En los tempranos 80, sobre la calle Caseros, Herminio Iglesias tenía su búnker porteño. Era una casa chorizo con un largo pasillo donde, al fondo, como un altar mundano, estaba la mesa en la que recibía las listas de candidatos. Eran cuarenta metros fatídicos.
Llegar hasta allí para entregar boleta y adherentes requería destreza y resistencia: a los lados del pasillo se amontonaban, voraces y apasionados, herministas que se abalanzaban, nada amigables, sobre los que se animaban. No eran muchos los que superaban la prueba.
La proclamación, el martes próximo a las 18.30, de Hugo Moyano como jefe del PJ bonaerense despertó aquellos tiempos en los peronistas memoriosos. La comparación, maliciosa, acepta al menos un dato: el partido volverá a estar controlado por un sindicalista.
En Olivos, el camionero compartió el miércoles una charla con Néstor Kirchner para pactar su asunción. El ex presidente, jefe del PJ nacional, se comprometió a asistir. Estará, además, la cúpula de la CGT y la comandancia en pleno de la Corriente Sindical.
El desembarco de Moyano en el peronismo de Buenos Aires reinstala, tras más de 20 años, a un dirigente gremial en la butaca mayor. En lo formal, supone un triunfo del ala gremial que, históricamente, compitió con el ala política por el dominio del partido.
Aunque Antonio Cafiero, Eduardo Duhalde y José María Díaz Bancalari –tres de los últimos cuatro jefes del PJ, el otro es Alberto Balestrini– tenían en su ADN algunos genes sindicales, en la práctica encarnaban el poder territorial; la tribu política.
Moyano, como Herminio, expresa el formato sindical que tuvo como paradigma a Lorenzo Miguel, heredero de dos fusilados: Augusto Timoteo Vandor y José Ignacio Rucci.
Uno de los jerarcas moyanistas, el canillita Omar Plaini, acuñó –en las horas de pulseada con los alcaldes– una frase brutalmente gráfica. “Ellos piensan como intendentes; nosotros, como sindicalistas. Pensamos y actuamos distinto. Por eso nos cuesta entendernos”.
Desde el martes, cuando escoltado por Kirchner y Daniel Scioli Moyano tome el control formal del partido, tendrá que hacer equilibrio sobre ese antagonismo que, más que en las formas, apunta al fondo: el control del PJ es la llave para manejar las listas de candidatos.
A su llegada, el camionero estará en clara minoría: de los 48 miembros del Consejo del PJ, sólo seis son de extracción gremial. Los cinco de la “rama” más Hugo Curto, también metalúrgico, el primer intendente en vocear el apoyo a la jura de Moyano.
“Los que crean que el Negro va a poner todo a consideración no lo conocen: Moyano es verticalista y si tiene el poder, lo ejerce. Que miren lo que hizo con el negocio de la basura”, pronosticó, preocupado, uno de los caciques más poderosos del conurbano.
Un episodio puede servir como argumento: el camionero tardó 45 días (aunque la operación se concretó un año después) en desactivar el triunvirato que habían acordado con los “gordos” y Luis Barrionuevo para conducir, a través de una mesa colegiada, la CGT.
¿Cuánto tardará Moyano en pedir que se nombre como apoderado del partido a un soldado de su causa sindical? Balestrini lo hizo: pidió designar a Federico Scarabino junto a los dos leguleyos históricos del PJ, Jorge Landau y Ulises Coco Giménez. ¿Por qué él no?
La voracidad de Moyano parece insaciable: así como se apropió de la CGT, aislando a “gordos”, “independientes” y barrionuevistas, y multiplicó el padrón de afiliados de Camioneros, pergeñó su corriente sindical para desembarcar en los territorios.
La llegada a la cima del peronismo le abre un mundo de oportunidad inimaginado cuando Balestrini le propuso, para desplazar a Curto, que ocupe la vicepresidencia primera del partido. Después se precipitó la tragedia del ACV del matancero.
El martes, al atardecer, el moyanismo montará su show de asunción con tropas y bombos en la calle. Será, apenas, un escalón que contempla, de cara a 2011, la pretensión de ubicar a uno de los candidatos de la fórmula del FpV bonaerense a la gobernación.
En definitiva, podría pensar Moyano, Herminio desde su búnker del conurbano sur consiguió, tras pacto con Miguel y contra Cafiero, ser el candidato a gobernador del PJ.
Aquella aventura, que derivó en la derrota peronista, marcó el inicio del retroceso de la influencia sindical que concluyó a fines de los 80, cuando Miguel tuvo que ceder la jefatura del partido. El martes, Moyano inicia la resindicalización del PJ bonaerense.