«Poder mostrar el espectáculo que me inspiró su historia en el país que le acogió y que le hizo tan feliz, es como poder darle otra vez la oportunidad a Miguel de agradecer al público argentino su cariño», subrayó Ruiz en diálogo con la agencia de noticias Télam acerca del estreno de la puesta en la escena local.
Miguel de Molina, el artista y popular cantante de copla nacido en Málaga el 10 de abril de 1908, actuó para las tropas republicanas en tiempos de la Guerra Civil Española, lo que hizo que la dictadura franquista triunfante en la contienda lo persiguiera, torturara y empujara al exilio que lo trajo a la Argentina.
Desde entonces y muchas veces discriminado por homosexual, el creador apenas regresó fugazmente a España y aunque vivió en México y Estados Unidos, siempre volvió a Buenos Aires en un camino libremente retratado, por caso, en los taquilleros films Las cosas del querer y Las cosas del querer 2, ambos del español Jaime Chávarri.
Acerca de esta recuperación de esa figura que propone el espectáculo dirigido por Félix Estaire y que asume como intérprete, Ruiz apunta que «es importante hacerlo porque Miguel es un referente. Porque se lo debemos. Porque la gente debería conocerle, tanto a él como a su obra. Porque los que le conocieron merecen volver a disfrutar de su arte. Para demostrarle a muchos modernos que eso ya se lo invento él».
«Además, porque es memoria de un país con tendencia a la amnesia. Y porque su historia se suma a tantas historias truncadas como tantas otras que ocasionó el régimen franquista. Porque si olvidamos nuestra historia, corremos el riesgo de repetirla. Porque su lucha sigue estando vigente», se explayó el cantante y actor con tres décadas en la escena.
Miguel de Molina al desnudo, de largo recorrido europeo desde su estreno y donde Ruiz entona clásicos del homenajeado como «Ojos verdes», «La bien pagá», «Compuesta y sin novio», «Me da miedo de la luna», «La rosa y el viento», «El Zorongo», «Te lo juro yo», «Triniá» y «Agüita del querer», entre otras, tendrá finalmente su encuentro con el público argentino. »
«Creo que se encontrarán con el Miguel de Molina que el publicó recuerda –dijo Ángel Ruiz–. Pero quizá se encuentren con aspectos desconocidos y ocultos. Miguel era muy celoso de su intimidad a pesar de su carácter extrovertido. De hecho, nunca llegó a ver su autobiografía editada quizás por una reticencia a hacerlo verdaderamente. O le faltaba valor. Pero la intención de Miguel en está función es desnudarse, mostrar todo su dolor, su enfado, su agradecimiento, su amor; decir su verdad sin tapujos. Un Miguel valiente en constante lucha contra su propio miedo».
La obra cuenta un regreso del artista a España que no sucedió en la vida real. Respecto de qué busca ese retorno ficcional a la tierra natal, Ruiz planteó: «Por muchos es sabido que Miguel nunca quiso volver a España. Ni siquiera para recibir la medalla de Isabel la Católica que le otorgó la Casa Real. De hecho, se la entregaron en la embajada española en Buenos Aires poco antes de su muerte. Miguel era un personaje muy contradictorio. Es muy significante que un hombre en la soledad de sus últimos años en su casita andaluza de Buenos Aires sintiera la necesidad de contar su historia, aclarar todos aquellos rumores malintencionados, y decir todo aquello que nunca pudo defender desde su exilio. Pero quizás por miedo, por vergüenza, por orgullo o quién sabe por qué realmente, todo esto, al mismo tiempo, le provocaba una resistencia insuperable a lanzarse a hacerlo. Creo que el no quería volver como un anciano acabado, como un perdedor. Lo que se vislumbra en su relato es la necesidad vital de ser querido, reconocido y valorado en su país, en su España, cuya cultura llevó por los escenarios. Lo que busco con este regreso es darle a él la oportunidad de resarcirse, y al público, la oportunidad de descubrirlo en todo esplendor».
Por el recorrido de esta puesta puede pensarse que es una pieza siempre a mano que quedará para siempre en función de reponer la figura de Miguel de Molina. Respecto a esta lectura, el actor y cantante expresó: «Felix Estaire, director de escena de esta pieza, siempre me dice que sueña con el hecho de verme hacer esto con 70 años. Yo le respondo que si llego, desde luego. La verdad es que el espectáculo está vivo. No envejece; al contrario sigue evolucionando. Y tengo la enorme suerte de que la productora sigue manteniéndola mientras esté dispuesto a hacerlo, porque es una función muy exigente».
El actor habló también acerca de los desafíos interpretativos que le genera meterse en la piel de Miguel de Molina: «Desde el inicio del proceso creativo, ya desde la escritura, no me lo quise poner fácil. Había que dar carne a una personalidad compleja, fuerte, lúcida, creativa, con un dominio del espectáculo fuera de lo común; todo lo que me encontré al investigar sobre él. Había que moverse, hablar y pensar como él si quería hacer creer al público que están en presencia del auténtico Miguel de Molina. Y además de todo eso, había que encontrar y mostrar a un Miguel de Molina humano y frágil; al niño, al anciano, al joven pizpireta. Y todo esto sin desmerecer un ápice la cuestión musical. No quería limitarme a una mera imitación, sino que mi intención ha sido utilizar las canciones para expresar a través de ellas aquellas emociones que él no puede expresar de otro modo. Por eso opté por interpretarlas desde mi propia concepción musical; así me es fácil poder trasmitir con ellas. Y el mayor de los desafíos era, además, hacerlo con elegancia, con cariño pero sin pudor a ser cáustico e irreverente. Es decir, encontrar el equilibrio exacto».
En lo personal, el actor también tuvo que interpretar a Federico García Lorca en la serie El ministerio del tiempo. Respecto de ese trabajo, Ruiz destacó: «Fue una responsabilidad tremenda, porque en el caso de Federico es encarnar a un mito. Federico representa muchas cosas para una gran parte de los españoles. Es algo que nos arrebataron; la esperanza de una España llena de luz y entusiasmo. Es decir, que el miedo a defraudar en mi cometido era inconmensurable. En seguida me di cuenta que eso era imposible. No se puede representar la grandeza en sí misma ni la imagen que hay en el imaginario colectivo. Los actores sabemos que la única manera de dar carne y huesos a la poesía, como decía Lorca, es usar nuestras propias emociones».