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Mujeres que avanzan sobre espacios laborales y gremiales

Con el acento puesto en un signo de época, la politóloga y periodista porteña Tali Goldman cuenta desde una seductora narrativa y fruto de una minuciosa investigación el lugar que ocupan mujeres en puestos de conducción sindicales

Por Juan Pablo Sarkissian

Propongamos un ejercicio que implique describir un conjunto de trabajos y/o tareas; actividades en relación de dependencia, trabajos asalariados. A saber: camioneros, salud, rurales, lecheros, metalúrgicos, curtidores, cartoneros, mineros, justicia, trabajadores de subterráneos, gráficos y frigoríficos. ¿Si se tuviera que agregarle un nombre propio a cada actividad, cómo se materializaría el género? Es probable que por prejuicio, sentido común y la todavía vigencia plena del patriarcado, excepto algún acierto circunstancial, la mayoría se nombrarían como masculinos. En el libro La marea sindical. Mujeres y gremios en la nueva era feminista de la politóloga y periodista Tali Goldman no ocurre nada de eso porque las identidades de cada uno de esos oficios tiene nombre de mujer. En efecto, Laura, Susana, Ana, Andrea Graciela, Claudia, Jackie, María Elena, Vanesa, Virginia, Viviana y María son las protagonistas de historias reales, trascendentes y que nos interpelan.

Casi una osadía

Todas estas mujeres son dirigentes sindicales de gremios “masculinizados”, lo que hizo que su recorrido fuera, al menos, doblemente difícil y complejo para (casi una osadía) ocupar cargos de relevancia en las conducción gremial. Como signo de época, los cupos femeninos incorporados a la vida democrática tuvieron rápidamente su correlato en la llamada “Ley de Cupo Sindical Femenino”, que establece un piso del 30 por ciento para la representación femenina en cargos electivos y representativos. Sin embargo, las estadísticas dicen otra cosa: sólo un 18 por ciento de los cargos están ocupados por mujeres. Y de ese porcentaje, tres de cada cuatro se ocupan de temáticas consideradas “propias de la mujer”, como igualdad de género o servicios sociales. O peor, tareas administrativas que “hasta una mujer puede realizar”. Con acierto conceptual el texto plantea que los sindicatos no son una excepción a una realidad existente, es decir, no son más machistas que otros espacios. La marea imparable, como sostiene Goldman, avanza para construir organizaciones que las represente. En ese sentido, la autora realiza, en clave de historia de vida pero con un tono y color narrativo seductor, una muy prolija investigación periodística (con hallazgos muy logrados, como la historia de María, la obrera del frigorífico), sin caer en lugares comunes ni exageraciones inútiles. La autora avisa, desde el comienzo, que las estructuras sindicales analizadas son aquellas que son visibilizadas como masculinas. ¿A quién se le ocurre pensar en una mujer como camionera, metalúrgica o manejando un subte? Y encima sindicalista.

Inédito e insólito

De lo que se intenta dar cuenta en el texto es de las múltiples dificultades de las mujeres para ejercer sus derechos. Sin juicio de valor sobre los posicionamientos políticos y sindicales, es una mirada de mujer sobre la vida gremial. Ni más, ni menos. Y no es poco. Porque lo que la realidad muestra es que las organizaciones sindicales tienen a muy pocas mujeres en cargos de toma de decisiones, lo que genera más desigualdad a la ya heredada en nuestra propia historia general. Una de las historias narradas es el de Claudia Lázzaro, secretaria de Género y de Derechos Humanos del Sindicato de Curtidores de la República Argentina, quien fue la primera mujer en llegar a ocupar una secretaría en ese sindicato. Un gremio que, del total de sus trabajadores, sólo un dos por ciento son mujeres. Otra es la de Laura Córdoba, titular de la Secretaría de la Mujer del gremio de Camioneros desde 2007. El hilo conductor siempre es el mismo: lo inédito casi como sinónimo de lo insólito.

No hay razón

Dice Goldman: “Tomé el caso de gremios muy masculinizados. Es decir, de trabajos que tienen un porcentaje mucho mayor de varones que de mujeres. Por ejemplo la UOM, Camioneros, Curtidores. En ese sentido, me interesaba ver cómo las mujeres se movían en esos espacios que están monopolizados más que nada por hombres. No sé si diría que hay más o menos (espacios) patriarcales, sino que toda la cultura sindical está atravesada por una estructura patriarcal, como el resto de la sociedad. Lo que es curioso es que incluso en los gremios que claramente tienen mayoría de mujeres, como por ejemplo los docentes, las cúpulas sindicales estén ocupadas por varones. Por otro lado, hay actividades que históricamente fueron realizadas por varones y que hoy en día eso está cambiando. El fondo de la cuestión, entonces, tiene que ver justamente con que hoy las mujeres están pidiendo ocupar esos espacios: ser colectiveras, ser conductoras de tren, estar en las fábricas, estar en las plantas productivas. Todos trabajos que históricamente fueron realizados por varones, donde estaba implícito que las mujeres no podían realizarlos. Eso se está poniendo en cuestión y problematizando”. Y agrega: “La ley de cupos es una ley del año 2002 y fue un avance. Muchas mujeres pudieron ocupar cargos en sus comisiones directivas gracias a esta ley. Aunque para muchos gremios fue un piso y un techo, y de las mujeres que eran incorporadas en la comisión directiva, muchas eran suplentes o las ponían en cargos irrisorios. Pero creo que hoy el debate tiene que pasar por otro lado. Porque el cupo sindical es en relación a la cantidad de trabajadoras que nuclea ese gremio. Entonces, el verdadero desafío que va a permitir la integración de las mujeres en los sindicatos, es que se incorporen al mercado laboral que siempre les fue negado pero “porque sí”. No hay razón para que no haya mujeres en las fábricas metalúrgicas, no hay razón para que no haya mujeres conduciendo trenes, no hay razón para que no haya mujeres en las curtiembres. Si las mujeres se incorporan a trabajos que nunca hicieron, van a participar más de sus espacios de representación”. Cualquier mujer que lea La marea sindical. Mujeres y gremios en la nueva era feminista se sentirá identificada en los relatos, en las prácticas y en las dificultades. Y los varones deberían leerlo como tarea. No como una cualquiera. Sino como una revolucionaria.

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