujer culturalmente autorizada para tocar la quena; y hasta referir al complicado escenario actual para los músicos independientes.

“Soy mujer; intérprete de instrumentos de viento; artista, porque me dedico todo el día a trabajar sobre la música, la composición; y después tengo otra faceta: la de docente, que fui desarrollando en estos últimos tiempos y me gustó”, se definió la artista quien reconoce haberse sentido atraída desde siempre por la música. “Había instrumentos en casa y entonces yo iba aprendiendo. Pero todo fue más potente cuando empecé la secundaria en un centro polivalente de arte. Ahí conocí realmente los instrumentos de viento: el sikus, la quena, todo. Y así fue que empecé a entrar en ese mundo, porque me gustó y empecé a tocar más. También bailaba folclore. Eran dos cosas que me divertían”, relató.

A lo largo de su carrera Micaela transitó un singular proceso de aceptación cultural respecto de algo que hasta al momento era inusual: una mujer tocando un instrumento de viento. “Cuando me vine a Tilcara se potenció algo que no sucedía mucho, que es el uso de los instrumento por mujeres. En esos años justo se funda también la primera banda de sikuris de mujeres, yo integro la segunda banda de sikuris creada en Tilcara. Y allí empieza a cambiar todo. Lo que hice fue tocar la quena en particular, en contextos que no eran tradicionales, en donde siempre lo hacían hombres: en fiestas, ceremonias, que dirigen la gente que lleva las tradiciones; ambientes en los que no se acostumbraba al uso de los instrumentos por mujeres. Fue a principios del 2000 y fue muy lindo porque era algo que se dio, no que fui a buscar. Había salido con una cuadrilla de copleras de Tilcara, que me acompañaron y me llevaron a las ruedas a entender las costumbres, a compartir… y ahí empecé a querer participar desde el lado que yo podía y sabía que era tocando una quena”, apuntó la instrumentista.

Para Micaela formar parte de una de las primeras bandas de sikuris de mujeres representó mucho, “porque ingresar a tocar en una banda de sikuris en Tilcara significa formar parte de la comunidad”, dijo y agregó: “La práctica del uso del sikus forma parte de la vida de la gente. Es realmente importante para el pueblo. Y poder cubrir o intentar cubrir un rol dentro de una banda sikuris es también cubrir un rol dentro de la sociedad”.

Fue ahí que se abrió en su carrera la posibilidad de participar de fiesta y celebraciones. “Compartiendo con la gente que aceptaba lo que hacía y que lo podía hacer como ellos esperaban”, dijo. Y explicó: “Son vivencias que se dan en esta región andina, en los ámbitos más alejados de los centros urbanos; cuestiones sociales que marcan las experiencias de cada uno. Y en realidad, yo se lo conté a una antropóloga que estaba prolongando el álbum compartido: Cuatro Mujeres: cantos de la tierra (en 2005), que era un disco que tenía la intención de ser regalado para todas las escuelas públicas por el Fondo Nacional de las Artes y ahí quedó plasmado ese relato, si no capaz que iba a ser una historia que no se cuenta”.

Transmitir el conocimiento

“Comencé dando clases por necesidad”, reconoció Micaela. “Es que la actividad musical no permite vivir plenamente de ella. Empecé en Tilcara y seguí en Humahuaca con clases de instrumentos de viento a grupos de jóvenes y adolescentes. Soy profesora de danzas folclóricas también. En estos últimos tiempos de pandemia fue como más difícil, porque costó la adaptación: no está preparado el sistema educativo para poder dar clases de manera virtual. Pero así y todo lo continuamos y la verdad que ahora tengo alumnos de todo el país. Chicos que toman clases de todas partes y es muy lindo, me siento muy contenta”, comentó quien también es luthier. “No es común ver mujeres que construyan instrumentos, pero las hay. Por ahí no es que nacen de por sí, sino que son hijas de luthieres. En mi caso yo lo hice porque quería tener mis propios instrumentos y también fue como un acto de necesidad. Tenía posibilidades de tocar, pero no sé si es por el tema de «porque soy mujer gano menos», tuve que hacer como varias cosas más, entre esas hacer instrumentos para vender. Lo hice como diez años hasta el 2015”, relató.

Música y pandemia

“El escenario está complicado”, analizó Micaela. “Hay muchas restricciones para tocar y yo creo que se puede, ya que están habilitados los bares y restoranes. Creo que es necesaria la práctica de la música en vivo, no solo para los artistas, que lo necesitan, sino también para la misma gente que lo espera. Hay una convivencia entre la música con nuestra vida que es necesaria. Entender que la música forma parte de la vida de toda la gente es fundamental porque es parte de la alimentación del alma, eso que nos hace sentir bien. Considero que los eventos públicos se tienen que dar, en lugares cuidados por supuesto, porque son necesarios”, agregó.

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