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Miedo, soberbia y negligencia

Por: Gabriel Pennise

Terminó siendo una decisión demorada. Un nuevo error que agiganta la sucesión de dislates que ha caracterizado al mandato de Horacio Usandizaga. Ahora se fue Ariel Cuffaro Russo, que termina su ciclo de la peor manera por no animarse a pedir lo que cualquiera se hubiera dado cuenta, jugadores de experiencia para jugar una instancia tan dura como es la permanencia.

La plata que no se gastó en refuerzos se la llevará Leonardo Madelón, el primer técnico que trabajó con el Vasco, echado por él por buscar “un salto de calidad”, y al que le toca volver como Miguel Russo hace un año a salvarlo  del desastre final. Eso sí, y es justo, a cambio de una fortuna (se habla de 450 mil dólares, más 200 mil de premio, por quedarse en primera división). Gastar mucho y mal es lo que ha caracterizado a la actual Comisión Directiva.

Mientras tanto la categoría 88 que alguna vez dirigió Cuffaro cuando tenían edad de cuarta muestra la inocultable realidad. Los pibes están asustados y juegan cada vez peor. Una mala lectura del técnico que lo condenó. Se trajo una cantidad de jugadores que fueron inútiles a la causa como Ocampo, Ambrosi, Astudillo (por estos dos se gastó 1,2 millones de dólares) y Lucho Figueroa de indiscutible capacidad, pero precaria condición física. Cuando las cosas se hacen tan mal, lo bueno hay que buscarlo en las desgracias ajenas. Se fue Méndez a Boca y la soberbia de Usandizaga (padre, el hijo está para obedecer) y Cuffaro se unieron para decir “Milton Zárate es el reemplazante”, una locura más.

Y si hoy Central no está en zona de descenso directo es porque Chacarita y Atlético Tucumán se encargan de darle ánimo. La ida de Cuffaro debió ser decisión de la Comisión en la 5ta fecha, cuando el equipo empató con los suplentes de Banfield en Buenos Aires. Ese era el momento, había una semana de descanso y tres partidos en siete días. Pero no fue así, y luego de ese juego se disputaron 18 puntos de los cuales se juntaron apenas 5 y gracias a que San Lorenzo jugó por media con 9 jugadores en el Gigante. Está claro entonces, que el ciclo estaba cumplido hace tiempo. No hacía falta humillar a su incondicional hinchada en una derrota ante el pobre Huracán.

Usandizaga ganó la votación con absoluta claridad. El club parece ordenado, ha crecido en patrimonio edilicio, pero se olvidó que es un club de fútbol. Una materia que manejó de la peor manera, cuatro años de penurias que ilustran lo que hoy es Central. Un equipo con una hinchada preparada para gritar “campeón”, pero al que cualquiera le moja la oreja en un presente que lastima.

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