Poner en tensión algunos lugares de comodidad, esos espacios ya conocidos o transitados, es algo habitual en la carrera del actor y director Luciano Cáceres. Con un vasto recorrido tanto en las escénicas como en proyectos audiovisuales, ya sea del mainstream televisivo o cinematográfico del mismo modo que en producciones alternativas y tanto en el país como en el exterior, Cáceres sostiene a lo largo del tiempo un particular interés por un teatro más de arte, que le exige otro tipo de compromiso, otros riesgos que dialogan con la experimentación.
De hecho, Luciano Cáceres fue el primer director que estrenó en el país a Sarah Kane, cuando en 2006 dirigió a Leonor Manso en la perturbadora 4.48 Psicosis, tiene en el haber una interesante versión de El Ardor de Alfredo Staffolani, y en el presente recorre los escenarios del país y el exterior con Muerde, su primer trabajo para un solo actor, que este viernes llega al Centro de Expresiones Contemporáneas con dos imperdibles funciones.
¿De dónde vienen las heridas?
Muerde, escrita y dirigida por Francisco Lumerman, también destacado teatrista porteño director, entre más, de El amor es un bien (una notable versión de Tío Vania de Chejov), es un thriller, que en palabras de sus creadores, “nos convoca para hacernos una pregunta: ¿de dónde vienen las heridas?”.
La obra, galardonada con el premio Estrella de Mar al mejor unipersonal, hace foco en el retrato de un niño marginado. “A René lo abandonaron en el taller familiar cuando tenía diez años. Desde ese momento no sabe cuánto tiempo pasó, eso no lo puede saber. Ahora está manchado de sangre y no entiende por qué. Intenta controlar sus pensamientos, pero las palabras aúllan, golpean y perforan como un clavo a la madera o los dientes a la carne. Sangre. Aserrín. Ladridos. Sus pensamientos se desatan sin vuelta atrás”, adelanta el parte de prensa acerca de esta propuesta que abreva en un género poco transitado en las escénicas, o al menos pone atención en otros aspectos de la muy transitada marginalidad.
“El hecho de correrme de cualquier posible lugar de comodidad, y no por hablar bien de mí, es parte de mi esencia, quizás se conozcan los proyectos más masivos en los que he participado, pero constantemente estoy involucrado en experiencias independientes tanto como director o como actor, haciendo cine independiente que es el que más interesa. Pero en este caso es otra cosa, porque es mi primer unipersonal, con un material muy duro y muy luminoso a la vez, y con un desafío gigante porque es la primera vez que lo hago, más allá de que todo se dio con una notable naturalidad y con una gran entrega de todo un equipo de trabajo, porque cuando pensamos en un unipersonal, más allá de que muchos vean o crean que estás laburando solo, en realidad es cuando más confianza tenés que tener en el equipo que te acompaña”, contó Cáceres acerca de esta propuesta que cuenta con escenografía de Agustín Garbelloto, diseño de luces de Ricardo Sica, diseño de sonido de Agustín Lumerman, visuales de Iván Amato, fotografía de Eduardo Pinto, comunicación digital de Isidoro Sorkin, diseño gráfico de Choice Noise, asistencia de dirección de Emiliano Lamoglie, prensa de Carolina Alfonso y producción artística de Salir de la Pecera Producciones-María Vélez.
Y sobre la lógica de un material para un solo actor que en general se corre un poco de lo que supone un unipersonal, profundizó: “Es un riesgo porque esa soledad de no tener a nadie, no tener la posibilidad de ir y rebotar la energía con otros en el escenario, se vuelve un salto al vacío, más allá de que todo este proceso se generó de una manera muy natural y muy mágica. Eso es lo que sucede con Muerde: estuvimos hace diez días en Madrid haciendo una función con un teatro lleno, con cien personas afuera, y luego por el resto del país, detrás de la temporada en Mar del Plata donde ganamos el Estrella de Mar y del estreno inicial del año pasado en Moscú Teatro, en Buenos Aires, con una presente temporada en Timbre 4, los domingos a las 18”.
Ver en la oscuridad
Muerde es un thriller en solitario, casi policial, que dispara muchas resonancias en el imaginario del espectador, en el que René intenta averiguar de dónde vienen sus heridas; mientras su pasado lo acecha en todo lo que calló. El texto ganó además el 2° premio de obras inéditas del Fondo Nacional de las Artes 2015 y el Premio de Escuela de espectadores de Buenos Aires 2023 para Luciano Cáceres.
“Con Francisco nos conocemos desde hace mucho tiempo y teníamos ganas de trabajar juntos. Yo estaba filmando una película en Madrid, me pasó el texto, lo leí y le respondí de inmediato: «Vuelvo y nos ponemos a ensayar»; fue así. Y a los dos meses de mi regreso estábamos estrenando, por eso digo que esta obra es el resultado de muchas ganas y muchos puntos de encuentro”, planteó.
Y sobre la temática, profundizó: “La obra habla de René, que es un chico que, primero, su madre lo abandona al nacer, y a los 10 años su padre lo abandona en un taller de carpintería donde construyen ataúdes. Y si bien tuvo su desarrollo físico y se volvió un adulto, queda suspendido en esos 10 años. René tiene el cuerpo de un adulto pero la mente, la mirada, la inocencia de un niño, y es el raro de este pueblo, un pueblo pequeño, rural, donde la pasa muy mal, porque en el día lo marginan y lo insultan, entonces sólo se puede mover de noche. Y ese modo de vida nocturno le sirvió para desarrollar un don que le permite ver sin luz, ver en la oscuridad, cosa que en este pueblo empiezan a aprovechar y le empiezan a pedirle para que haga algunas cosas no tan santas como apropiarse de lo ajeno, más allá de lo atroz que le toca atravesar en ese contexto”.
En el mismo sentido, y respecto de la marginalidad, Cáceres ahondó: “Con el correr de los 55 minutos que dura la obra, el espectador puede conocer sobre esos abandonos de los que René fue y es víctima, sobre su relación con el amor y la sexualidad, con lo que es ser un marginal y con el particular vínculo que entabla con los perros. El motor para la escritura de esta obra fue una nota periodística de la sección Policiales, que relataba la historia de un chico marginal que entre treinta lo matan a palos. Ese fue el comienzo para que Francisco Lumerman se pregunte con esta obra dónde están el bien y el mal; cómo funciona el sistema en relación con los más débiles que se terminan cayendo, cuál es el lugar en este tiempo para un marginal, un distinto, un diferente, dónde están la aceptación y la empatía. Es una obra con momentos muy luminosos y otros muy oscuros, como pasa con la vida”.
Respecto de una poética como la de la violencia y la marginalidad, que admite tantas miradas pero que, al mismo tiempo, acontece en tiempo real y en la vida cotidiana por fuera de lo escénico, el actor analizó: “Es una temática que en cada lugar adquiere un sentido o se resignifica de un modo diferente. Estuvimos con esta obra en ciudades o localidades más chicas, como 9 de Julio, Junín o Chivilcoy, donde el campo está al lado, entonces a René lo conocen, porque además en los pueblos o ciudades más pequeñas todos se conocen con todos. Por ejemplo: en 9 de Julio nos contaban que al «loquito del pueblo», una noche, unos chicos lo ataron a un poste y al día siguiente lo encontraron muerto, congelado. Es esa brutalidad de tratar al diferente, al distinto, como si fuese menos que los demás”.
Finalmente Cáceres, que aseguró que prefiere “la cercanía del público y el montaje de la obra en un espacio no convencional como el del CEC”, que más allá de tener que hacer dos funciones le permite “sostener la esencia de un material que fue gestado a partir de esa idea de proximidad”, habló de lo que le disparó René apenas leyó la obra y de traer Muerde a una ciudad donde la marginalidad es tema de agenda: “Lo primero que me vino a la cabeza fue mi mamá, que trabajó treinta años en las villas, y yo de chico la acompañaba. Me vino la imagen de esos pibes de mi misma edad, aunque en otra situación; ése fue el primer disparador. Tenía ocho años y me llamaba mucho la atención esos pibes con mocos que quizás no tenían quién se los limpiara. Eso me llevó a pensar en cómo la presencia de una madre, de un ser querido, del cuidado, siempre hacen la diferencia. Todo eso, en lo personal, me llevó a arriesgarme con el miedo lógico de asumir ese rol, a preguntarme cómo pararme solo en el escenario, en ese sentido es un abismo siempre y el teatro tiene esta cosa de salto al vacío que no hay vuelta atrás una vez que arranca la función. Cuando estás en esa soledad, sólo queda agarrarse al equipo que te acompaña con la tranquilidad de haber trabajado mucho para que eso que queremos contar, ocurra. Y va más allá de los ensayos o de las funciones de la obra. Cuando uno da estos saltos al vacío también se pone en juego quién sos como artista, cómo llegaste hasta ahí; se ponen en cuestión la formación y el balance del recorrido que uno tiene detrás”
Para agendar
Muerde se presenta este viernes en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC, Paseo de las Artes y el río), con dos funciones, a las 20 y 21.30. Las entradas anticipadas se encuentran a la venta en https://www.1000tickets.com.ar/evento?id_evento=1218