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Miele y Maranzana, una sociedad que es marca registrada

Los afinadores rosarinos.  Por sus manos pasaron los pianos de famosos artistas que visitaron la ciudad: desde Freddie Mercury a Martha Argerich- Carmelo Miele falleció hace un año y medio pero su hijo, Juan Carlos, heredó el oficio y sigue al lado de Guido Maranzana.

piano

Por Santiago Baraldi

Miele y Maranzana es una sociedad que durante más de medio siglo afinó los pianos de la ciudad y de cada artista destacado que pasó por algún escenario rosarino. El técnico Carmelo Miele y el afinador Guido Maranzana formaron desde 1961 una dupla que se convirtió en una referencia ineludible en el rubro. Carmelo Miele falleció pero lo sucedió su hijo Juan Carlos, que mantiene el entusiasmo y la pasión intactos al lado de Guido, quien desde hace cinco décadas pone su oído al servicio de los mejores músicos que pasaron por Rosario. Los pianos de Freddie Mercury, Peter Gabriel, Fito Páez, Miguel Ángel Estrella, Martha Argerich, Bruno Gelber, Mariano Mores, Horacio Salgán, Lito Nebbia, Alejandro Lerner, Mono Villegas, Les Luthiers, Eduardo Delgado, José Cura y de infinidad de orquestas han requerido de los servicios de los expertos rosarinos.

Hace un año y medio falleció Carmelo Miele, pero su hijo Juan Carlos sigue la tradición junto a Guido, quien está a punto de cumplir 80 años. “Tenemos un nombre en la ciudad, somos una marca, como Thompson & Williams”, dice entre risas Juan Carlos, orgulloso del oficio heredado de su padre y que él mismo ahora le traslada a su hijo Germán, de 22 años. En el inmenso taller de Gálvez al 3300 supo haber más de 90 pianos en reparación. Hoy hay sólo 25. “Es un trabajo que está en baja, igual, siempre nos llaman del interior de la provincia para reparar alguno”, apunta Juan Carlos Miele, quien además trabaja en la Escuela Provincial de Música, donde se encarga del mantenimiento de 27 pianos.

Carmelo Miele se asoció en 1961 a Guido Maranzana, a quien conoció trabajando en la vieja Casa Romano. De esos días, Guido recuerda que recién comenzaban a aparecer los televisores, que eran verdaderos muebles, y la gente los cambiaba por el piano que había en la casa. Rosario llegó a tener cinco fábricas de pianos y la ciudad contaba con muchísimos maestros. Antes de la llegada de la televisión, el piano era el elemento convocante en las casas acomodadas de la ciudad, además de la radio. “Siempre había alguien que sabía tocar”, agrega Maranzana, quien aprendió el oficio en la adolescencia por un maestro también no vidente que le enseñó a tocar el piano y luego a afinar.

Fotos y anécdotas

Miele y Maranzana cubren distintas necesidades en torno al mantenimiento de un piano. También se encargan de hacer traslados en un vehículo especialmente acondicionado. En el depósito reparan, venden y alquilan este instrumento. En las paredes hay fotos con artistas de diferentes estilos musicales. “Esa en la que estamos con Fito es en la sala Lavardén cuando grabó Circo Beat”, “ahí estamos con José Cura en El Circulo”, “ésta con Les Luthiers”, enumera Miele mientras Guido recuerda una anécdota con Mariano Mores. “Siempre fue de pegarle muy fuerte a las teclas. Una vez, después de dejarle listo el piano, viene Pepitito Marrone y me dice: ‘No sé para qué trabajás tanto si ahora viene esta bestia y lo desafina en dos minutos…’. Otro que era de romper cuerdas del piano era Fito, a quien conocemos de pibe. Cada dos por tres nos llamaba y allá íbamos con el Rastrojero a cambiar cuerdas”, recuerda Maranzana.

Ambos coinciden en que los mejores pianos son los Steinway de gran cola y los italianos Fasoli. “Los pianos nuevos vienen de 92 teclas cuando en general son de 88. El sonido del piano italiano es mejor que el del Steinway, por la caja, la madera. El sonido de los pianos japoneses como el Yamaha no me llega porque siempre tratan de copiar lo mejor pero, por ejemplo, a los martillos les ponen demasiado fieltro y ya no suena igual, a los fieltros hay que ir desgastándolos, limándolos. Ellos fabrican en cantidad y de buena calidad, pero las piezas no tienen el acabado que tienen los pianos europeos. Los pianos alemanes son entonados, los Yamaha tienen un interior plástico y a los dos años la máquina hay que sacarla para cambiarla”, apunta Maranzana, quien se jubiló como docente de música en la Escuela Braile.

Clase magistral

“Un buen técnico hace todo el armado y alistamiento final, lo que se llama registro, tan importante como la afinación, y ése es el trabajo tan importante que hacía Carmelo primero y Juan Carlos ahora”, sigue Maranzana. Y explica con pasión de maestro: “Un piano ligeramente desafinado en media hora se pone a punto, si hay que levantar el tono hay que estirar todo el encordado, son 230 cuerdas; medio tono es la diferencia de una nota, es mucho. En el piano todo el encordado tira 15 toneladas, cuando estiro medio tono más todas las cuerdas, le cargó dos toneladas más a la estructura del piano y éste cede, cede todo, ceden la clavija y la tapa armónica que va detrás de las cuerdas, que es lo que da el color al sonido. Ahí está la calidad de la fabricación”.

Miele y Maranzana afirman que la humedad y los cambios bruscos de temperatura conspiran contra la afinación de un piano, “incluso de una habitación a otra hay cambios”. Guido Maranzana extrae de su viejo maletín un pequeño diapasón, y explica: “Un piano se afina en La 4.40, hace 40 años los pianos se afinaban en 4.35 y parece que no pero es mucha la diferencia”.

Juan Carlos lo interrumpe para apuntar que “hoy, cualquiera, con la computadora que tiene en su casa cree que puede afinar su instrumento. La experiencia y el talento de Guido para afinar te aseguro que deja con la boca abierta a más de uno”.

La entrevista con El Ciudadano la interrumpe un llamado telefónico. Alguien quiere saber cuánto cuesta un traslado de piano. Germán anota la dirección donde en unas horas deben ir a retirar el instrumento. Guido, sentado frente a un piano, hace sonar una tecla varias veces; primero suave y después más fuerte. Busca el sonido perfecto como hace más de 50 años, cuando salió por primera vez con Carmelo en una Siambretta a reparar los pianos que desafinaban.

Mercury y Dr. House

Historias curiosas en 50 años. Foto de Marcelo Berger.
Historias curiosas en 50 años. Foto de Marcelo Berger.

Desde que finalizó la escuela secundaria, Juan Carlos Miele acompañó a su padre Carmelo y a Guido Maranzana en el oficio. Creció entre pianos desarmados y herramientas, aprendió cada secreto a la perfección y cultivó decenas de anécdotas. Era adolescente cuando en marzo de 1981 la emblemática banda británica Queen tocó en Arroyito.
“Habían llegado los equipos en barco y la banda trajo un Steinway de gran cola. Mi viejo estaba tirado debajo del piano, desarmando la máquina porque sentía que había algo suelto. En eso vemos que viene Freddie Mercury a los gritos pidiendo que no tocaran nada. Así que con el traductor hubo que explicarle. Mi viejo sacó un bulón y hasta un paquete de cigarrillos que había dentro del piano. Finalmente quedó diez puntos y Freddie nos dijo que habíamos hecho el mejor trabajo en la gira latinoamericana. Nos pidieron que nos quedáramos todo el recital porque en los intervalos, en general, se hacen ajustes, porque también se desafinan”, recordó.
Mucho más acá en el tiempo, Juan Carlos Miele da cuenta de un hecho curioso que vivió el año pasado en ocasión de la visita de Hugh Laurie, más conocido como Dr. House: “Se hace la prueba de sonido y uno siempre se queda, por cualquier cosa; entonces viene un intérprete y nos pide que nos corramos. ‘No quiere que lo miren mientras ensaya’, nos dijo. Nos llamó la atención que el piano estaba conectado con un sistema electrónico, había cables disimulados; era un piano acústico Yamaha gran cola. Después nos dimos cuenta de que el tipo tocaba sobre una pista para que saliera mejor, es como que hacía playback de piano, algo que nunca había visto”.

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