Mariano Roca, presidente del partido Creo y mano derecha del intendente Pablo Javkin, asumió su banca de concejal en diciembre del año pasado, en reemplazo de Ciro Seisas, luego de que el ex periodista asumiera como senador provincial. En diálogo con El Ciudadano, acusó a los ediles opositores Juan Monteverde y Lisandro Cavatorta de «pasarse de la raya» y mostrar aires de «divismo» o «rutilancia».
En relación con el funcionamiento del Concejo, argumentó que el cuerpo deliberativo local tomó nota del mandato de la sociedad y cambió su lógica de funcionamiento. «Hay una toma de conciencia en general de la política de no generar falsas expectativas, o titulares rimbombantes», advirtió, al tiempo que valoró como positivo que en estos tiempos terminen de madurar debates históricos y necesarios para la sociedad, como nocturnidad, que él llama esparcimiento, aplicaciones de taxis, ruidos molestos, cuestiones ambientales, entre otros proyectos clave.
Roca quiere que Rosario «vuelva a recuperar su perfil industrial» y ese es su eje de acción para este año y medio que le queda de mandato, además de defender «la agenda del intendente». A la hora de hablar del partido que preside, advirtió que si Javkin hubiera permanecido en los partidos tradicionales «difícilmente hubiera llegado a ser intendente». Sobre el porqué, aclara en parte: «Hay determinados acuerdos a los cuales él nunca hubiera accedido».
—¿Cómo estás viendo el funcionamiento del Concejo y la convivencia entre Unidos y la oposición?
—Yo creo que el Concejo este año está cumpliendo con deudas históricas que tiene con la ciudad, que de a poco, con bastante trabajo, se van destrabando. Y no es una virtud sólo de este Concejo, sino que me parece que es un proceso que se viene dando de unos años atrás. Un ejemplo de eso es la ordenanza de esparcimiento, que se votó hace poco, un proceso de muchos años que se viene dando dentro del Concejo, con distintas composiciones, que está complementada con una mirada del Ejecutivo y que da como resultado la nueva ordenanza.
Yo veo un Concejo que está en líneas generales a la altura de lo que está pasando en nuestra sociedad, en el sentido de que veo pocos divismos. No dije ninguno, dije pocos, comparado con Concejos anteriores.
—¿A qué le llamás divismo?
—A figuras rutilantes que con tal de conseguir un título en un diario son capaces de proponer algo que sea un retroceso para la ciudad. A mí me parece que en líneas generales hay bastante responsabilidad, porque hay como una toma de conciencia del momento social que estamos viviendo y el mensaje que la sociedad tiene para la política en general.
—¿Cuál es ese momento social y cuál es el mensaje?
—Es un momento de mucho cansancio con la política en general, con toda la dirigencia, desde un club, pasando por un movimiento empresario, sindical, o la misma política. Es un momento de mucho cansancio porque nuestro país lamentablemente en muchos aspectos no para de involucionar, a pesar de que el timón lo tome uno y otro. Hay un reclamo bastante genuino de decir: «Bueno, paren».
—¿Paren de qué?
—Evidentemente hay una forma de hacer las cosas que tiene que ser modificada. Yo creo que en general, en nuestro país, la agenda de los que conducen las instituciones es una agenda bastante mezquina y muy egocéntrica. Me parece que se piensa mucho menos en una solución colectiva que en la perpetuación del espacio y de la cuota de poder. La gente toma nota de eso y dice: «Paren». Paren de que el presidente del club sea siempre el mismo, paren de que un sindicalista lleve 35 años en un sindicato, paren de que los diputados tengan reelección indefinida, y bueno…
—Vos ves que el Concejo toma nota de eso.
—Yo veo poca rutilancia y veo un trabajo en general más serio. Obviamente, con el juego de la diferenciación política, que es lícito, es legítimo. Por eso cuando alguien se pasa de la raya queda en off side, y se nota mucho.
—¿Quién se pasó de la raya últimamente?
—A mi modo de ver Juan Monteverde.
—¿En qué?
—En el último debate del Parque Industrial. No puede decir que desea que Rosario sea una ciudad industrial, y que hacia el oeste tiene que ser permitida la actividad industrial, y después decir «pero este proyecto en particular, no». Si estás a favor, estás a favor, y si estás en contra, estás en contra. Me parece que ahí hay una lógica del «catch all», bastante poco ideologizada, o ideológica, que también tiene un límite. Y después me parece que se fuerza alguna argumentación en relación a algunas cuestiones, que no son y no corresponden.
—¿Como cuáles?
—En ese mismo debate, él argumenta que hay una compensación en la ciudad que no estaría dada. Y entonces tiñe de dudas la honorabilidad de quienes elaboran el mensaje del Ejecutivo, cuando en realidad no es así. Y lleva la discusión a un terreno que es muy difícil, donde se tiene que argumentar seriamente.
—Monteverde entraría en lo que vos llamás divismo o rutilancia.
—A veces.
—¿Hay algún otro?
—Lisandro Cavatorta.
—¿En qué lo viste reflejado?
—Ahora está un poco más tranquilo pero, cuando Perotti era gobernador él era presidente de la Comisión de Control y todas las cuestiones tenían que pasar sí o sí por sus manos, porque él tenía el canal exclusivo de comunicación con la política de seguridad provincial, y con resultados muy malos, ¿no? Y después hay determinadas situaciones en las cuales él hace un uso extremo de la diferenciación, como por ejemplo el hecho de no votar nunca los reconocimientos o las distinciones. A nadie.
—Lo ves en un extremo.
—Sí, en las cuestiones de forma, no de fondo.
—¿Por qué pensás que lo hace?
—No lo sé. Lo que digo con respecto a los dos no los transforma en malos concejales. No digo eso.
—Dentro de la oposición, ¿cuáles son los menos rutilantes o divos? O los más propositivos.
֫—Julia Irigoitia me parece que es un muy buen ejemplo de una concejala opositora, pero una oposición constructiva y razonable. No la oposición por la oposición misma. Aparte es una persona de diálogo y una persona que cuando te tiene que decir que no dice que no.
—Volvamos a la agenda, que vos ves como un embudo de proyectos que fueron madurando y ahora se concretan. Además de esparcimiento, ¿qué otro ejemplo me podés dar?
—El Código de Convivencia, que se votó en el período anterior, también refleja eso. Se está trabajando sobre una ordenanza de ruidos molestos, que está vinculada a la de esparcimiento, pero que no es lo mismo, obviamente, y es una ordenanza de la época de la dictadura, o sea que hay que cambiarla o cambiarla. Hay un trabajo sobre cuestiones ambientales que es muy interesante, varias aristas.
La aplicación de taxis es otra gran demostración de eso, y es un trabajo que por supuesto no comienza, que viene de un consenso entre concejales de distintas fuerzas, y con el sector, que es un sector muy diverso en su representación, con lo cual es muy difícil sentarse a acordar. Yo creo que la nueva ordenanza de aplicaciones es un avance muy importante para la ciudad, porque de alguna manera frena al modelo Uber de una forma inteligente. No dice “Uber es malo”, sino que se acepta que hay un cambio y se aggiorna el sistema de taxis impidiendo su desaparición, como ha pasado en otras ciudades del país.
—En otra época el Concejo tenía una llegada a la sociedad diferente, manejaba una agenda que impactaba más en la sociedad, donde la información también era menos fragmentada y no existían las redes sociales. ¿Hay un problema de comunicación? ¿Hay otra agenda?
—Yo creo que el Concejo, como otras instituciones, ha perdido ascendencia, por un lado, y me parece que justamente por eso hay una toma de conciencia en general de la política de no generar falsas expectativas, o titulares rimbombantes, para la obtención de algún rédito político muy esporádico y ocasional. Obviamente, si yo hago una propuesta que sea faraónica voy a salir en la tapa del diario mañana, pero yo sé que es imposible y estoy vendiendo humo. Y yo creo que la repetición de muchas de esas conductas es lo que lleva a que la gente se canse. En parte pasa por ahí esta pérdida de ascendencia social.
—Será un proceso a construir en una forma inversa a la que se construyó hasta ahora.
—Por supuesto. Obviamente no es patrimonio del Concejo de Rosario, es una cuestión de la institucionalidad argentina. Pero bueno, nosotros somos un organismo importante en ese concierto.
—¿Qué te proponés en lo personal para este año y medio?
—Mi principal objetivo es defender la agenda del intendente en su gestión, más allá de lo que yo pueda generar desde mi producción propia. Después tengo alguna idea vinculada a cuestiones de conectividad local, el Aeropuerto, a cambios en la matriz energética en el transporte, pero no quiero adelantar. Mejor lo dejamos ahí. Y algunas otras cuestiones que tienen que ver con asociativismo público-privado, donde el Estado sea un ordenador de la relación, sin que su intervención sea exclusiva o excluyente.
—¿En el sentido de que favorezca la inversión del privado en la cosa pública?
—Yo creo que en realidad, como parte de mi agenda, y por eso voté muy convencido el Parque Industrial en Wilde Sur, parte de nuestra agenda es la creación de desarrollo local y de empleo. Yo creo que Rosario no tiene que volver a ser una ciudad industrial, porque nunca dejó de serlo, pero sí hubo un momento en el cual se privilegió el perfil de ciudad de servicios y se dejó muy de lado el perfil de ciudad industrial. A mí me parece que Rosario tiene que volver a recuperar su perfil industrial y hay determinadas acciones que se pueden llevar adelante desde el Estado para que eso suceda. De vuelta, no tiene que ser la ordenanza rimbombante, hay determinadas acciones que tienen que ver con facilitar alguna demanda de la industria o del comercio, y por eso estoy recorriendo los centros comerciales a cielo abierto. También algunas políticas públicas que favorezcan el asociativismo entre privados.
—¿Un ejemplo?
—¿Ejemplo? Huerteros con restaurantes.
—Vos no estás pensando en un Estado que inyecte fondos como único recurso, sino en un Estado que desde el conocimiento que tiene pueda articular y potenciar distintos sectores.
—A nosotros nos toca administrar el Estado de Rosario en una etapa de muchísima escasez de fondos. Yo creo que el intendente Javkin lo viene haciendo de una manera muy inteligente, primero ordenando las cuentas y segundo invirtiendo el mango que hay en las prioridades de la ciudad. Así que es en esa línea en que yo trabajo. Si hubiese un Estado con posibilidades de inyectar fondos en determinados sectores para determinadas políticas públicas iría por esa línea, pero soy muy consciente, porque además soy presidente de la comisión de Presupuesto, de las enormes dificultades económico-financieras del municipio de Rosario, que aunque esté muchísimo más ordenado que otros municipios del país, cuesta por el contexto de crisis.
—¿Algún otro ejemplo que me puedas dar?
—Yo no creo en la hiperproducción legislativa, yo creo que eso es una cuestión que distorsiona la acción de un legislador. Y muchas veces hay una demanda social, a través de los medios de comunicación, de “a ver, ¿cuántos proyectos presentaste?”. Yo creo mucho en la gestión. Me propongo como gestor. Voy a las asociaciones de comerciantes, a las asociaciones de industriales, me presento y pregunto: “Qué necesitan”. A veces me dicen: “La verdad es que no necesitamos nada”. Fenómeno, perfecto. Y la mayoría de las veces me dicen: “Mirá, la verdad necesitaríamos en tal lugar tal cosa, en tal lugar tal otra” o “necesitaríamos un cambio de política en determinado aspecto”. Pero me parece, y lo digo porque hay que tomar nota también de un cambio en la circulación de la decisión. Si nos vamos 30 o 40 años atrás el concejal creaba la norma y todo el mundo tenía que obedecer la norma. Yo creo que ha habido en nuestro país muchos cambios que hacen que hoy si vos no vas a ofrecer tu gestión, podés hacer la norma más linda del mundo que no la va a cumplir nadie. Primero la tienen que votar. Suponiendo que te la votaran no la va a cumplir nadie. Hoy más que nunca el proceso normativo tiene que tener un consenso social muy importante. Para lograr ese consenso es muy importante salir, ir a la calle, preguntar, reunirse, ponerse a disposición, aceptar críticas, presentar ideas obviamente. Esto tiene que ver mucho más con la globalización, pero me parece que los saberes están muy distribuidos, ¿por qué yo voy a saber más que un industrial que hace 40 años que arriesga su capital en su fábrica? Si yo no tengo una fábrica, para legislar sobre eso tengo que ir y preguntarle. No sucedió siempre lo mismo, en general yo lo que percibo es que años atrás, vamos a ponerle un margen temporal del 83 al 2000, había como una especie de: se creaba la norma y se daba por supuesto que se iba a cumplir por el solo hecho de que fuera norma. Y eso claramente cambió. Y hoy, si la norma no tiene consenso social la gente no la cumple. Yo soy consciente de que estoy ahí para generar normas, para legislar, más allá de la gestión propiamente dicha.
—Sos presidente del partido Creo. ¿Cuánto juega a favor y cuánto en contra de que el intendente haya dejado de pertenecer a otros espacios políticos y tenga su propio partido?
—No sé si eso es algo que per sé juega a favor o en contra. Yo creo que Pablo tiene muchas condiciones que exceden su pertenencia partidaria. Y creo que militando en algún partido tradicional, sin decir en cuál, y lo digo ex profeso, difícilmente hubiera llegado a ser intendente de Rosario. Por la lógica misma de los partidos tradicionales.
—¿Por qué? ¿Cuál es esa lógica y cómo lo hubiera complicado?
—Porque la lógica política de Javkin siempre ha sido muy coherente. La práctica política de Javkin siempre ha sido muy coherente y hay determinados acuerdos a los cuales él nunca hubiera accedido. Dentro de la política tradicional pre-2001. Y creo que la creación de un nuevo partido político implica la reproducción de una práctica política, acompañada por ideas y valores, que permitan desarrollar una acción, en la ciudad y en la provincia, de una manera mucho más libre y más eficaz en el resultado.
—Hay un tiempo político nuevo, a partir de la llegada de Milei han cambiado muchas cosas. ¿Pensás que estos nuevos paradigmas que están bajando son una oportunidad para el partido Creo o sería mejor estar contenido en una de las fuerzas tradicionales?
—Siempre que haya democracia y siempre que haya libertad un partido político es sinónimo de oportunidad. Porque lo que un partido político debe hacer es convencer a otros de que si idea y su acción es la mejor para el bienestar general. Entonces, yo no creo que las hegemonías partidarias o las hegemonías ideológicas compliquen a los partidos, porque si no, con ese criterio, hay partidos que deberían haber desaparecido.
—La alianza Unidos, ¿cómo creés que se proyecta hacia el futuro? Hay quienes creen en la nacionalización de este modelo santafesino.
—Es una posibilidad que habrá que construir. Yo a Unidos lo veo con mucha fuerza. Veo que es una experiencia política de diálogo y de integración, que es ejemplar, más allá de la impronta del gobernador Pullaro, que sabemos que es una persona con mucho trabajo y con mucho empuje. Creo que la herramienta política acompaña correctamente al gobernador. Y lo mismo pasa en Rosario. La herramienta política acompaña al intendente Javkin de una manera satisfactoria, correcta, obviamente con discusiones, como todo frente político o electoral siempre su fortaleza es la administración satisfactoria de las tensiones. En el caso nuestro tuvo su primera victoria electoral y ahora vamos por más.