Unos 200 vecinos de barrio Puente Gallegos, caracterizado por los hornos de ladrillo y por estar en el límite sudoeste de nuestra ciudad, reciben todos los martes las raciones de comida de parte de un grupo de mujeres que llevan adelante la difícil tarea de hacerle frente al hambre. El comedor Poder Popular funciona en Hollywood al 3800, a unas cuadras de Ovidio Lagos al 8000, y se convirtió en un refugio que da esperanza en esta compleja realidad económica que sumerge en la pobreza a la mitad de la población del país.
Brenda Salinas y Natalia Bordón, son las fundadoras de este espacio y trabajadoras de la Economía Popular. Contaron que el proyecto nació en 2018 y cómo, a fuerza de voluntad y donaciones, continúan haciendo frente al día a día para sostenerlo a lo largo de estos años.
“Empezamos en mi casa, después conseguimos un local donde podíamos hacer talleres de textil, panificación y huerta. Todo en el barrio. Este año tuvimos que mudarnos a la casa de Natalia porque el alquiler se fue a las nubes”, empezó Brenda mientras sus compañeras lavaban y pelaban verduras para hacer el arroz con pollo que iban a entregar a las 20.
La casa de Natalia no sólo es referencia en el barrio por el comedor sino también es conocida como “La Casa del Tanque” por una obra de agua clorada que llevó adelante un grupo de docentes y profesionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) para que unas 30 viviendas puedan higienizarse y lavar alimentos, no es apta para consumo.
Junto a su pareja Diego Mena brindaron una porción de su terreno, que está cerca del arroyo Saladillo, para que construyeran la plataforma que corona un tanque de 2.750 litros. También, en otro sector tienen un tanque similar con agua potable para que los vecinos puedan tomar. “Viene la cuba de la municipalidad a llenarlo y cerca del arroyo hay otro pero sólo lo llenan en verano de agua potable. Tendría que estar todo el año. No tenemos presión porque nunca hubo obras sino que los vecinos se conectaron como pudieron, la obra de la UNR nos salvó porque sino no tendríamos agua”, contaron entre Natalia y Diego, pero esta historia merece una nota aparte.
La demanda crece cada semana
“Antes dábamos comida dos veces por semana y ahora nos quedamos con sólo un día, los martes. Tenemos más de 190 porciones y siempre se suma alguna familia. Hacemos dos ollas, en cada una van 13 kilos de arroz y ya no alcanza”, explicó Natalia. Y agregó: «Vienen vecinos de todos lados: de Tío Rolo, de Avellaneda, del Terraplén y de Piamonte porque saben que pueden contar con un plato de comida para la noche».
Al comedor Poder Popular lo llevan adelante sus fundadoras junto a Roxana, Daniela, Verónica, Gimena y Ramón. Se las ingenian para conseguir los alimentos, a veces por la solidaridad de los vecinos, de los comercios, de otros espacios y de los referentes territoriales del Movimiento Evita al que pertenecen, pero muchas veces están todos en la misma situación de desabastecimiento.
Además, llevan adelante una unidad productiva de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep). Es el taller textil donde producen cortinas, almohadones y set materos para venderlos. Con esa recaudación compran alimentos y subsisten.
Diego, pareja de Natalia, tiene su carpintería al fondo y les construye bancos y mesas con las maderas que consigue para que estén cómodas.
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También armaron un roperito con la ropa que les donan para que las familias se puedan llevar lo que necesiten junto a la ración de todos los martes.
En Puente Gallego viven unas 2.000 personas y hay una fuerte presencia de trabajadores de la economía informal que se dedican, en su mayoría, a la fabricación de ladrillos. “Cuando llueve, no pueden trabajar y ahí no comen. También en este último tiempo vienen a buscar comida jubilados que nunca tuvieron esa necesidad como otras familias que tienen trabajo, pero no les alcanza. Vienen con vergüenza”, describió Brenda para resaltar el por qué del esfuerzo que hacen para conseguir los alimentos.
“La comida la entregamos en invierno a las 19 y algunos días con lluvia o con mucho frío las familias venían a las 17 a esperar para no quedarse sin su porción. En esas ocasiones, les hacíamos rosquitas o tortas fritas con mate cocido”, explicó Natalia.
Brenda agregó emocionada que “algunas veces no llegamos a juntar los productos para cocinar y es muy feo decirles en la cara que no hay nada mientras están delante tuyo con el tupper”.
Apelar a la solidaridad
A pesar del empuje que ponen en el comedor, cada martes se encuentran con la misma dificultad para sostener las raciones. “Siempre necesitamos donaciones, de todo pero lo fundamental son los alimentos no perecederos, verduras y algo de carne”, describió.
Las referentes hicieron un pedido a la comunidad para que se sumen a su iniciativa. “Nada es poco, vamos a seguir como sea para dar la comida. Acá nos ayudamos con algunos comedores para que las personas puedan tener siquiera un plato de comida por día”, sostuvieron y dejaron sus números de teléfono para quienes deseen donar: Brenda Salinas 3417 05-4613 y el de Daniela 341-612-5693.
Este comedor no sólo es un espacio para buscar comida sino un refugio donde a través de la contención y el apoyo social crea lazos que ayudan a transformar un poco la vida de estas cientos de personas que están atravesando una difícil situación.