Acercándonos al segundo año de la gestión de Cambiemos, una de las inquietudes que se plantea es la de evaluar los éxitos, retrocesos y factores estructurales de la política exterior argentina.
Este desafío no sólo surge de la necesidad histórica de evaluar los cambios y las continuidades que devienen de la alternancia en la gestión y el signo político, sino también como producto de la emergencia de Argentina como sede de importantes eventos multilaterales en este año como la Conferencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el inicio de la Presidencia argentina del G20 (grupo de países industrializados y emergentes)
Si la estrategia de abordaje de esta política recae en la esquematización, podemos afirmar que la política exterior posee un marcado sesgo economicista.
La ampliación de la base de alianzas, tradicionales o no, busca fomentar la inserción internacional “inteligente” como un mecanismo para estructurar el cuerpo productivo argentino a base de las necesidades globales.
No es casual que el propio primer mandatario utilice la figura de Argentina como un supermercado del mundo. No obstante, esto no es un elemento novedoso de la política exterior de este gobierno.
En cada cambio de signo político en la Casa Rosada o, de forma teórica, de régimen, entendido como un cambio en su orientación general y en sus patrones de autoridad política (Andriole y Hopple, 1986), parece existir una continuidad en la política exterior, la de profesar la necesidad de ampliar la canasta exportadora mediante la articulación de nuevas alianzas internacionales.
En materia económica, otra temática de continuidad fue la deuda externa.
Sin desestimar el corpus multilateral que se buscó construir en las postrimerías del kirchnerismo, esta administración buscaba interpelar a los mercados internacionales para suavizar los efectos del default y promover una mayor articulación de nuestro país en los mercados financieros internacionales.
De esta manera, Malamud (2011:8) reconoce una continuidad por ambigüedad en la formulación de la política debido a que los pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI) continuaron al mismo tiempo que se mantenían las críticas al régimen por lo bajo.
Con la administración Cambiemos, la ambigüedad perdió peso y se alineó a las presiones del sistema. El pago de los holdouts en 2016 es un ejemplo paradigmático de ello.
Más allá de las continuidades, esto no quita la inexistencia de diferencias. Las mismas radican en la utilización de otros recursos simbólicos y discursivos (diferentes apelaciones apalancadas en culturas políticas que se reproducen en la política exterior) y un contexto local, regional e internacional sumamente diferente.
Como consecuencia de esta aproximación, es observable que la política exterior argentina presenta profundas continuidades que, a pesar de las aparentes diferencias, forman parte de la identidad internacional del país.
La política exterior de Cambiemos en su esfera primordial, la inserción económica internacional, es la síntesis de una tradición recurrente a base de condiciones estructurales que no presentaron grandes modificaciones.
Su consolidación establecida a partir de mecanismos de liberalización económica tiende a reproducir esta lógica más que a subvertirla. Esto influye no sólo en pujas distributivas internas sino también en importantes capítulos de la inserción externa, como los bloques de integración regional o los obstáculos de la proyección global de las economías regionales.
Con respecto a los bloques, éstos pasaron de ser un organismo de consulta política a plataformas de negociación global, como es el caso del Mercosur con el Acuerdo con la Unión Europea.
Esta redefinición imprime una dinámica distinta al bloque en la medida que regenera la influencia de otros actores sociales tanto a nivel interno como comunitario.
Este cambio funcional denota otro elemento de continuidad ya que no se modificaron los mecanismos de toma de decisiones dentro de los bloques que pudieran funcionar como limitantes para estas modificaciones. Así, los bloques regionales son lo que los estados nacionales hacen de ella.
Otra continuidad son las economías regionales, las que no contienen las lógicas de competitividad de los complejos de las oleaginosas.
Las economías regionales tienen problemas para lanzar sus productos al mundo debido a profundas distorsiones productivas y de precio.
Si bien la actual administración tomó medidas de liberalización, como la baja a las retenciones o medidas colaterales como la modificación del tipo de cambio nominal, también observó problemas en relación a nuevas directrices impositivas que sofocan la producción local.
Así, haciendo gala de su Misa Criolla de condiciones estructurales en materia económica, la política exterior argentina presenta grandes continuidades. Esto se debe a que a pesar de sus movimientos, modificaciones y devaneos discursivos, la política exterior argentina no puede escapar de las condiciones que la constriñen.
En efecto, las acepciones o estructuraciones de su propia constitución son parte de una identidad que se reconstruye, año tras año, sobre las mismas bases.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Integrante del Observatorio de Política Exterior Argentina. Escuela de Relaciones Internacionales. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. UNR