Espectáculos

Diva italiana

Mónica Bellucci: un ícono de sensualidad perdurable en el tiempo

“La Bellucci”, como se la conoce a esta altura de su trayectoria como actriz y modelo, continúa el legado de las bellas actrices italianas a partir de forjarse una atendible carrera en el cine con personajes disímiles y, sobre todo, por conservar sus irresistibles aires seductores cumplidos los 60


Al menos buena parte de las actrices italianas han sido y son bellísimas; también un gran número de ellas actuaron muy bien, es decir, poco más puede pedir el cine, sobre todo, al momento de necesitar una presencia femenina restallante en algún protagónico. Un breve repaso nos pone delante a Sofía Loren, Claudia Cardinale, Mónica Vitti, Ornella Muti, Stefania Sandrelli, Virna Lisi, Silvana Mangano, Gina Lollobrigida, todas maravillosas mujeres cuyos roles bajo la marcación de grandes directores de su misma nacionalidad, o de otras, se fijaron en el imaginario de varias generaciones. Y lo siguen haciendo, como es el caso de una actriz cuya sensualidad la convirtió en un icono desde hace por lo menos un par de décadas. Se trata de Monica Bellucci, quien por estos días entró en su sexta década de vida sosteniendo intacto su atractivo y mostrándose con un nuevo amor –nada menos que el realizador Tim Burton–, luego de su separación de Vincent Cassel, su marido y padre de sus dos hijas.

Fanática del cine

Bellucci comenzó a modelar cuando contaba con solo catorce años. Iba de Milán a París, andaba un par de pasarelas y después regresaba a Città di Castello, el pueblo donde nació y vivían sus padres. Lo que se sabe de esa época es que era una fanática del cine, pero sobre todo de algunos directores y por nada del mundo se perdía los estrenos de películas de (Luchino) Visconti, (Vittorio) De Sica, (Roberto) Rossellini, todos enrolados en el Neorrealismo, convirtiéndose en una espectadora que a veces veía hasta tres films en una tarde.

En 1988 fue contratada por una agencia de modelos en Milán, puesto que su sonrisa abierta, su cabello azabache y su grácil figura la hacían irresistible. Al poco tiempo de estar allí comenzó a tomar cursos de actuación fomentados por los estudios de Cinecittá, a partir de los cuales conseguiría su primer trabajo de actuación en una serie de televisión llamada Vida con niños, dirigida por Dino Risi, el rey de la comedia cinematográfica italiana, en la que compartiría cartel con el ya reconocido Giancarlo Giannini. Pocos meses después, dos acontecimientos cambiarían su vida: se enamora del actor Nicola Farron, con quien vivirá durante casi seis años y el realizador Francesco Laudadio le ofrece el papel protagonista en La riffa, la película con la que debuta en la pantalla grande.

Casi como un regalo para su cumpleaños número 30, Francis Ford Coppola la eligió para trabajar en Drácula de Bram Stoker (1992), su particular adaptación del clásico de terror de todos los tiempos, luego de que un agente la hubiera incorporado a su carpeta de actrices italianas para ofrecer en producciones mundiales –norteamericanas o de otros países europeos, industrias predominantes en Occidente–, incluso por su dominio del inglés, que resultaba un plus porque le permitía actuar hablando en ese idioma.

De todos modos, Bellucci no abandonó el universo de las pasarelas, donde varias de las más prestigiosas firmas se disputaban su modelaje, y era en ese entonces su principal fuente de ingresos. En 1996 participa en el film francés L’appartement, dirigido por Gilles Mimouni, en el que compartiría cartel con el también actor galo Vincent Cassel, con quien iniciaría una relación sentimental que duraría 14 años y con quien tuvo dos hijas. Por cuestiones laborales y de placer, la pareja tuvo una vida bastante nómada que la hizo mover entre Londres, París, Roma y Río de Janeiro, donde más tarde Bellucci descubrió que Cassel llevaba una doble vida amorosa.

La belleza no es una cuestión de edad

Cuatro años más tarde, luego de varias películas de sesgo algo comercial rodadas en Francia, el ascendente Giuseppe Tornatore le ofreció ser la protagonista de Malena, un atractivo fresco sobre un niño enamorado de una mujer cuyo marido participa de la campaña en África durante el fascismo italiano, con una precisa banda sonora de Ennio Morricone y un leit motiv con el tema “Ti amo”, que haría popular mundialmente Umberto Tozzi.  En ese mismo momento, el film Bajo sospecha, de Stephen Hopkins, era parte de los títulos en concurso en el Festival de Cannes en su edición del año 2000. Allí Bellucci tiene un rol importante, siendo parte del elenco que encabezan Gene Hackman y Morgan Freeman, lo que la sitúa en un lugar de privilegio en relación a las producciones internacionales.

En 1999 interpretaría a la reina Cleopatra en la primera entrega de la saga Asterix & Obelix, de Guillaume Canet; en 2002 sería la protagonista junto a Vincent Cassel de uno de los títulos más controvertidos del cine, la inclasificable Irreversible, que dirigió el argentino radicado en Francia Gaspar Noé, en la que ocurre una violación en tiempo real sin demasiada justificación argumental, lo que despertó la ira del feminismo mundial y de buena parte de la crítica; fue Persephone en Matrix Revoluciones (2003), que volvieron a dirigir las Hnas. Wachowski, y un año después sería una hermosa Magdalena en La Pasión de Cristo, la exitosa versión de la crucifixión de Cristo dirigida por Mel Gibson.

Bellucci siempre reconoció que su físico le había abierto muchas puertas, pero eso no le impidió encarnar personajes con efectivos recursos propios. Por estos días, cuando cumplía 60 años, expresó: “La belleza no es una cuestión de edad, hay mujeres bellas en todas las edades. Y cuando pasa la juventud, hay otro tipo de belleza que es mucho más interesante para mí, tiene que ver más con la sensualidad, en todo caso, nace más desde el interior”. Y ya un poco más atrás en el tiempo, en el Festival de Venecia en 2002, había dicho “…que me cosifiquen no es un problema para mí, y aunque sé que es una actitud machista, corre por cuenta de quien lo hace, sé que cuento con estilo e identidad para actuar y eso me resulta suficiente…”.

Algunas virtudes más que las físicas

El inglés Terry Gilliam la vistió de bruja para su versión de Los hermanos Grimm (2005); para otro inglés, Sam Mendes, fue una “Chica Bond de 51 años” (la más veterana hasta ese momento) en Spectre (2015), en donde coprotagonizó con el nuevo 007, Daniel Craig; Emir Kusturica fue su pareja protagónica en la convulsa En la vía láctea (2016) (un proyecto que tuvo tres años de rodaje con largas pausas y ya no tendría la intensidad de sus primeros films), que también dirigió el realizador serbio. Bellucci pudo manejar muy bien sus encantos –sus escotes ya son legendarios– y pudo componer tanto a una madre cariñosa y mediterránea como a una amante celosa y reservada, su porte distante y altivo, su dejo de (auto) ironía expresado sobre todo en sus miradas y su exuberancia física, le permitieron encarar roles diversos con suficiencia y eficacia.

Hoy a sus sesenta inicia otra etapa de su vida y a mediados de 2023 debutó en teatro personificando nada menos que a María Callas en Londres, fue cuando conoció a Tim Burton, quien no solo quedó prendado de su todavía intacta frescura y gracia, sino que le ofreció un personaje para su Bettlejuice II (2024). “Sé que he tenido algunas virtudes más que las de mi físico, de lo contrario no hubiera filmado más que una película”, volvió a repetir en una entrevista cuando le insistían con que su belleza lo eclipsaba todo. Lejos del botox y cualquier estrategia de rejuvenecimiento, el ángel de Bellucci, hoy a los 60, resplandece como en aquella primera película.

 

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