Antes de empezar esta columna es imperioso dejar algo bien en claro. El Barcelona de Guardiola es el mejor equipo del mundo de la actualidad, y quizás de la historia del fútbol moderno. Pero no es invencible. De hecho ya supo lo que es quedar afuera de definiciones. Aunque esta vez le tocó experimentar una sensación diferente. Nunca se había ido derrotada en una final. Hasta aquí Guardiola y sus muchachos venían seis de seis en finales.
Aclarado esto, al grano. El responsable de que el club catalán experimente la otra cara de la moneda en una final, tiene nombre y apellido. José Mourinho. El gran campeón de Mestalla.
El portugués, como nadie, sabe como jugarle y hacerlo sentir incómodo al Barcelona. Ya lo demostró en la Champions pasada con el Inter cuando lo eliminó en semifinales. En la ida le dio una clase táctica en el San Siro, y en la vuelta demostró como se puede defender y cerrar los caminos al rival.
Llegado al Madrid esta temporada, en el primer duelo disputado en el Nou Camp quiso mostrar otra faceta. Quizás enarbolado en la histórica bandera Merengue intentó cambiar ataque por ataque y terminó comiéndose un golpe de nocaut tan demoledor como el 5-0 final a favor de Barcelona.
Ese porrazo que a cualquiera puede destruir a él lo fortaleció. Reforzó sus ideas de cómo vencer al conjunto de Pep. En el primer derby de los cuatro en dieciocho días probó el antídoto. El triple pívot del sábado en el Bernabeu para todos era una muestra de debilidad y una apuesta defensiva. Sin embargo el empate 1-1 que pareció definir la Liga a favor de los culé, al inefable Mou le demostró que ese era el camino.
Jugarle de igual a igual al Barsa es poco menos que suicidarse. Nadie tiene los intérpretes que desde el arco al último hombre tienen los catalanes. Entonces para ganarle es imperioso cortar los circuitos, achicarles espacios y aprovechar las ocasiones.
Así lo imaginó en el Bernabeu y lo ratificó en Mestalla. Con el tridente de Xavi Alonso, Pepe y Khedira le comió los talones y asfixió al medio del Barcelona. Ahí empezó a ganar la final. Algo que concretó desde la cabeza de Cristiano Ronaldo y las magníficas manos de Iker Casillas, el mejor arquero del mundo hoy en día, que con cuatro tapadas bárbaras mantuvo el partido igualado hasta la aparición de CR7.
El final llegó y los festejos se desataron en Mestalla y en la capital española. La Cibeles, tradicional lugar de festejo Merengue, se vistió de blanco y la Copa del Rey en manos de Iker se elevó hasta lo más alto.
Pero en todo ese contexto, el gran campeón fue uno. José Mourinho, el portugués. Tan arrogante como ganador. Tan canchero como exitoso. Tan provocador como superior. Para muchos el mejor de todos. Para no ser injustos con otros que también tienen grandes méritos, uno de los integrantes del top five mundial.
Por algo lleva ganados trece títulos con cuatro equipos diferentes. Por algo hoy levantó su cuarto trofeo de Copa nacional en cuatro naciones distintas (Portugal, Italia, Inglaterra y ahora España). Por algo ahora va por ser el único en conquistar la Champions con tres equipos de distintos países (ya la logró con el Porto de Portugal y el Inter de Italia).
Cuando muchos criticaban su trabajo en el Madrid porque muchas veces no luce como se quisiera, Mou en su primera temporada ya le brindo la Copa del Rey tras dieciocho años, los posicionó en semifinales de Champions (con dos duelos ante el Barsa que harán saltar chispas) tras ocho temporadas y sino ganó la Liga es porque compite con el que para muchos es el mejor equipo de la historia, el Barcelona de Pep.
Ese equipo sabe que no es invencible y Mourinho mejor que nadie puede confirmarlo. Con dos mano a mano por delante, Mou va por más gloria que le permita seguir sacándole brillo a sus letras de oro que ya están en el olimpo futbolístico de la era moderna.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=1Xz3YE–S94[/youtube]