—¿Y vos a quién vas a votar para gobernador?
—…
—¿Ves? Vos tenés candidato a gobernador. Y a intendente. Nosotros, no.
Miguel Ángel Cappiello hace un gesto de resignación. Ha sido secretario de Salud de Rosario, ministro de Salud de Santa Fe y, precisamente, como profesional de la salud, fue protagonista del crecimiento sideral del Partido Socialista, la centenaria fuerza política que gobernó por 30 años la ciudad y por 12 años la provincia en una proyección que tuvo como mascarón de proa a la Salud Pública. Casi toda la vieja guardia eran profesionales de la salud: Hermes Binner, médico; Antonio Bonfatti, médico; el Tigre Héctor Cavallero, bioquímico; Mónica Fein, bioquímica. Sólo tres dirigentes de la “vieja guardia” tenían otras profesiones, el fundador del Partido Socialista Popular Guillermo Estévez Boero, quien entendió por dónde podía venir el resurgimiento de una fuerza que fue dejando gajos a lo largo de toda su historia, y los ingenieros Rubén Giustiniani y Miguel Lifschitz, ampliamente reconocido por su labor legislativa el primero, quien fue diputado y senador nacional; y por su gestión ejecutiva el segundo, quien fue el último gobernador socialista santafesino. Pero aquel era el partido que hasta hace poco tiempo atrás había fundado, mantenido y conducido el Frente Progresista Cívico y Social; ahora la decisión de seguir a la inmigración radical de ese frentismo a otro, en el que talla el PRO y se defienden políticas históricamente cuestionadas desde el socialismo, dejó a un partido resentido en tres partes: la oficialista, que se presenta en las cinco compulsas –gobernador, intendente, diputados provinciales, senador departamental y concejales– con la lista Adelante; el Partido Socialista Bases, que mantuvo los principios de nunca confluir con “la derecha”, que se presenta aparte con el Frente Amplio por la Soberanía, y la lista que lleva como candidatos a Bonfatti y Cappiello, otra queja –pero sin sacar los pies del plato– esta vez de dos de los dirigentes más veteranos del PS, quienes se presentan dentro de Unidos para Cambiar Santa Fe, con la lista Acuerdo Progresista.
Bonfatti tiene 72 años y una trayectoria que se remonta a antes de 1972, cuando en las postrimerías de aquella dictadura fue cofundador del PSP, cuando estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de Rosario. Cappiello es cinco años menor, y estuvo lejos de aquellas lides: en la década del 70 ejercía la profesión junto a su hermano, en la actividad privada, hasta que inició otro camino después de la recuperación de la democracia. La mitad de la década de 80 encontró a Miguel Cappiello reconvertido: había comenzado a estudiar otra arista de la medicina, acaso la más compleja, que es la gestión de la Salud Pública. Cuatro décadas después le va a contar a El Ciudadano cómo cerró un círculo: una visita de campaña lo llevó de nuevo al Hospital Carrasco, del que fue director, y allí le sugirieron un remedio natural, un preparado con plantas, en un área que él mismo había habilitado décadas antes. No fue la única emoción, relata: la primera fueron las muestras de reconocimiento apenas llegó, cuando se multiplicaron las exclamaciones. “¡Doctor!”, era la invariable palabra antes de cada encuentro.
“¿Es amargo, no? Por la diabetes…”, pregunta y aclara Cappiello antes de tomar el mate. “Estuvimos en el Carrasco, y yo había autorizado ahí a un médico, Marcelo Sauro, para que hiciera eso”.
“Eso” es nada más y nada menos que el Programa de Medicinas Tradicionales y Naturales, que arrancó en la década del 90 a pequeña escala, y hoy atraviesa a toda la Salud Pública municipal, reafirmando a Rosario como ciudad pionera en arista sanitaria a nivel nacional, y generando un vasto reconocimiento por ello, incluso internacional.
“Jengibre con limón y miel”, tomó Cappiello, pero se fue de su visita al Carrasco con otros nombres de plantas y preparados: su padecimiento le generó una apreciable baja de peso, por lo que en los afiches de campaña acaso se parece más a su imagen real que algunas y algunas de sus contrincantes a quienes el exagerado tratamiento de fotografías los hace más parecer presidentes de centros de estudiantes de la escuela secundaria que candidatos legislativos.
Cappiello lo toma con humor, un rasgo permanente que destacan quienes lo conocen, pero se nota que la campaña es agotadora: venía de una localidad, y sin descanso se iba a otra. Es la modalidad que eligió: como se postula a senador por el departamento lo recorrió entero, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo. Por cada lugar, o casi, había pasado antes como parte de sus funciones como secretario o ministro del área, o aun como senador, banca que ya ocupó. Y afirma a este diario que “en todos lados” no sólo lo recibieron bien, sino que hasta “gente de otros partidos” reconoció su labor y se comprometió a votarlo. Parece tomarlo como una sensación grata, más allá de que en el cuarto oscuro se cumpla o no la promesa.
La política es salud
“Ustedes están acá por mí. Yo autoricé esto”, les dijo Cappiello a profesionales jóvenes que revistan en el Carrasco. “Y cuando vino a saludarme una mujer grande, entendieron”, continúa. Así rememora que a Sauro –hoy director del Posgrado de Plantas Medicinales y Fitoterapia de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario– lo enviaron “a Cuba” a capacitarse, y que la primera experiencia con plantas medicinales –en rigor un rescate de conocimientos nativos ancestrales– se lanzó en Estación El Gaucho, en bulevar Avellaneda “al fondo”, en un centro de salud municipal. “Con Marcelo hicimos un libro. Y en su momento hicimos un congreso (cuando hacíamos los congresos de la salud en el municipio) y estaban las hierbas medicinales”, celebra Cappiello.
Por entonces, el candidato a senador de Acuerdo Progresista ya estaba totalmente comprometido con el partido de la rosa. Pero, ¿cómo empezó?
“Viajando a operar a Las Parejas, a la clínica donde trabajaba Antonio Bonfatti, década del 80. Y después, cuando Hermes asume como secretario de Salud, año 89, que empieza a transformar la Salud Pública de la ciudad de Rosario. El Carrasco era el viejo hospital de infectocontagiosas. Y nosotros, en este entonces, éramos algunos médicos jóvenes que veníamos con ganas de cambiar las cosas. Y en ese sentido, Hermes nos convoca”.
Cappiello evoca que el entonces secretario Binner había preguntado “si había alguien que estuviera participando de congresos, de charlas”, y que desde la Sociedad de Medicina alguien que los conocía, “el Negro Taboada”, apuntó a “los muchachos del Carrasco”. Y entre ellos estaba él. “Entonces nos llama para hacer el primer congreso de Salud Pública en el municipio Rosario. Después se hicieron muchísimos más: de eso hay 25 volúmenes publicados. Venía gente de Brasil, de distintos lugares, entre ellos (Julio) Maiztegui, que estaba haciendo la vacuna para la fiebre hemorrágica. De ahí se fue a Estados Unidos, al otro día, porque ahí estaban haciendo los ensayos de la vacuna”.
Cappiello cuenta que, antes de que Binner fuera elegido intendente, concurrió con él a una cena de rotarios, y lo presentó como “médico del Carrasco”, pero se dio vuelta y le sopló: “Por ahora”: a los pocos días, el todavía secretario de Salud municipal lo nombraba subdirector del Hospital. Después pasó a ser director: su antecesor se había jubilado. “Pero entonces Hermes ya era intendente, y Antonio secretario de Salud”.
Tiempo después, Bonfatti le ofreció ser el subsecretario del área: “El 19 de noviembre del 96 asumí”. Cappiello relata que al año siguiente se produjo un enroque en la gestión de Binner, y Mónica Fein, “primera mujer no médica” asumió como secretaria de Salud. Antes de terminar la gestión se anuncia la construcción del nuevo Heca: un hito en la Salud Pública de Rosario enmarcó el paso de Cappiello a ser secretario de Salud.
Afuera, la política nacional seguía su curso: surgía la Alianza, y batía al peronismo en las elecciones nacionales. La nueva gestión propuso a Cappiello pasar al Pami como gerente interventor: a la semana de haber asumido, quería huir, confiesa. “Un año aguanté”, completa, y lo tolero por respetar su compromiso como miembro del PS.
Los años siguientes pasó por distintos lugares, todos ejecutivos: fue otra vez subsecretario y secretario de Salud, y también director del Heca. Estudió en Haifa, Israel, gerenciamiento de hospitales públicos; en Washington, Estados Unidos, políticas sociales, un periplo de capacitación que completaría en Harvard, en Cambridge, cuando ya era ministro de Salud de Santa Fe.
Antes también había sido una suerte de bombero: el 7 de mayo de 2007, el día de su cumpleaños número 52, asumió nuevamente al frente de la Salud Pública de Rosario, en medio de un agudo conflicto gremial. Desactivarlo fue su pasaje al Ministerio provincial.
El repaso de Cappiello es puntilloso, exacto. Atravesó todos los estadios de la Salud Pública a nivel local y provincial, y acepta que fue esa acción política la que proyectó al Partido Socialista a permanecer en la Intendencia de Rosario y saltar a la Gobernación de Santa Fe. Pero muchos de aquellos dirigentes socialistas ya no están, y quienes los sucedieron no pudieron mantener a una fuerza política que caracterizó al territorio en ese rol protagónico, aun habiendo ganado la Intendencia de la capital. La pregunta, para quien además fue concejal municipal y senador provincial, es obligada: ¿puede el PS reponerse de la crisis por la que transita, tras haber perdido la interna local y la elección provincial –en 2019, con Verónica Irizar como precandidata a intendenta y Bonfatti como candidato a gobernador– y competir dentro de un frente que incluye al macrismo?
No duda en responder que sí: “Hay una división, que creo yo transitoria, de tres fracciones del socialismo”. Y arriesga que ese resurgimiento no será desde la dirección nacional, a la que adjudica una equivocada política de alianzas, sino desde las fuentes, abajo, donde él mismo comenzó, y por donde transita ahora: “Sigo trabajando como personal de planta de la Municipalidad. Tengo 42 años de servicio. Empecé siendo estudiante, como vacunador en Villa Banana, en un dispensario. Y después médico de guardia del Alberdi, por concurso”.
“Entre medio hicimos tantas cosas… El gran constructor de la Salud Pública fue Hermes Binner: hicimos el Heca, el Cemar”, repasa, y da cuenta de que lo que había sido por añares el fatídico “Monumento al Pozo”, se inauguró el mismo día en que el Hospital Carrasco cumplía 100 años de existencia. Y remarca que, sólo en la gestión de Binner, en cuatro años, “se hicieron 124 centros de atención primaria de la salud y Samcos; 5 hospitales de mediana complejidad, que están todos funcionando; 5 de alta complejidad, de los cuales funcionan tres, y dos falta terminar”. Y menciona que uno es Hospital Regional Sur, en Rosario, obra virtualmente paralizada. “Pero el otro es el de Rafaela, que no sé por qué el gobernador no lo terminó, si faltaba muy poco”.
“Y el Cemafé, un Cemar, pero en Santa Fe. Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Santa Fe, que se hizo donde estaba la vieja Estación de Ómnibus, de la que yo salí en el 73 para venir a estudiar Medicina en Rosario”.