Con soltura comunicativa, desplazándose rítmicamente sobre el escenario y festejando sentirse tocado por un don que le ilumina nuevas canciones, el sábado por la noche el cantautor Miguel Mateos ofreció un show potente en el teatro El Círculo, casi en consonancia con La alegría ha vuelto a la ciudad, tal como reza el título del disco, de aparición reciente, que vino a presentar.
Un teatro casi lleno aclamó al músico como bienvenida, de una forma que iría repitiéndose a lo largo de la noche y de un modo que no dista mucho del ritual. Y Mateos agradeció y colmó a sus fans con buena parte de los temas que le pidieron, sin descuidar, claro, el estreno de las canciones de su nuevo disco. Una pantalla atrás ofició de soporte de imágenes que ilustraron varias de las canciones, sobre todo “Darlin”, un tema dedicado a la “loca” relación de John Lennon y Yoko Ono.
Con un registro vocal que se nota en buena forma y con la atendible escudería de su banda detrás, Mateos dio a conocer la mayoría de los temas que integran el nuevo material, a lo que agregó algunos de sus clásicos en versiones algo remozadas con pasajes espontáneos y estimulantes.
Verborrágico y desplegando su carisma como una forma de ser sobre el escenario, el cantautor dio detalles acerca de cómo surgieron varias de las canciones que fue interpretando.
“Parafraseando a las novelas de Adrián Suar donde una niña rica conoce a un joven pobre”, dijo riéndose para presentar “Solo amor”, y luego destacó que se trataba de un blues, un género al que respetaba mucho y al que no se le había animado hasta ahora. Lo cantó sobre la rítmica de una guitarra especial tocada por Ariel Pozo, uno de sus dos guitarristas y el que hace la primera viola en muchos de los temas.
Arengando al público a pararse de las butacas y bailar, Mateos cantó “Mi sombra”, donde sonó la típica sonoridad disco de los ochenta. De las canciones flamantes fue muy aplaudida “Un Yin para un Yang”, una balada inquieta y resbaladiza. Roli Ureta, en guitarra rítmica y a veces en solos (también tocó la mandolina), el mencionado Pozo en primera viola; Nano Novello en teclados; Allan Ballan en bajo y Alejandro Mateos en batería fueron una formación que lució a toda máquina y completó una performance que Mateos jugó a fondo y salió triunfante junto a su público.