Una suboficial de la Policía de Santa Fe con siete años de experiencia denunció por hostigamiento laboral al jefe del destacamento de la Terminal de Rosario. Durante cinco años la mujer se desempeñó en esa dependencia, hasta la llegada en julio del nuevo superior interino, Walter Bay, lo que -según describió- transformó su trabajo en un suplicio. Situaciones de maltrato, discriminación por género, caprichos disfrazados de órdenes y reordenamientos de horarios que la perjudicaban, detalló la mujer: un combo que la condicionó psicológica y económicamente hasta que no aguantó más y decidió presentar una denuncia en Asuntos Internos. El escrito formal –al que accedió El Ciudadano– tiene seis testigos propuestos por la denunciante, es avaluado la Fiscalía de Violencia y Corrupción Institucional del Ministerio Público de la Acusación (MPA).
“Desde que empecé con él, el trato hacia mí fue diferente al que tenía con los demás. Luego fue creciendo la bronca hacia mí. Varias veces se lo planteé. Le pregunté si tenía un problema personal conmigo”, comenzó G, de 37 años –identificada en esta nota con su inicial por las características del caso–, sobre la exposición del clima laboral que vivió con Bay.
Como ejemplo puntual, en la denuncia consta que Bay organizó una academia (una charla con el personal a su cargo) y G dejó asentado lo que ocurrió en el encuentro: «Comenzó a atacarme y a poner el personal en contra mía; entonces como lo tomé personal le manifesté cuál era el problema que tenía, ya que notaba una cierta actitud hostil de su parte. Me respondió que si no aguantaba pidiera «puerta» –jerga carcelaria para solicitar el cambio de pabellón– de rodillas, suplicándole, aduciendo además que ya que yo tenía familia, muchas cosas que perder, él iba a estar siguiendo mis pasos y ante el primer error iba a hacer todo lo posible para perjudicarme en mi carrera e incluso hacerme echar”.
En otro botón de muestra de las asimetrías que sufrió G en una institución caracterizada por su verticalismo y en la que la abrumadora mayoría de superiores son varones, en la denuncia consta: «Siempre que había un servicio externo que cubrir, ya sea cancha, custodias, etcétera, me enviaba a mí para que lo cumplimentara, sin alternar con el resto de mis compañeros como corresponde, no dejándome fija, lo cual impedía acomodarme a mis servicios de Policía adicional, lo que generaba una pérdida económica”.
“Era insostenible. Me gritaba delante de todo el mundo, me trataba mal. Me decía malas palabras que no las puedo reproducir. Me trataba de puta, que no servía, que si fuera por él tendría que cojernos, al personal femenino”, describió la mujer. Antes de hacer la denuncia formal, G habló con Inspección, pero sus planteos no prosperaron, dijo.
La denuncia que presentó ante Asuntos Internos tiene el respaldo de seis compañeros que presenciaron el hostigamiento que sufrió G y están dispuestos a brindar declaración en favor de la suboficial, señaló la uniformada.
Autoritario
Una de las testigos, que también dijo haber sido trasladada del destacamento de la Terminal a raíz de problemas con Bay, señaló a este diario que debió recibir asistencia psicológica por los tratos que recibía por parte de su jefe, a quien definió como “prepotente y autoritario. Todo el tiempo genera temor”.
“Nos cambiaba de guardia para que perdamos los adicionales”, coincidió con G la testigo M, oriunda de Santa Fe. “En los años que estoy en la Policía jamás me pasó algo así”, dijo M.
Tanto G como la testigo M, quien también declaró ante Asuntos Internos, fueron trasladadas a otras dependencias a pedido de Bay y perdieron un beneficio que tenían en la Terminal: pasajes gratis de una empresa que representaban un alivio económico para su complicada situación.
Desde el MPA confirmaron que existe una denuncia contra Walter Bay que instruye el fiscal Gonzalo Fernández Bussy, por hostigamiento laboral. “Se solicitaron medidas a Asuntos Internos, testimonios a los testigos que aportó la denunciante; se informe e identifique las personas que están en el destacamento y los turnos de guardia. Los informes serán remitidos a la Unidad de Violencia Institucional para evaluación”, señalaron fuentes judiciales consultadas.
De Laguna Paiva a Rosario
Antes de ser policía, G vivía con su mamá (hoy fallecida) en la localidad de Laguna Paiva, en el departamento La Capital. Allí cuidaba a adultos mayores, limpiaba casas y vendía en la calle el pan casero que cocinaba su madre. Cuando tuvo oportunidad de entrar al Instituto de Seguridad Pública (Isep) en la ciudad de Santa Fe lo hizo y viajó durante dos años de lunes a viernes hasta recibirse. “Hice todos los estudios con esfuerzo y quedé”, dijo con orgullo.
Por estos días G, según contó, hace catorce horas de servicios adicionales en un supermercado de zona sur para estirar el sueldo y poder solventar los costosos medicamentos que su hijo, diagnosticado con retraso madurativo y esquizofrenia, debe tomar todos los días. Su marido se encuentra sin trabajo: las inundaciones que azotaron a Santa Fe a fines del año pasado echaron a perder la cosecha del campo de su patrón.
“Empecé a trabajar en la comisaría 2ª, ahí me formé, tuve buenos jefes, aprendí y me interioricé en mi trabajo –cuenta–; jamás tuve una denuncia ni sanción en estos siete años. Hasta que me crucé con este hombre. No sabía que existían jefes así”.
Y cierra: “Sé que me expongo. Pero ya lo hice al hacer la denuncia. Y sé que ahora a todos los lugares donde vaya a trabajar los jefes van a decir: «A esta ni la miremos porque te denuncia». Pero ellos no saben lo que yo pasé. Si no él va a seguir tratando mal a las personas”.