El papa Francisco impulsó desde su arribo en 2013 la participación femenina en altos cargos de la curia romana, con mujeres de Argentina, Brasil, Italia y Eslovenia que lo acompañan en puestos de responsabilidad, aunque persisten los reclamos por las condiciones laborales que afrontan religiosas como personal doméstico de obispos.
La planta de trabajadoras del Vaticano casi se duplicó en los últimos años, según las estadísticas de la Oficina de Personal de la Santa Sede, y alcanza a más del 21% del total de los trabajadores.
La última mujer designada en la curia fue la laica italiana Francesca Di Giovanni, de 66 años, para ocupar una tercera línea de la Secretaría de Estado, por debajo del canciller, Paul Gallagher, donde estará dedicada a la relación del Vaticano con los organismos multilaterales.
Jurista de carrera dentro de la estructura del Vaticano desde 1993, Di Giovanni resaltó esta semana que “es la primera vez que una mujer tiene una tarea de dirección en la Secretaría de Estado”, que encabeza el cardenal italiano Pietro Parolin, una suerte de primer ministro del Estado vaticano.
“El Santo Padre ha tomado una decisión innovadora, ciertamente, que, más allá de mi persona, representa un signo de atención hacia las mujeres. Pero la responsabilidad está ligada a la tarea, más que al hecho de ser mujer”, planteó Di Giovanni a la prensa vaticana tras el anuncio de su nombramiento el pasado miércoles 15.
Di Giovanni será la primera mujer con autoridad real sobre obispos que trabajan en la Secretaría de Estado y sobre aquellos que están destinados como observadores vaticanos ante los organismos internacionales.
En otro cargo de relevancia, como es la Dirección de los Museos Vaticanos, una institución por la que pasan unas 25.000 personas por día, fue ungida el 1° de enero de 2017 la italiana Barbara Jatta, quien calificó a inicios de año como “un bello ejemplo” su designación, “junto a la de otras mujeres que tuvieron nombramientos prestigiosos”.
“Es un buen mensaje que quiere dar el papa Francisco”, resaltó Jatta, romana de 57 años, al hacer un balance sobre sus primeros tres años en el cargo, tras una larga carrera a cargo del mantenimiento y restauración de los miles de ejemplares que alberga la Biblioteca Vaticana.
Francisco también designó a la brasileña Cristiane Murray como vicedirectora de la Oficina de Prensa del Vaticano a mediados de 2019.
“Mi primer agradecimiento va al Santo Padre, mío y de todos nosotros, sobre todo mujeres, por haberme elegido para este importante cargo”, reconoció el 25 de julio del año pasado al hacerse pública su designación, tras más de 20 años en <Radio Vaticana<.
A las pocas semanas de asumir, Murray, de 62 años, coordinó la mayoría de las conferencias de prensa que se hicieron durante el Sínodo especial de la Amazonia de octubre pasado, y tiene a cargo el nexo de la estructura vaticana con los periodistas acreditados.
Otra de las mujeres que ocupa un alto cargo dentro de la estructura comunicacional vaticana, también nombrada por Jorge Bergoglio, es la eslovena Natasha Govekar, de 44 años, que desde el 10 de febrero de 2016 es la directora del departamento teológico-pastoral del Dicasterio de la Comunicación.
Desde un antiguo palacio de Via della Conciliazione 5, a metros de la plaza San Pedro, Govekar tiene a su cargo supervisar la cohesión de los mensajes de todas las ventanas comunicacionales del Vaticano, entre ellos las cuentas de Twitter e Instagram, desde el punto de vista teológico.
Más allá de las designaciones en puestos de jerarquía, en el denominado Governatorato, que se ocupa de la administración, las mujeres pasaron de 195 a ser 371 en los últimos ocho años.
Sin embargo, junto a su mayor presencia también son visibles las resistencias a cambiar algunos roles establecidos, como la naturalización de que las religiosas continúen sirviendo como personal doméstico de obispos y cardenales que viven en propiedades del Vaticano.
Esta problemática fue especialmente puesta de relieve incluso por <Mujer Iglesia Mundo<, revista mensual del Vaticano que en marzo de 2018 denunció que existen monjas que son tratadas como sirvientas por jerarcas católicos y que trabajan en condiciones de precariedad laboral.
“El trabajo (casi) gratuito de las monjas”, fue el título del artículo publicado en el suplemento mensual del periódico vaticano <L’Osservatore Romano<, que reflejó los contratiempos que persisten dentro del pequeño Estado para modificar el rol dado a las mujeres.