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“Muchos no me respetan como veterana de guerra y mujer”

Luchó en la guerra de Malvinas. Tahiana Marrone nació con el síndrome XXY y después de años de tratamientos con testosterona y una reasignación genital hoy se siente completa, pero admite que sus compañeros no empatizan con ella.

Juan Pablo Di Lenarda

La valiente Tahiana (55) vive en Chañar Ladeado, Santa Fe, y trabaja como técnica en sistemas de la lotería de Córdoba. Con sus 18 años recién cumplidos formó parte del grupo C.A Ing 9 que tenía sus cuarteles en Sarmiento (Chubut), siendo una de las primeras en desembarcar en las Islas Malvinas antes del conflicto bélico. Nació con el síndrome de Klinefelter “XXY” y durante largos años llevó adelante un tratamiento con testosterona. Se casó y tuvo dos hijos mellizos. Hoy después de la cirugía de reasignación genital se siente completa, aunque muchos de sus compañeros e incluso familiares no tienen empatía con su nueva vida.

De héroes y heroínas

La madrugada del 2 de abril de 1982 el grupo comando toma las Islas Malvinas, dándole inicio al conflicto armado por la recuperación de las mismas que duró más de tres meses y que dejó un saldo de más de 900 muertos. No hay dudas que la guerra por las Islas fue un antes y un después para los argentinos. Tal vez por eso todavía vemos flamear sobre esas tierras argentinas a los héroes y también aunque muchas veces cueste decirlo “heroínas”.

“Cuando pisé las Malvinas tenía 18 años. Éramos todos muy jóvenes. Nos subimos a un avión y nos dijeron que íbamos a un entrenamiento, pero aterrizamos en las islas con alerta de posibles enfrentamientos”, recordaba Tahiana mientras hacía sonar sus uñas largas sobre la mesa. “Nuestro grupo era de apoyo. Teníamos base en Sarmiento y éramos alrededor de 80”, agrega pensativa. “En Malvinas nunca cuestioné mi identidad. Solo pensaba en despertar al otro día”, dice la veterana mientras contaba los días que estuvo en las Islas enfrentando a los ingleses. “Fueron 76 desde el 2 de abril hasta el 15 de junio. Cada vez que escucho un estruendo hoy aún me hace vibrar y me recuerda a los bombardeos”, expresa contando los meses con los dedos. “No le deseo la guerra a nadie, pero hoy puedo rescatar lo bueno: los valores y el respeto”, explica.

Gracias a la ley de Identidad de Género sancionada en el año 2012 la ex combatiente pudo rectificar su nombre y comenzar a recibir todas las menciones y honores al nombre que debió ser siempre: Tahiana Marrone. Y aunque se sienta totalmente completa después de la reasignación genital, tanto su familia como muchos ex combatientes no logran tener empatía por ella. “Por ser Tahiana en el centro de ex combatientes de Malvinas cambió el vínculo para conmigo. Solo algunos siguieron en contacto. No sé si llegan a diez”, dice con firmeza y superación Tahiana. “Me tratan de manera peyorativa o en masculino. En uno de los eventos me dijeron que tenía que usar el baño de hombres”, ejemplifica.

XXY

Tahiana nació con el síndrome de Klinefelter conocido como “XXY”, una variación cromosómica basada en la existencia de dos cromosomas X y un cromosoma Y. Es un trastorno genético bastante frecuente que solo afecta a personas de género masculino. No presenta signos ni síntomas. Hay algunos que ni si quiera saben que lo tienen hasta que son adultos. “A finales del 2015 me realicé un estudio de cariotipos y arrojó como resultado que soy XXY. Gracias a eso, pude empezar a encontrar muchas respuestas y dejé de sentirme un bicho raro”, sostiene con la voz entrecortada y algo sensible. “Soy intersexual porque tengo los dos géneros. Un 78% de mis células son XXY”, explica.

Si bien siempre soñó con recibir bijouterie de regalos de cumpleaños o algún día levantarse y ser mujer desde muy joven (21) comenzó con un tratamiento de testosterona que le resultó nocivo para su salud. Los cambios de carácter, el mal humor e incluso las consecuencias físicas después de tantos años aparecían con mayor frecuencia. “Finalicé el tratamiento de testosterona en el 2015. Mi estructura ósea siempre fue masculina y femenina. No tengo nuez de Adán”, afirma Tahiana.

La ex combatiente de Malvinas dice ser una mujer simple y que a esta altura ya no golpea puertas. Las derrumba y tiene un gran compromiso social con los derechos del colectivo LGBTIQ+: la igualdad y equidad. No tiene miedos y hoy se siente libre, quizás como siempre debería haberlo sentido. “Tahiana me llevó a la ruptura matrimonial. Estaba cansada de vivir una vida que no era mía para poder encajar en la sociedad. Me sentía muy mal”, cuenta algo nerviosa. Después señala su vestido y tacos altos entre risas y agrega: “Tahiana fue mi refugio. Cuando salí a la calle me sentí libre”.

La batalla final

Hace siete meses Tahiana entraba al quirófano para la primera operación transgénero del Pami Rosario. Gracias a ley de Identidad de Género pudo lograr que la obra social le cubra los gastos. En el camino tumbó paredes para conseguir sus derechos. Hoy sigue luchando por las que vienen. “Ahora voy por las que vienen atrás mío. Ya logré operarme. Ahora les toca a ellas. Las veo más contenidas, asesoradas e incluso más libres”, dice entusiasmada y agrega con ternura: “Cuando era chica soñaba con despertarme sin mis genitales. Leía historias de otras chicas trans y era un sueño que ahora es realidad”.

Hoy Tahiana se siente completa, recorre escuelas contándoles a los jóvenes parte de su historia de vida, habla con ellos sobre la Educación Sexual Integral (ESI), los métodos anticonceptivos y la diversidad sexual. También acompaña la lucha de sus compañeras trans. “El cupo laboral en Santa Fe está parado. Lo que más afecta a la comunidad trans es la falta de trabajo. Hay muchas compañeras que quieren salir del trabajo sexual y no tienen otra opción”, opina.

En Santa Fe el proyecto de ley provincial se aprobó en la Cámara de Diputados en septiembre y espera el tratamiento de senadores. Mientras tanto, distintas ciudades avanzan con normas locales para garantizar ese derecho, una de las banderas centrales dentro del colectivo LGBTIQ+ en Argentina. “Hay que seguir luchando por el cupo laboral trans, respetando a las compañeras que quieran seguir ejerciendo el trabajo sexual. Pero también acompañando a todas esas que desean otras opciones y no las tienen”, concluye Tahiana.

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