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Misoprostol y aborto legal, receta para la mortalidad cero

Desde 2012 en Rosario no mueren mujeres gracias a la provisión de la droga y la implementación de protocolos vigentes.

Rosario aparece como un caso testigo a la hora de pensar la despenalización del aborto. En los últimos seis años ninguna mujer murió por aborto en los centros de salud y hospitales municipales de la ciudad. La mortalidad cero responde a dos factores. El primero es que desde 2007 se puso en marcha la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), que la ley argentina permite bajo dos causales. El segundo se llama misoprostol. El medicamento que en su prospecto está indicado para problemas gástricos es una de las drogas que más revolucionó la salud de las mujeres. Sirve para abortar de forma segura y ambulatoria, es decir, en casa y sin pasar por un quirófano. El uso para terminar con embarazos no deseados fue un descubrimiento de las propias mujeres hace más de 30 años en Brasil y después la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró esencial para un aborto seguro. En Rosario desde 2012 se consigue gratis en centros de salud y hospitales.

La ciudad sigue las leyes nacionales que dicen que en Argentina el aborto es legal por causales: cuando hubo una violación y cuando está en riesgo la salud de la mujer. La salud es entendida de modo integral por lo que va más allá de lo físico, incluyendo lo psíquico y lo emocional. La ILE se hace bajo los protocolos y las guías elaboradas por el Ministerio de Salud nacional entre 2007 y 2015. Cada provincia decide si adherir o no. Hasta fines del año pasado, sólo 8 de las 25 lo había hecho. Santa Fe es una ellas. Los protocolos surgieron a la par de la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, lanzada en 2003 e integrada por 500 organizaciones del movimiento de mujeres. A diferencia de la legislación actual, el proyecto de la campaña que el 6 de marzo llegará al Congreso Nacional por séptima vez, pide la despenalización hasta la semana 14 sin causales.

La implementación de los protocolos llegó a Rosario en 2007 con un proceso que desde el municipio definen como de despenalización institucional del aborto. En promedio se hacen 600 ILE anuales y no sólo se terminaron las muertes de mujeres, sino que no aumentaron ni disminuyeron la cantidad de abortos. Sí bajaron las internaciones. En 2016, de 550 interrupciones, sólo 169 necesitaron internación. Una década atrás todas las mujeres eran hospitalizadas.

La provisión de misoprostol es la responsable de la baja. La compra empezó en 2012 y actualmente todos los abortos se hacen con pastillas, que también pueden combinarse con la técnica de aspiración incorporada en septiembre de 2016. Hasta la semana 9 se receta misoprostol y hasta la 12 se combina con la aspiración. Como ginecólogo, Daniel Teppaz está seguro de que la droga implicó un cambio de era. En la salud pública de Rosario le tocó ver el antes y el después: “Con el misoprostol dejamos de ver a las mujeres morir de una manera que era espantosa, alarmante e inmoral para el sistema de salud.  Veíamos lo que pasaba en la clandestinidad y la persecución que sufrían. Llegaban con el síndrome de móndor, que tiene una mortalidad de 80 por ciento y hoy no se ve más. Fue un cambio político logrado por el movimiento de mujeres y por el desarrollo de una tecnología que también descubrieron las mujeres”.

Teppaz es el director de Salud Sexual de la Municipalidad de Rosario y explicó que el cambio lo vivieron también los médicos que durante décadas pensaron al aborto desde una visión de internación hospitalaria. “El procedimiento de legrado es una técnica vieja, que no debería practicarse más. Empezamos a estudiar y aprender que el aborto no era una cuestión de internación. El misoprostol estaba en las guías y había bibliografía, además de que las mujeres lo venían usando con éxito. Se caía de maduro que si íbamos a adherir a la ley teníamos que comprar la droga para que no tuviesen que pagarla en la farmacia. Hoy más del 90 por ciento de las interrupciones legales se hacen de manera ambulatoria, sea con misoprostol o con aspiración. La mujer va al centro de salud, recibe el tratamiento y se va a la casa”, explicó Teppaz.

Laboratorio

Actualmente un sólo laboratorio está autorizado para comercializar la droga. Todas las provincias que la compran deben recurrir a Beta, que lo vende bajo el nombre de Oxaprost. En la farmacia la caja de 16 pastillas cuesta alrededor de 3 mil pesos. Según información extraoficial, las clínicas que practican abortos clandestinos cobran alrededor de 20 mil pesos.

La ley que garantiza el aborto por causales rige para la salud privada y pública. El sector privado es una de las principales deudas. No hay registros de cuántas ILE se practican anualmente.  “Con el sistema privado no se tiene idea porque el aborto no se declara como tal y en estas situaciones muchas veces las mujeres no reclaman a las obras sociales por miedo o persecución”, dijo Teppaz.

En casa

El 5 de febrero a las 15.18 la actriz y comediante Señorita Bimbo dijo en Intrusos “misoprostol” y durante las horas siguientes la palabra fue la más buscada en Argentina en Google. El uso de la droga para abortar fue descubierto por las mujeres en la necesidad de encontrar soluciones ante estados que criminalizan la práctica del aborto y obligan a hacerlo en la clandestinidad. En 1986 Brasil aprobó su fabricación y comercialización para problemas gástricos. En el prospecto decía que no debían usarlo las embarazadas y el dato sirvió para que las mujeres probaran. Años después la OMS lo declaró esencial para la práctica de un aborto seguro ambulatorio. Un ejemplo similar pasó en Argentina con el uso del cannabis medicinal. Fueron las madres de niños con epilepsia y otras enfermedades las que en la clandestinidad cultivaron y demostraron que el aceite servía para calmar el dolor. La ciencia tomó el conocimiento desarrollado y lo sistematizó y el año pasado fue legislado en todo el país.

“El acceso al aborto con misoprostol es un gran avance para las mujeres porque no es una práctica riesgosa. Pero una de las cosas más interesantes es la capacidad de decidir dónde y cuándo abortar. Incluso en los hospitales públicos se indica hacerlo en casa. Esto nos permite atravesar un momento que es difícil, desde un lugar de soberanía, donde no hay una intervención externa sobre nuestro cuerpo”, explicó Pilar Escalante, de Socorristas en Red Rosario. La organización funciona en más de 30 ciudades de todo el país a través de líneas telefónicas que dan asistencia y contención a mujeres que quieren abortar. En Rosario acompañan a más de 170 mujeres al año y las derivan al sistema de salud pública. “Según las estadísticas del Ministerio de Salud nacional, en promedio todas las mujeres en Argentina atravesamos alguna vez por una situación de aborto. El tema es que hay tantos tabúes y prejuicios que se trata de una práctica oculta, que se vive en soledad y con culpa. El poder encontrarnos a hablar con otras mujeres que están en la misma situación permite pensar que lo que nos pasa no es individual sino una construcción social y política del lugar de la mujer la sociedad”, agregó.

El socorro surgió también de la necesidad de las mujeres de encontrar soluciones a problemas de salud en un marco de ilegalidad. Empezó en la década del sesenta con las feministas italianas y se extendió al resto de Europa y Estados Unidos. Se llamaba Socorro Rojo y funcionaba en casas donde médicas, enfermeras y militantes aprendieron a hacer abortos.

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