Es conocido el protagonismo del multifacético Alan Turing en el descriframiento de los mensajes encriptados que los alemanes enviaban con sus equipos electromecánicos bautizados Enigma. Ese logro contribuyó al triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial. Una taquillera película de 2014, The Imitation game, repasa el trabajo y la vida del británico, hostigado luego por su homosexualidad. Menos conocidas son los importantes aportes de los matemáticos polacos, que con el liderazgo de Marian Rejewski, junto a Jerzy Różycki y Henryk Zygalski, permitieron a ingleses y franceses romper la encriptación alemana, una hazaña de las matemáticas y las estadísticas. El Instituto Politécnico General San Martín inauguró una muestra sobre estas contribuciones, en conjunto con la Embajada de Polonia y el Consulado del país en Rosario. El acceso es gratuito y para toda la comunidad, y estará abierta hasta el viernes.
Enigma fue una máquina de rotores con conexiones eléctricas diseñada para cifrar y descifrar mensajes. La empresa alemana Scherbius y Ritter la patentó en 1918. Uno de los fundadores de la firma, Arthur Scherbius, había a su vez comprado la patente de un inventor holandés. El dispositivo comenzó a venderse en 1923, destinada a uso comercial. Tres años después, la Armada alemana la adoptó para encriptar sus comunicaciones y poco después comenzaron a utilizarla las demás fuerzas armadas del país. Su esplendor, sin embargo, llegó durante la Segunda Guerra Mundial. El antecedente era un equipo de rotores similar, pero menos sofisticado, desarrollado en Estados Unidos.
El manejo sencillo y la robustez criptográfica –para la época– de Enigma fueron los motivos de su adopción. Sin embargo, gracias a las investigaciones llevadas a cabo por los servicios de inteligencia polacos, quienes instruyeron a su vez a los franceses e ingleses en el sistema de cifrado, la encriptación pudo ser descubierta. Y eso precipitó el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en favor de los aliados. También contribuyeron los fallos en los procedimientos de uso por parte de los operadores alemanes, que permitieron interceptar las tablas de descifrado y la captura de algunos aparatos.
Cuando Polonia cayó en manos de los nazis, el Biuro Szyfrów destruyó sus archivos para evitar que cayeran en poder del enemigo. Parte del personal fue evacuado al sudeste del país, pero la invasión soviética el día 17 de septiembre obligó a trasladarlos a Rumanía para finalmente, en un complicado periplo, llegar a Francia. Sin embargo, otros se quedaron, y pese a ser detenidos por la Gestapo, ninguno reveló que sabían descifrar sus mensajes.
Un prodigio
El mecanismo estaba constituido fundamentalmente por un teclado similar al de las máquinas de escribir pero cuyas teclas eran interruptores eléctricos. Se agregaba un engranaje mecánico y un panel de luces con las letras del alfabeto.
La parte eléctrica consistía en una batería que encendía una lámpara de una serie de ellas, que representaban cada una de las diferentes letras del alfabeto. El corazón de la Enigma era mecánico: varios discos planos con 26 contactos eléctricos en cada cara, uno por cada letra del alfabeto. Cada contacto de una cara está conectado o cableado a un contacto de la cara contraria. Por ejemplo, en un rotor en particular, el contacto número 1 de una cara puede estar conectado con el número 14 en la otra y el número 5 de una con el número 22 de la otra. Y el flujo de corriente se establecía a través de las ruedas.
Los rotores estaban cableados de forma diferente. Y, además, la posición relativa entre ellos se modificaba cada vez que se accionaba una tecla. De esta manera, a dos letras idénticas consecutivas en el mensaje original, por ejemplo AA, al final del circuito de los tres rotores les correspondían dos letras diferentes en el mensaje cifrado. A eso se agregaba un panel de conexiones eléctricas con el que cada día se cambiaba el cableado según un esquema que figuraba en el manual entregado a los operadores, tanto los que encriptaban como los que desencriptaban los mensajes. Todas esas etapas posibilitaban un encriptado polialfabético de muy alta seguridad para la época.
Los mensajes cifrados entre las Enigma que encriptaban y desencriptaban se enviaban a través de comunicaciones en clave Morse.
Fue en septiembre de 1938 cuando los nazis perfeccionaron el sistema al asignar claves diarias en el cableado frontal. Pocas semanas más tarde, el polaco Rejewsky y sus colegas desarrollaron dos nuevos métodos de criptoanálisis, uno basado en hojas de papel perforadas con agujeros que permitían determinar la nueva clave diaria, y el otro basado en una máquina electromecánica (diseñada por Rejewski y el ingeniero Antoni Palluth) a la que llamaron “bomba”.
En noviembre de 1938 ya disponían de seis bombas en operación capaces de descifrar en dos horas lo que de otra forma requería unas 200 horas de trabajo de una persona. Sin embargo, en diciembre de 1938, los nazis añadieron dos ruedas más a la máquina. Los recursos disponibles por el Biuro Szyfrów polaco no eran suficientes para fabricar las réplicas necesarias para cubrir todas las combinaciones posibles.
Así, en julio de 1939, invitaron a los servicios secretos francés y británico a una pequeña ciudad cerca de Varsovia, llamada Pyry. Toda la información criptoanalítica, incluyendo el método de la bomba, el de las hojas perforadas y réplicas de la máquina Enigma, fueron cedidas a sus aliados. En aquel momento, Dilly Knox (becario del King’s College, como Alan Turing), había descubierto un método de criptoanálisis similar al de Rejewsky, pero era inútil sin una copia de la máquina Enigma en la que estudiar su cableado. Sin esta réplica y la información cedida por los polacos, Knox y Turing no habrían podido iniciar su trabajo hasta mayo de 1940, cuando los británicos pudieron capturar varias máquinas Enigma en Noruega.
Si bien Turing fue quien realizó el trabajo decisivo del desencriptado, lo pudo lograr gracias a sus colegas de Polonia. Así lo explicó luego Rejewski, recordando que los británicos tenían a diez mil personas trabajando en el tema mientras que ellos sólo eran tres. El principal beneficio fue evitar la duplicación de esfuerzos y acelerar el proceso.
La muestra en el Poli
“Descifrando el Código Enigma” es un reconocimiento a los matemáticos polacos que descifraron el código de la máquina alemana Enigma. Según la información proporcionada por el lado polaco, Bletchley Park permitió a Alan Turing “entrar rápidamente” en un trabajo adicional para decodificar el cifrado Enigma, la máquina que jugó un papel clave en la Segunda Guerra Mundial.
La muestra con entrada libre y gratuita estará abierta en el hall de ingreso del Instituto Politécnico Superior, Ayacucho 1667, desde el martes 15 al viernes 18 de agosto, en horario de 8 a 20.