El ex líder egipcio Hosni Mubarak, que condujo con mano de hierro al país árabe durante más de 30 años hasta su renuncia el 11 de febrero de 2011, durante la llamada «Primavera Árabe», murió este martes en un hospital a los 91 años. Había nacido en la ciudad de Kafr-El Meselha el 4 de mayo de 1928.
Mubarak llegó a la máxima instancia de poder en Egipto el 14 de octubre de 1981. Fue al reemplazar al mandatario interino Sufi Abu Taleb, quien ocupaba transitoriamente el cargo tras el asesinato de Anwar el-Sadat perpetrado el 6 de octubre del mismo año.
Debido al crimen de Sadat, Mubarak decidió reponer el estado de emergencia que había sido declarado en 1967 y derogado poco antes de su llegada a la presidencia. Eso le permitió controlar, y en muchos casos suprimir, las actividades opositoras. Fue reelegido, como candidato único, en 1987, 1993 y 1999.
En 2005, se convirtió en el primer presidente de Egipto que enfrentó a un oponente en las elecciones, en las que de todos modos ganó con un cuestionado 88,6 por ciento de los votos.
Su gobierno fue el segundo más largo en la historia de Egipto, convirtiéndose en el jefe de estado de dicho país con más tiempo en el cargo detrás de Jedive Muhammad Ali, que gobernó durante 43 años, desde 1805 hasta 1848.
La caída de Mubarak ocurrió durante la Primavera Árabe, después de varias semanas de protestas fogoneadas por las potencias occidentales. Ya fuera del poder, fue acusado como corresponsable de la muerte de más de 800 manifestantes.
Mubarak estaba internado en terapia intensiva desde que fue sometido a una cirugía intestinal el mes pasado, según su abogado. Alaa, hijo de Mubarak, afirmó que su padre había sido operado y que se encontraba «estable».
A principios de febrero, uno de sus nietos publicó en Instagram una foto junto al ex mandatario con el mensaje «Con todo el amor y aprecio». La última vez que Mubarak fue visto en público fue en diciembre de 2018, cuando testificó en un juicio contra su sucesor, el islamista Mohamed Mursi, quien falleció el año pasado durante una comparecencia ante un tribunal del país.
Varios altos funcionarios de su gobierno fueron condenados a distintas penas de cárcel por sus actos tras la caída del ex mandatario a raíz del levantamiento popular.
Muchos de ellos, sin embargo, fueron absueltos tras la repetición de juicios tras tras la llegada al poder de Abdel Fatah al Sisi a raíz de un golpe de Estado contra Mursi en 2013.
En la guerra contra Israel de 1974, Mubarak fue Comandante de la Fuerza Aérea. En 1975, Sadat lo nombró vicepresidente, y tras el asesinato de éste, el 6 de octubre de 1981, pasó a ser jefe de Estado.
Mubarak sobrevivió a seis intentos de asesinato.
A nivel interno, tuvo una política zigzagueante y procedió con mano dura contra los que consideraba «extremistas islámicos», además de intelectuales, cristianos coptos y empleados públicos. Más tarde hizo concesiones políticas a los islamistas menos radicales, cuya influencia aumentó continuamente entre la población.
Los críticos lo acusan de preparar a su hijo Gamal para su sucesión y de querer crear así una «dinastía de gobernantes».
En 1991 defendió la guerra para expulsar a los iraquíes que habían invadido Kuwait, pero en 2003 intentó disuadir a Estados Unidos de lanzar una nueva guerra contra Irak. Occidente vio en el presidente a un socio fiable y un pilar decisivo para la estabilidad en Medio Oriente, gracias a lo que Egipto logró apoyo económico y financiero. Hasta que los intereses no sintonizaron.
En 2012 fue condenado a cadena perpetua por la represión de las protestas durante la Primavera Árabe, pero una corte anuló el juicio y ordenó su repetición en 2013. Un año después, fue absuelto por la muerte de los manifestantes y además fue declarado inocente de corrupción y enriquecimiento ilícito.
En un nuevo juicio, él y sus hijos fueron condenados en 2015, bajo cargos de corrupción. Fue puesto en libertad el 24 de marzo de 2017, después de que la Justicia desestimara las acusaciones más graves que pesaban contra él.