Resulta imperioso sacar la mirada de la coyuntura para ver la Argentina. País extraordinariamente productivo al que sólo una brutal impericia política lo puede poblar de pobres y delincuentes. Lamentablemente la pobreza indisimulable no es propiedad sólo de este gobierno: no recuerdo políticas serias y permanentes para abordarla. Mucho menos políticas de Estado al respecto. Ni qué hablar sobre políticas rehabilitadoras para personas que delinquen.
La sociedad se siente satisfecha cuando los delincuentes van a la cárcel o a las comisarías; la política siente que cumplió con la sociedad, cuando los atrapa y los encierra. Grave error para ambas posturas. Primero cabe recordar que nuestras cárceles y comisarías están llenas de pobres, quienes ante la mirada desatenta del Estado terminan graduándose en lo peor de la universidad de la calle: el delito. Segundo, son jóvenes que llegan al delito por la droga. Llegan a la droga porque alguien se las acerca, pero fundamentalmente porque nadie los rescata. Afuera hay un mundo que los hostiga, discrimina, señala.
Es muy probable que acariciemos a un perrito que nos mueve la cola, pero no veo que pongamos nuestra mano en la cabeza de un pibe de la calle. Sé que hoy el problema de la inseguridad es tan brutal que el miedo encoge el sentido solidario al más pintado. Pero los gobiernos no pueden reaccionar igual que la sociedad. Los gobiernos deben seguir caminos distintos. Por un lado entender de qué se trata la seguridad, planificarla y actuar. Por otro lado ser implacables con la corrupción, claro que para abordar este tema hay que tener estatura moral. Tercero y no menor es necesario darse otra política carcelaria, tanto para carceleros como para presos. Es imposible pensar que de las comisarías y cárceles que hoy tiene nuestro país a lo largo y ancho alguien pueda salir rehabilitado. ¡Ese item que marca nuestra Constitución es absolutamente ignorado por todos! Vengo diciendo que hay temas que se deben abordar por convicción o por necesidad. Este es uno de ellos. Propongo que miremos la Argentina sentados en 2024. Si hoy la política no abraza con ganas e inteligencia lo aquí planteado, Argentina será gobernada no ya por un Boudou, sino por un Escobar Gaviria.
De cara a 2015 se necesitan planes quinquenales. Se necesitan equipos técnicos de verdad, mostrables, que convenzan a toda una sociedad que otra vida es posible. Justamente de la vida estamos hablando. Hoy la vida no vale nada. Estamos al acecho de chicos jóvenes, de miradas viejas, opacas que por 200 pesos matan. Y sin que esto suene a justificación, ellos sienten que es la sociedad y los gobiernos que con su cruel manera de ignorarlos los matan día a día. Ya lo advirtió Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco, en Aparecida en 2007, cuando dijo que “los pobres sobran”, y mucho más sobran si están en el delito.
Santa Fe, y especialmente Rosario, viven en primera persona todo lo aquí planteado. La ciudadanía cuenta con tristeza el índice diario de “ajuste de cuenta”. Si esto no se encara teniendo en cuenta lo aquí planteado más todos los elementos que seguramente escapan al conocimiento de esta periodista, las buenas noticias como por ejemplo el tren y el apeadero sur o el resultado de una gira por la India, quedarán irremediablemente manchadas con sangre.