“Aspiramos a una Rosario más verde, que sea entre todos. No estamos en contra de que crezca la ciudad, al contrario, pero pedimos que sea un crecimiento sustentable. Se debe actuar en conjunto entre el municipio, las constructoras y los vecinos. Y la Municipalidad se tiene que poner muy estricta con las constructoras. La multa por un árbol que está en el nuevo Código de Convivencia no les representa nada, las constructoras se ríen”, lamenta y propone Silvia Molina. Ella estudió paisajismo, pero la labor a la que más tiempo le dedica es la protección. O más bien a la denuncia, ya que no está llegando a tiempo: es que con total impunidad o casi, empresas constructoras que están en obras en toda la ciudad suprimen árboles que supuestamente “molestan”, como quien aplasta un mosquito que lo pica. Con tal sencillez proyectos inmobiliarios nuevos se deshacen de ejemplares que llevan décadas de crecimiento que ella, junto a un grupo de vecinos, formaron hace 15 años una ONG: “Protegiendo Nuestros Árboles Rosario”, que recibe denuncias en la red social Instagram a través de la cuenta @nuestrosarbolesrosario. Prácticamente todos los días les están informando alguna situación, y es una peor que otra: esta semana, con frustración, denunciaron un caso inédito por lo extremo. Directivos técnicos de la obra de calle Alem 1425 ordenaron al personal que hacieran un agujero con mecha y le volcaran un veneno a un añoso fresno que forma parte del arbolado urbano. “Ya está muerto”, lamenta Molina. La organización adudió a las autoridades municipales, que inspeccionaron la obra y comprobaron el daño. Ahora se evalúa qué multa imponer a las empresas 3F Desarrollos SRL y Hammer Construcciones.
Las fotos y videos que guarda y exhibe @nuestrosarbolesrosario son devastadoras. Y este año, a pesar de que no pasó aún el primer trimestre, ya está siendo extremo por motivos que se concatenaron: ausencia de lluvias, calor extremo y árboles que “desaparecen” o quedan reducidos a la nada de la noche a la mañana.
“Cuando el covid recién empezaba, si desde ahí hubiésemos plantado un millón de árboles en los departamentos de Santa Fe, y así en otras provincias, probablemente no estaríamos con esta situación de crisis. O estaría un poco suavizada”, apunta a El Ciudadano Marcelo Sauro, director del Posgrado de Plantas Medicinales de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Él reúne en sí mismo dos corrientes de conocimiento que en el pasado no tan remoto fueron íntimas: la medicina y las plantas, que –sobre todo en el último medio siglo– los grandes laboratorios y su producción industrial de medicamentos contribuyeron a distanciar. Y su recomendación es exactamente la contraria al comportamiento usual de las constructoras: plantar más árboles, de ningún modo sacarlos.
Bosque de cemento
En el mismo sentido que el médico Sauro, la activista Silvia Molina se lamenta con enojo la trampa que hace la ley: “Las multas creo que son de menos de cien mil pesos. Para una constructora no es nada”, lamenta. Y se pregunta por las clausuras a comercios por no estar en regla: “¿Por qué no hacen lo mismo con las obras? Y además las obligan a que repongan un árbol, si lo sacaron sin los permisos”.
La activista da cuenta con fotos de cómo operan muchas empresas en la ciudad. Ve la práctica que hicieron con el fresno de Alem a 1400 como perversa, ya que con un agroquímico –no sabía qué tipo de tóxico le habían inyectado pero remarca que si mata a un árbol es sin dudas peligroso para la salud de las personas– lo secan, “y después informan a la Municipalidad que lo sacan porque está seco”.
Otras prácticas son más desprejuiciadas. En Callao casi esquina Rioja se alzaba un enorme plátano, cuya altura llegaba al cuarto piso del edificio que allí estaba construyendo la empresa Di Mauro, el DM59, con dirección Rioja 2705. El antiguo ejemplar se podía datar claramente en más de medio siglo, pero ya no existe más. En un santiamén, refirieron vecinos de la zona, había quedado sólo un “tocón” de un metro o menos. Ahora, ni eso: el proyecto de la obra marcaba que el árbol estaba adelante de lo que iba a ser el ingreso a las cocheras. Es decir, el plano no se ajustó a la realidad, sino que la realidad tuvo que adaptarse al plano. Aunque en la foto de promoción del fideicomiso estuviera retratado el árbol “asesinado”, como humaniza Molina.
Ciudad de pobres corazones
Protegiendo Nuestros Árboles Rosario mantiene apoyos cruzados con otras organizaciones del activismo ambiental local. Unas participan activamente en los reclamos de otras, respaldándolos, aportando recursos desde las organizaciones más grandes o más antiguas a las más pequeñas o de formación reciente. Molina, como fundadora de la entidad que trabaja sobre el arbolado urbano integra también la Multisectorial Humedales, cuyo eje inicial fue enfrentar la devastación por quemas intencionales en las islas del Alto Delta. Y también menciona como organización hermana al colectivo Paren de Fumigarnos. Si bien cada agrupamiento se enfoca sobre una problemática específica, comparten un interés general, y constitucional: el derecho de todos los habitantes a un ambiente sano, un precepto de la Carta Magna largamente vulnerado.
Protegiendo Nuestros Árboles Rosario no tiene la dimensión de la Multisectorial Humedales, ni el alcance territorial de Paren de Fumigarnos, pero es respetada y respaldada por ambas. Y todas llevan un registro minucioso de “casos” sobre los que se hicieron denuncias. En el caso particular de la ONG más “urbana”, esos relevamientos han sido informados a las autoridades municipales, y concitaron interés, sobre todo en el área ambiental del gobierno local, que tiene al frente a Nicolás Mijich y a Pilar Bueno.
La recopilación asusta. Las fotos, en particular las de “antes y después”, que utilizan imágenes de Google y fotografías tomadas por activistas y vecinos, dan cuenta de una práctica sistemática: eliminar a ejemplares del arbolado urbano sin el menor miramiento, ejecutando “podas tan brutales que matan a los árboles”, o bien borrándolos del mapa sin más.
Así ocurrió en Moreno 1200, donde tres árboles en pocos metros fueron prácticamente decapitados; lo mismo ocurrió con tres plátanos de calle Perdriel al 200, en zona norte; otro tanto en el pasaje Deheza, que corre paralelo a calle Alsina entre Córdoba y San Luis; en Córdoba al 3900 con un tilo, Montevideo al 1800, y en Avellaneda al 700. Y siguen las fotos y la lista.
Permiso o perdón
La llegada de la ONG a la Secretaría de Ambiente y Espacio Público no encuentra el mismo correlato en Parques y Paseos, refiere Molina. Es que uno de sus reclamos es que la Municipalidad no sólo cuente con ingenieros agrónomos –que según la activista son cuatro para toda Rosario– sino también con ingenieros forestales: el volumen y la extensión del arbolado público de la ciudad lo hace comparable con algo más que un monte, y tiene una diversidad que hace necesaria ese conocimiento e intervención profesional.
Desde 1991 la ordenanza sobre arbolado público que rige en Rosario es la 5.118, que atiende a la ley nacional 13.273 –de Riqueza Forestal, de 1948– y a la provincial 9.004, ptomulgada en 1983 por Héctor Salvi, el último interventor de la dictadura en Santa Fe. La norma continúa vigente y plantea cuatro condiciones de extracción de un árbol: decrepitud o “deficiente conformación”; deficiente estado sanitario; cuando causen daños o “importen un peligro a personas o bienes” y “cuando obstaculicen el trazado y realización de obra de prestación de servicios públicos”. Aunque es una lista no cerrada, no menciona como causa de extracción de árboles sanos a la obra privada, aunque tampoco la niega.
La ordenanza específica para Rosario sobre arbolado público va en sentido similar. Define al arbolado público como los ejemplares presentes en calles públicas, parques, espacios verdes y en todo lugar dentro de la jurisdicción municipal, “sin importar quien lo implantó en su oportunidad”, y plantea, en su capítulo 4, las conductas que van a ser sancionadas respecto a cada ejemplar. Así, castiga “cortes, despuntes, podas aéreas o radiculares”; “talar un árbol, destruirlo o causar daños que impidan su recuperación (incisión anular, aplicación de sustancias tóxicas, etcétera)”, incluso estableciendo multas que escalan “por cada centímetro de diámetro del ejemplar arbóreo afectado”. Y también define, en su artículo 25: “Los propietarios, inquilinos, ocupantes frentistas o terceros serán responsables por los daños que causaren al arbolado público y pasibles de las sanciones establecidas”.
El capítulo anterior, el 3, se refiere a la conservación de los árboles, y es claro y conciso: “Queda prohibido a toda persona, empresa privada o estatal efectuar cortes, despuntes, poda aérea o radiculares, talas o erradicaciones del arbolado público”, establece el artículo 10. Y agrega que esas tareas “en caso de ser necesarias” serán realizadas por personal municipal. Y sólo en casos de que estos trabajos sean “insuficientes”, podrán hacerlos los particulares “previa autorización y bajo contralor de la Dirección General de Parques y Paseos”.
También marca, en su artículo 11, que Parques y Paseos autorizará trabajos de escamonda –sobre el dosel– “cuando no exista una solución alternativa” a las empresas de “mantenimiento de líneas de electricidad, teléfono, televisión, música o redes subterráneas de gas, agua, etcétera, cuando las ramas o raíces del arbolado público afecten la infraestructura existente”.
De nuevo, no abre las puertas a una extracción por parte de obras privadas: si algo está en construcción no existe todavía, ¿y cómo lo puede afectar un árbol que está allí desde antes?
Por si no queda claro, el artículo siguiente, el 12, lo es: “Las empresas que realicen nuevos tendidos subterráneos o aéreos o reemplazo de los existentes, deberán presentar a la Municipalidad el correspondiente proyecto, siendo condición necesaria para ser aprobado que se contemple la situación del arbolado en carácter de bien y servicio público”.
Así también lo entiende el presidente del Colegio de Arquitectos de la provincia de Santa Fe, Rubén Palumbo: “Del mismo modo que no se puede construir a tanta altura o más de tantos metros cuadrados, el arbolado es un tema que se pide para autorizar una obra. Y se trata de armar el proyecto de modo que sea compatible con el arbolado público”, refiere a El Ciudadano.
El profesional refiere que está la normativa, pero “también es un problema de conciencia”. Define que un árbol “tiene su tiempo, su trancurso” y que parte del trabajo profesional de su área es respetarlo. Pero no siempre se hace: “Todo el mundo habla del verde, pero cuando tiene un árbol enfrente, pide que se lo saquen”. De igual modo remarca que en todo emprendimiento inmobiliario se requiere un relevamiento del arbolado público “antes de dar el permiso de obra” y que son los profesionales de su sector quienes deberían adecuar los planos a su presencia y preservación, y no a su destrucción. Y relata que las campañas más recientes de forestación en Rosario corrieron ejemplares hacia los ejes medianeros, esto es el límite entre un lote y otro, de modo tal que si un privado quiere hacer una cochera, no va a tener mayor problema. Pero igual siguen surgiendo en las obras que se proyectan sobre varios lotes, que los inversores inmobiliarios compran y unifican.
Pero Palumbo también aclara que el propio Estado está en falta en acatar su propia legislación constitutiva: cita el reciente ejemplo de Casilda, donde se planificó en un parque público la construcción de un edificio judicial. “Y justo donde estaban los árboles, así que lo primero que hicieron fue talar. Cuando en Casilda había un montón de lugares para una obra así”.
¿Y a nivel local? En Rosario, las ONG ambientalistas mantienen una relación sinuosa con la gestión del intendente Pablo Javkin. Por una parte, tienen mejor llegada a algunas áreas que a otras. Y también celebran la gestión que está haciendo en la reserva Los Tres Cerros, en el Humedal, pero deslizan que hay baches en el cuidado del arbolado propio, uno de los íconos que distinguen a la ciudad por su diversidad y riqueza histórica, un reservorio en una provincia que permitió la tala de miles de hectáreas de monte que ahora son desierto verde de soja.