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Miguel Ángel Russo, el entrenador que más se merecía salir campeón con Central

Al técnico le restaba escribir un capítulo más en su rica conexión con el Canalla. Solamente le quedaba un título, una vuelta. Y Santiago del Estero fue el escenario para cumplir ese objetivo. Con este logro, el DT terminó de cerrar el círculo amoroso que inició en aquél noviembre de 1997

Miguel Ángel Russo nació en Lanús el 9 de abril de 1967 a 340 kilómetros de Rosario. Como jugador solamente vistió la camiseta de Estudiantes. Pero Central lo adoptó como uno más. A la altura de Don Ángel Zof o Edgardo Bauza. De Omar Palma o Aldo Poy.

Porque ganar Clásicos es lindo y confortable, pero salir campeón te da un plus extra. Y Miguelo lo hizo en este inolvidable 2023 para toda la canallada.

Arribó a Central como técnico en 1997 luego de dirigir a Lanús, Estudiantes y la U de Chile. Y rápidamente encantó el corazón del hincha auriazul. Ganó el Clásico del 97, ese que terminó revoleando el saco y que Central ganó 4-0.

Volvió a Arroyito seis años después. Y otra vez rindió. Tenía el promedio soplándole la nuca, pero armó un gran equipo. Metió un campañón con Lucho Figueroa y César Delgado como figuras para meter al Canalla en Libertadores y Sudamericana.

En 2009 le tocó a regresar para vestirse de bombero. Central estaba ahorcado con los promedios y debió jugar una Promoción con Belgrano. El Canalla ganó en la ida en Córdoba y luego empató en el Gigante para asegurarse un año más en Primera. Fue ninguneado por el Vasco Usandizaga y pegó el portazo.

En 2013 fue su cuarto ciclo en Arroyito. El Canalla llevaba dos años en la segunda categoría. Pero Russo volvió a alegrar al hincha auriazul una vez más. Fue campeón con varias fechas por terminar el certamen y Central regresó a Primera.

En el primer año y medio reafirmó su paternidad con Newell’s (le ganó los tres partidos), llegó a la final de la Copa Argentina 2014, pero la derrota con Huracán en San Juan le costó el puesto.

Hace un año, mientras Messi y compañía levantaban la Copa del Mundo en Qatar, Gonzalo Belloso ganaba las elecciones en Central. Y su primera frase como presidente fue confirmar a Russo como técnico.

El panorama era bravo. Económicamente el club estaba complicado con demasiadas deudas. Deportivamente la cosa no era diferente. El equipo arrancaba a cinco puntos del descenso. Pero Miguelo lo volvió a hacer.

Acertó con los refuerzos, hizo del Gigante un fuerte inexpugnable, ganó el Clásico de la Copa de la Liga en un momento justo porque de ahí en más el equipo se acostumbró a no perder (lleva 11 juegos sin derrotas). Sacó pasaje a la fase de grupos de la Libertadores 2024 y se metió entre los cuatro mejores de su zona. Una situación impensada para muchos, incluso para el entrenador. Se cargó a Racing en cuartos y a River en semis. Y con Platense en la final no se le podía escapar.

El equipo entendió el mensaje de Miguelo. El DT siempre se mostró tranquilo. Tanto en los festejos, como en la adversidad. Absorbió las críticas con esa sonrisa inigualable. Los jugadores se brindaron al máximo.

A Russo, un técnico de mil batallas, le restaba escribir un capítulo más en su rica conexión con Central. Solamente le quedaba un título, una vuelta. Y Santiago del Estero fue el escenario para cumplir ese objetivo.  Ante Platense, en la final, el entrenador se la jugó por Lovera en reemplazo de Toledo en el once titular y fue el formoseño quien armó un jugadón y metió el gol que significó un campeonato. Un pleno de Miguelo.

Russo no es de pura cepa canalla, pero la mística que logró con Central lo ubica en el podio de los ídolos auriazules. Siempre tuvo partidos o campañas que lo marcaron a fuego con el hincha en cada ciclo que afrontó. Ahora es el técnico campeón, algo que Miguel se merecía para cerrar el círculo amoroso que inició con el Canalla en aquél noviembre de 1997.

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